El impacto por la muerte de “el Diego eterno”, “el de la mano de Dios” y “el más humano de los dioses” trascendió al deporte removiendo profundos y encontrados sentimientos en muy diversos ámbitos.
Ciudadano universal por adopción, su muerte tuvo una resonancia mundial, tal como lo reflejaron los medios de comunicación y las redes sociales. En el caso venezolano, la muerte de Maradona no escapó a la polarización política. En especial, en las redes donde se ha naturalizado un discurso extremo promotor de la polarización, deviniendo en espacios predicadores del odio y la violencia. Redes en las que se ha naturalizado el discurso del odio, en tanto lógica binaria que unifica y dota de una identidad colectiva en contra de un enemigo a perseguir, derrotar, eliminar. La muerte de Maradona no ha escapado a esa lógica, y menos aún al odio de ciertos sectores políticos y comunicacionales. El odio en tanto recurso movilizador y como herramienta política para la eliminación del otro. Un odio al servicio de una causa política, que unifica y dota de una identidad colectiva; distinguiendo además al enemigo a perseguir y/o eliminar. Así el odio entre el nosotros y el ellos se torna en un instrumento que dota de sentido la realidad y justifica el odio y la violencia.
En el caso de la muerte de Maradona, las redes se cobijan bajo dos etiquetas: Amando a Maradona y Odiando a Maradona. La primera lo exalta y endiosa; alimenta el relato del “más grande de todos los tiempos”, amado, admirado y devenido “mito en vida” gracias al futbol”, a su esencia humana, a como escogió vivir y al hombre político que fue. Odiando a Maradona recoge el ciberodio póstumo en tanto intento de descalificación y eliminación simbólica después de su muerte física. En suma, expresa la intención de dotar de sentido y legitimidad el odio hacia Maradona, impuro e imperfecto, una suerte de demonio.
Venerado, querido y exaltado por unos, como si de un “Dios terrenal se tratase”; despreciado y aborrecido por otros, como si de un ser del averno se tratase. Odio y desprecio, sentimientos que han servido como pretexto para concitar adhesión emocional, en tanto excusa para justificar lo injustificable, la celebración de la muerte de un ser humano.
@maryclens