Nuestros grandes paladines, en sus trayectorias como dignos soldados y ciudadanos, en diferentes oportunidades, manifestaron y escribieron notas de emoción y dolor.
Hablaba entonces el corazón.
El 25 de julio de 1813, cuando el joven combatiente de 14 de años, Gabriel Picón, perdió la pierna derecha en el combate de Los Horcones; Bolívar, conmovido, desde Araure le envió un mensaje a su progenitor Antonio Rodríguez Picón:
“Y tú, padre, que exhalas suspiros
Al perder el objeto más tierno,
Interrumpe tu llanto y recuerda
Que el amor a la Patria es primero”.
En pleno fragor de la inmortal Batalla de Carabobo, Bolívar tuvo conocimiento de la muerte de su querido perro Nevado, regalado en Mérida.
Cuando vio al animal ensangrentado por un lanzazo, el Libertador se retiró en silencio, no sin antes derramar una lágrima por el dolor que lo embargaba.
El 16 de octubre de 1817, en Angostura, cuando oyó los disparos del pelotón de fusilamiento, que acabó con la vida del general en Jefe Manuel Piar, se comentó que Bolívar, derramó una lágrima por tan infausta muerte.
En Valencia el 25 de junio de 1821, luego de la magistral Campaña de Carabobo, al redactar el Parte del combate al Congreso, Bolívar, al referirse a la muerte del coronel Ambrosio Plaza, expresó:
“El general Plaza es acreedor a las lágrimas Colombia”.
El 15 de diciembre de 1819, al escribirles desde Angostura a los hermanos Francisco y Fernando Rodríguez del Toro, diría el Libertador:
“Jamás pienso en ustedes, sin gemir, jamás escribo a ustedes sin llorar”.
Bolívar luego de haber firmado el 26 de noviembre de 1820 los Tratados en Trujillo con el general realista Pablo Morillo, le informaba en una carta al general Santander:
“La pureza de este lenguaje, que es ciertamente de sus corazones, me arrancó algunas lágrimas y un sentimiento de ternura”.
El general Antonio José de Sucre al llegar a Bogotá procedente de Cúcuta, en mayo de 1830, al no conseguir al Libertador, le escribió:
“…Adiós, mi general, reciba usted por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted..
El 2 de julio de 1830, al conocer, en La Popa de Cartagena, el vil asesinato en Berruecos del Gral. Sucre, el “Abel de América”, Bolívar le escribió a la viuda:
“Todo nuestro consuelo, si es que hay alguno, se funda en los torrentes de lágrimas que Colombia entera y la mitad de América deben a tan heroico bienhechor”.
Para cerrar, evocamos al poeta romano Ovidio en su pensamiento:
“El alma descansa cuando echa sus lágrimas, y el dolor se satisface con su llanto”.
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