Xulio Ríos: ¿Habrá acuerdo UE-China?

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China y la Unión Europea (UE) celebraron la 35ª ronda de negociaciones sobre un tratado de inversión bilateral entre el 6 y el 11 de diciembre. ¿Está más cerca la conclusión el acuerdo? Según algunas fuentes, Bruselas ha dado su sí con la plena conformidad de la presidencia rotatoria alemana y también del presidente galo Macron en conversación telefónica con Xi Jinping.

De confirmarse por parte china en los próximos días, Beijing podría cerrar este traumático año pandémico con dos grandes acuerdos comerciales que se le resistían desde hace más de un lustro. El acuerdo con la UE se sumaría en efecto al de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés) concluido el pasado 15 de noviembre y convertido en el acuerdo comercial más importante del mundo en términos de PIB.

La confirmada victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales estadounidenses y el anhelo explicitado de reparar las relaciones transatlánticas severamente dañadas por Donald Trump unido al llamamiento a coordinar estrategias en relación a China, hacía temer una nueva dilación. Sin embargo, de confirmarse el acuerdo en los próximos días, se demostraría cierta rotundidad del apelo a la “autonomía estratégica” reivindicada por Bruselas. Para la UE, el cierre del Brexit con un acuerdo con el Reino Unido y en paralelo con China a propósito de las inversiones también supondría una importante victoria política.

Para Beijing, la firma del tratado bilateral con la UE es un asunto mayor. Primero por la significación de su socio comercial, el segundo tras la ASEAN este año. Pero sobre todo porque ofrece un clarísimo contrapunto a la dinámica de confrontación con EEUU. Al firmar, quedaría claro que en gran medida el problema no es Beijing sino Washington que sigue añadiendo nuevas empresas chinas a su lista negra de entidades de control de exportaciones. El contraste entre los enfoques europeo y estadounidense en relación a China no podría ser más explícito como tampoco el balance.

Para llegar a esta conclusión, China ha debido efectuar concesiones que afectarían a los sectores inmobiliario, industrial y financiero, en línea con las demandas europeas de garantizar la debida reciprocidad, el respeto de la propiedad intelectual, negación de cualquier transferencia forzada de tecnología y restricciones en las subvenciones a las empresas estatales. A cambio, obtendría luz verde para seguir ganando presencia en la economía europea incluso en áreas sensibles como la energía.

Y no menos relevante aún: el acuerdo se plasmaría a pesar del incremento de las diferencias políticas en torno a dosieres sensibles como Xinjiang, Hong Kong y otros.

 

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