Con la realización de las elecciones del 6 de diciembre contra viento y marea y sin ninguna concesión a unas condiciones mínimamente transparentes, se selló la intención del gobierno de Maduro de no ceder en su decisión de avanzar en el control absoluto de todos los poderes. En la afirmación de Delcy Rodríguez de que no les importa el reconocimiento internacional, se resume esa decisión.
Los resultados no fueron ninguna sorpresa salvo para algunos integrantes de la mesita quienes fueron por lana y salieron trasquilados como es el caso de Claudio Fermín, quien en desgarradoras declaraciones mostró su sorpresa por tan estrepitoso fracaso; otros como Luis Parra y Timoteo Zambrano tuvieron mejor suerte porque a pesar de no salir electos consiguieron que con alguna triquiñuelas y con el mayor desparpajo les adjudicaran su menesteroso curul.
Aún tomando como cierta la cifra de votantes informada por el CNE, no queda duda de que la victoria obtenida fue lo que llamaría el comandante eterno una victoria de mierda, con la más baja votación registrada desde el inicio de la era chavista a pesar de amenazas y chantajes descarados, muy lejana de aquellas cifras con los que soñó alguna vez Chávez. Pero victoria al fin, sobre todo si tenemos en cuenta que lo único que les importa es mantener el poder, aunque sea con una asamblea no reconocida por la comunidad internacional; cuya elección ha aumentado el repudio al régimen, como consecuencia de lo cual los créditos internacionales seguirán cerrados, el país seguirá languideciendo y el sufrimiento del pueblo venezolano en todos los órdenes de la vida seguirá creciendo.
Independientemente de que la Asamblea Nacional recién electa sea considerada írrita, el 5 de enero finaliza constitucionalmente el período de la AN y también el de la presidencia de Guaidó y la discusión en el seno de la oposición está centrada en la conveniencia o posibilidad de prolongar el período de ambos, una discusión necesaria, de la cual es de lamentar la hostilidad con que se desarrolla el daño que puede causar a la unidad hoy más necesaria que nunca.
Henrique Capriles asoma algunos argumentos que deberían tenerse en cuenta en la discusión pero con una animadversión tan visceral que dibuja un panorama Inviable. Prudencia y paciencia son virtudes que deben practicar quienes han alcanzado un importante lugar de liderazgo; antes de hablar deberían pensar en lo que sus palabras representan para sus seguidores. Personalmente me crea una gran decepción porque es un líder ha quien he apostado varias veces y muy cruciales:
En este momento no cabe duda de que la figura más representativa de la oposición es la de Juan Guaidó, figura llena de nobleza y valor, aún con un liderazgo disminuido tanto por errores cometidos, como por el desgaste natural al no haber podido obtener los logros aspirados y prometidos contra un gobierno devastador que se apoya en su poder de fuego y en la falta de mínimos principios. También es cierto que no ha sido la figura unificadora que se esperaba porque más allá de desvincularse formalmente de la disciplina partidista, pareciera seguir representando las orientaciones políticas de Voluntad Popular, en especial de Leopoldo López, líder indiscutible de ese partido, quien también expone sus criterios sin aclarar que no son abrazados por la alianza opositora.
En este sentido considero importante tomar en cuenta las declaraciones de la ministra de asuntos exteriores de España, Arancha González Laya, quien cree que la Unión Europea mantendrá el reconocimiento político a Juan Guaidó cómo líder de la oposición venezolana, sin aclarar con qué título jurídico, a lo cual agregó un muy buen consejo al que hay que prestar atención, que más que el nombre de la persona o su título jurídico o político, lo que más importa es la unidad de la oposición venezolana, que es lo que va a ayudar a alcanzar una solución negociada.
El liderazgo no es un decreto sino un logro y una responsabilidad, los partidos opositores y sus líderes para continuar siéndolo están obligados a dejar de lado personalismos y rivalidades para enfrentar el enorme y difícil desafío de recuperar a Venezuela. De sus aciertos depende en buena parte la suerte de migrantes, náufragos, famélicos, enfermos, industriales, comerciantes de las familias desunidas y en general de un país agotado y fragmentado. Ese es el verdadero reto que hay que enfrentar.