Carlos Andrés Pérez obtuvo la candidatura de Acción Democrática para las elecciones presidenciales de 1988 después de derrotar, sorprendentemente, al candidato del lusinchismo, Octavio Lepage. La percepción existente era que Jaime Lusinchi mantenía un amplio control de su partido después de haber designado gobernadores de estado a los secretarios generales de dicha organización política. El presidente Pérez creyó, equivocadamente, que su triunfo significaba la recuperación de ese control, circunstancia que podría permitirle avanzar en el programa de Ajuste Económico que pretendía implementar después del triunfo arrollador obtenido al alcanzar el 52,9 % de votos. Su más cercano contendor, Eduardo Fernández, sólo obtuvo el 40, 40 %, con una participación electoral del 81,90 %, reafirmándose así la vigencia del bipartidismo. Sin embargo ese resultado no se reflejó en la elección parlamentaria. Acción Democrática no logró la mayoría, surgiendo un Congreso Nacional de preponderancia opositora. La primera señal de las dificultades que enfrentaría en su gobierno la tuvo el presidente Pérez al ser designado Octavio Lepage, figura fundamental del lusinchismo, presidente del Congreso Nacional.
Al finalizar el gobierno de Jaime Lusinchi, la situación económica era de inmensa gravedad. En la práctica, Venezuela no tenía reservas internacionales. Era necesario que el nuevo gobierno tomara un conjunto de medidas económicas que, con seguridad, tendrían un importante costo político. El salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, el 16 de febrero de 1989, se convirtió en el centro del país. Desde allí, el presidente Pérez se dirigió a la Nación. Su discurso fue de gran trascendencia. Se percibía que en su redacción habían trabajado expertos económicos de gran formación, pero, desafortunadamente, la palabra presidencial no convenció suficientemente. Las medidas a aplicar fueron anunciadas: establecimiento de un nuevo esquema cambiario; liberación de las tasas de interés activas y pasivas; aumento anual del precio de la gasolina por tres años; racionalización de la política arancelaria; libertad de comercio y eliminación de exoneraciones para las importaciones; congelación de los cargos públicos; ajuste gradual de las tarifas de luz y teléfono; liberación del costo vigente del transporte público; establecimiento de un subsidio de 50 % para los fertilizantes; incremento del salario mínimo; subsidio directo a la cesta básica; creación de una red de mercados populares; fortalecimiento del plan de hogares de cuidado diario y otros apoyos a los sectores marginales.
Definitivamente, un extraordinario plan de reestructuración de la economía nacional. Si observamos a la distancia estas medidas debemos concluir que realmente era un ajuste posible con sacrificios razonables, mitigados con suficientes medidas compensatorias para reducir el impacto negativo que podían tener en los sectores populares. El punto más álgido era el aumento de la gasolina y su transferencia al precio del transporte, además de la ausencia de una necesaria dosis de negociación política con los sectores opuestos a las ideas neoliberales en Acción Democrática, COPEI, el MAS, los sindicatos y el empresariado. Se requería una importante dosis de humildad para conversar con todo el mundo, convencer a quienes no querían oír, ceder en lo intrascendente y negociar con habilidad hasta lograr el respaldo necesario. Carlos Andrés Pérez trató de hacerlo, pero no lo logró. Había demasiada intransigencia en todos esos sectores, en particular en Acción Democrática, que no percibían la gravedad de la crisis y sus consecuencias. A pesar de todo, la economía empezó a crecer demostrando lo acertado de las medidas, pero el malestar popular y la protesta permanente, incentivados por una intensa campaña de propaganda, empezaron a sentirse en todo el país.
El Caracazo, un estallido insurreccional popular que pudo haberse controlado sin mayores consecuencias, produjo en Caracas cerca de 200 muertos y un número indeterminado de heridos. La necesidad de emplear a las Fuerzas Armadas, debido a una situación de insubordinación existente en la Policía Metropolitana y el tiempo que transcurrió para ordenar y materializar su despliegue, permitieron la generalización del caos y la necesidad de utilizar las armas para frenar los graves hechos de violencia que empezaron a ocurrir en toda Caracas. Este doloroso acontecimiento, aviesamente utilizado por sus adversarios políticos y por los medios de comunicación en una feroz campaña de descrédito contra Carlos Andrés Pérez debilitó su gobierno de manera muy importante y contribuyó al fortalecimiento de una pequeña logia militar que protagonizó los intentos de golpes de Estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992. El fracaso de ambas intentonas dio paso a otra forma de acción: la demanda incoada por Ramón Escovar Salom en contra del presidente Pérez por un supuesto dolo en el uso de la partida secreta, aceptada por la Corte Suprema de Justicia y aprobada por el Senado de la República, para proseguir con su enjuiciamiento y posterior salida de la presidencia de la República
Es imprescindible, para determinar las causas de las difíciles circunstancias políticas y económicas actuales, evaluar objetivamente los hechos que produjeron la salida de Carlos Andrés Pérez de la presidencia de la República y sus nefastos resultados. Soy testigo de excepción de su actuación en el control y derrota de los dos alzamientos militares contra su gobierno. Su responsabilidad, valor, serenidad y entereza fueron factores fundamentales para lograrlo. Esas demostraciones debieron haber sido suficientes para que los venezolanos, y en particular su partido Acción Democrática, lo respaldaran para permitirle terminar su gobierno. Es inexplicable que la dirigencia nacional no haya entendido que provocar una crisis política tan grave, faltando tan poco tiempo para finalizar su período presidencial, iba a generar tan inconvenientes consecuencias para Venezuela. La primera de ellas fue el triunfo electoral de Rafael Caldera, respaldado por lo que se conoció como “el chiripero”. Esa alianza no tuvo la fuerza suficiente para transformarse en una organización política capaz de enfrentar con éxito al naciente movimiento chavista. La segunda fue el debilitamiento de los partidos tradicionales, Acción Democrática, COPEI y el MAS. La tercera el triunfo electoral de Hugo Chávez y el fin de la democracia. Sin embargo, a pesar de la virulencia de los ataques recibidos, Carlos Andrés Pérez jamás abusó del poder y siempre dio fehacientes demostraciones de sus inquebrantables convicciones democráticas mediante el respeto y acatamiento de las injustas decisiones tomadas en su contra.
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