Siguiendo su vieja práctica de “le meto nomás”, el retornado, antes huido y asilado jefe del Movimiento al Socialismo, Evo Morales, hoy quiere cambiar la historia y construir su propio ‘relato político’ sobre los sucesos de 2019. Quiere que, en lugar del fraude comprobado por la OEA y ratificado por Unión Europea, se acepte que él huyó de Bolivia, en noviembre de aquel año, porque le dieron un golpe de Estado y estaba en peligro su vida. Aquí no hubo ruptura del Orden Constitucional, sino Sucesión Constitucional, después de su renuncia, su huida, y el desbande de su círculo más cercano.
El relato del golpe es falso: en Bolivia no se vio un solo tanque en las calles, ni militares arengando tropas, ni a la policía reprimiendo a jóvenes y adultos que gritaban a voz en cuello “nadie se rinde, nadie se cansa, Evo de nuevo, huevo carajo”, en 21 días de paro movilizado en el país.
En toda Bolivia, desde una primigenia Santa Cruz insurrecta, hubo una ‘rebelión’ -como la llama José Orlando Peralta- de la sociedad civil contra el fraude de las elecciones de octubre de 2019 y contra el fraudulento Morales que ya había dado dos golpes de Estado a la democracia: violó el Art.168 de la Constitución que solo permite una reelección continua, en tanto él iba a la cuarta: 2005, 2009, 2014 y 2019. El otro golpe fue desconocer el resultado del Referéndum de 2016 que le dijo NO a su re-re-reelección, y también rechazo a los desmanes contra el Estado de Derecho, los abusos de poder en sus casi 14 de mandato, incluidas las muertes violentas, persecución, cárceles, exilios políticos y rampante corrupción.
Un dato que tira por la borda el ‘relato’ del supuesto golpe de Estado, es que la Asamblea Legislativa con 2/3 a favor de Morales, electa en 2014, siguió funcionado los 11 meses del gobierno transitorio y constitucional de la expresidenta Jeanine Añez. Fue un gobierno legítimo aprobado por esa misma Asamblea con absoluta mayoría masista, que además anuló las elecciones de 2019 y aprobó la convocatoria a unas nuevas. Esa asamblea masista con sus 2/3 y siguiendo órdenes del huido y asilado en Buenos Aires, vetó todos los proyectos de Ley que presentó el Ejecutivo para mitigar la emergencia sanitaria y económica por la pandemia COVID 19. Esas son evidencias: ¿Qué gobierno de facto funciona con un poder Legislativo heredado del antiguo régimen, atado a él y que estuvo contra un gobierno emanado de la propia Constitución?
Y también están las evidencias del fraude: falsificación de actas, muchas con más votos que votantes, votos de personas fallecidas, servidores ocultos, corte imprevisto de los resultados de conteo rápido porque los números no alcanzaban. Y luego el triunfo de Morales en primera vuelta. La auditoría de la OEA develó esas trampas, y según su secretario General, Luis Almagro, el único golpe en Bolivia fue el perpetrado por Morales contra el voto ciudadano. No obstante, la OEA no revisó el padrón electoral, sospechado de estar ‘inflado’ desde 2.009, además de otros fraudes sistémicos, según denuncian investigadores del tema.
Morales recurre hoy al ‘relato político’ para satisfacer su narcisismo y también a sus afines locales, a los externos que le rinden pleitesía al populismo del Socialismo del Siglo 21 y a la izquierda acrítica. Pretende construir su ‘relato’, como si la historia, en tanto que sucesión de hechos argumentados, razonados, complejos y contrastados dialécticamente, necesitase de una narrativa literaria, dejando de lado a quienes les compete escribirla: a la sociedad, a los historiadores, los filósofos, entre otros.
El ‘relato político’, afirman los expertos en comunicación política, no se inventó para contar la verdad sino para ocultarla o simularla. Basta que incluya algunas verdades u hechos verosímiles para que una parte o gran parte de la sociedad llegue a una conclusión, previamente diseñada, mediante la creación de relatos falsos. En todo caso, “Fabricar un relato no es inocente.” *
Investigadores sobre el tema subrayan que el ‘relato político’ es un instrumento que apela a las emociones, a los sentidos, que simplifica la política, hasta convertirla en antipolítica y contra el sistema, para que la sociedad olvide los problemas reales que la aquejan. La construcción del ‘relato político’, apuntan, es una estrategia de persuasión. Su intención es modificar conceptos, cambiar la historia real, la democracia y las instituciones de la democracia.
El fenómeno de comunicación política generado por el deseo de fabricar ‘un relato’ se conoce como “la posverdad” que consiste en relativizar la verdad o desnaturalizarla porque deja de tener correspondencia con la realidad. También se conoce ese fenómeno como “hechos alternativos”, expresión que conlleva la manipulación de los hechos para obtener un resultado deseado: en este caso la aceptación de que Evo Morales fue víctima de golpe de Estado y no de una pacífica rebelión nacional.
Lejos de la inocencia, el ‘relato político’ en el que está empeñado Morales, es ahistórico, pero fiel al autoritario y antidemocrático “le meto nomas”.