El 1 de diciembre el Presidente de Venezuela dijo que decretaba el inicio de la Navidad, aun antes había dicho que todo el país comería pernil en sus Navidades felices, porque el Gobierno bolivariano hacía de tripas corazones para que su pueblo valiente tuviese su pernil este diciembre sobre la mesa navideña. Palabras más palabras menos.
Desde entonces el pueblo en el interior del país empezó a soñar con esa carne de cerdo para las fiestas de diciembre. Todos los días en las colas del comercio se dejaban oír en las conversaciones expresiones como: ¿para cuándo llegará el pernil? ¿Cuánto irá a costar? Los más esperanzados decían: “Yo tengo unos churupos por ahí que ni los toco, porque la gente del Clap siempre llega pidiendo la plata de un día para otro y uno tiene que volar a ver dónde consigue el dinero”. Pero había quienes también decían: “Ojalá que den los kilos que nos tienen que dar como lo indicó el Presidente, porque hace dos años por fin me vendieron uno que era chiquito, puro pellejo y manteca”.
Los días pasaron, llegó la Nochebuena de Navidad, llegó el Año Nuevo, y el anhelado pernil nunca llegó. Simplemente el pueblo quedó engañado cual niño inocente al que un malvado le promete un regalo sabiendo que no se lo dará.
Pero guerra avisada no mata soldado, desde hace varios años se observó que, con suerte, lo entregan un año sí y un año no. Los que lo recibieron el año pasado sabían que a última hora inventarían algún pretexto para excluirles, alguna runa extraña, una lectura del tarot que se lo impediría, algún reglamento conocido solo por ellos. No sé por qué, pero siempre salen con algo para no entregar el pernil. Los comités locales de abastecimiento y producción al hacer la entrega del beneficio se escudan en decir que eso fue lo que les llegó. Es una cadena de justificaciones donde cada uno culpabiliza a los otros. ¿O será que todos son culpables? Es preferible evitar oír tales justificaciones porque al final podrían involucrarlo a uno como cómplice de alguna fechoría. Lo muy cierto es que hay una total desvalorización entre los integrantes de las estructuras de dichas instituciones.
Fuera de la mimada (o temida) Caracas eso sucede año tras año, trastocada de una u otra forma la ruta del pernil por manos inescrupulosas, es demasiada ingenuidad creer que este año sí se iba a hacer efectiva la entrega. Hay quienes (personas normales y adultas) aún esperan pacientemente que se lo puedan dar el día de Reyes. ¡Cómo juegan con la nobleza de un pueblo, con el estomago de los venezolanos, pero sobre todo cómo se les miente sin vergüenza alguna!
Para remendar el capote a última hora cambiaron la versión, dicen por acá que no era para todo el pueblo, sino solo para las bases de misiones, el que no estaba dentro de ese cuadro a llorar pa’l valle. El colmo es que en algunos CLAP cobraron el imaginario pernil (lo cobraron a millón y medio más una bolsa CLAP en un millón, total 2,5 millones que muchas familias desembolsaron), pero aún esperan, vestidos de paciencia. En verdad sí entregaron unos muy pocos pedacitos, como para justificar el grave error cometido contra los mismos revolucionarios que se quedaron con los ojos claros y sin vista.
Es demasiada ingenuidad pensar que a cada casa llegaría una hallaca y un pernil, sabiendo cómo está la economía del país y siendo testigos fidedignos de que no hay producción. Estimados compatriotas, mientras no seamos capaces de producir seguiremos siendo dependientes o como dicen por allí algunos de una manera que suena pedante: subdesarrollados.
De seguro en la mesa de usted, sus ministros y de los miembros del aparato militar abundaba el pernil asado y el buen jamón en la cena navideña. Quizás hasta brindaron por los santos inocentes del pueblo revestidos de fe.
La experiencia sirve de aprendizaje para no esperar que nos lleguen los beneficios, sino que los busquemos a través de nuestro propio esfuerzo.
Si fue que esto se planificó así adrede, porque nos portamos mal durante el año, perdónenos señor Presidente, pero no vuelva a crearnos tan apetitosos sueños para luego no cumplirlos. De todas formas se tomaron las previsiones, al momento de los doce deseos el pernil ocupó un puesto especial.
Tal vez llegue para la Paradura del Niño el próximo 2 de febrero. Sigamos teniendo fe, porque la fe mueve montañas. Si no, tomamos la otra opción, hacerle una pequeña carta desde ahora al Niño Jesús para que en el venidero año nos llegue de regalo el (literalmente) soñado pernil.
No olvide señor Presidente que ¡al inocente lo protege Dios!
Rafael Sanabria es Profesor. Cronista de El Consejo (Aragua) – rafaelsanabria17091979@gmail.com