Creo que no hay venezolano que no se conmueva por los datos del reciente informe Encovi, estudio conducido por mi admirada Anitza Fréitez y liderado por la Ucab en alianza con la Universidad Simón Bolívar. 96% de los hogares, es decir, casi todos, en pobreza de ingresos. 64,8% en pobreza multidimensional, con aumento sustancial entre 2018 y 2019. Los datos no son post pandemia, pues la muestra se tomó hasta marzo y ya tabulada se publicó en julio. Así que, aunque de seguro este año se han agravado, no pueden atribuírsele.
Las cifras nos ubican como el país más pobre de América Latina y el segundo más desigual después de Brasil, según el índice Gini. El perfil poblacional de nuestra población nos acerca a las naciones africanas y no a todas, porque en ese continente viene operando una interesantísima transformación para bien, aunque falte mucho trecho para poder cantar victoria. Que la población venezolana ha disminuido es sabido. La resta se calcula en cuatro millones, por cuenta de los que han salido a buscar la supervivencia en otras partes y la nueva inmigración que ya no llega. Claro, los nacimientos atenúan un poco la pérdida poblacional, mayoritariamente joven y económicamente activa.
Ciertas sanciones externas cuya instauración nunca he compartido inciden para mal, pero objetivamente, el cuadro crítico es anterior a ellas. ¿Qué ha pasado? Puede decirse que los factores incidentes son múltiples, pero hay uno principalísimo. Se ha aplicado e insistido en mantenerlo contra toda evidencia en contrario, un modelo político y económico-social cuyas consecuencias lógicas estamos padeciendo. La democracia, el estado de derecho con su separación y equilibrio de poderes, sus límites y controles, no garantizan la infalibilidad de los gobernantes. Nada ni nadie puede hacerlo, pero sí nos protegen de sus riesgos, evitan su agravamiento y facilitan su solución.
El conflicto venezolano no produce soluciones porque se ha convertido en un juego suma cero propio de la antipolítica. Las revoluciones no se plantean resolver problemas, sino la causa de todos los problemas determinada por su diagnóstico ideológico.
La política busca resolver los problemas de la convivencia porque parte de asumir la complejidad y diversidad de la realidad en la cual es natural la pluralidad de visiones e intereses. Por eso la mejor política es la democrática. Recuperar sus prácticas nos dará fuerza interna y credibilidad externa.