Efraín Valenzuela un homenaje al poeta Hernán Soto
Una urgente y lacónica reminiscencia
El poeta brindaría una danza de palabras fecundamente disipadas. Poemas que bailan al compás de nuevas batallas, encontradas acometidas y mucho de cruzadas misteriosas. Una antípoda creadora y de amor diametralmente opuesta a la simétrica lógica cartesiana capitalista. Y su remembranza disipada y libertina no abandono, jamás ni nunca, el ritmo de estos tiempos, tan particularmente de luchas y combates. En todo caso, marcó la pauta de su categórica existencia, su militancia resueltamente creadora, su opción preferencial por los pobres y su ir y devenir citadino, atinado y demasiado urbano.
La ciudad le era el campo de acometidas y cruzadas. El poeta batallaría en todos los terrenos, en todas las arquerías, en todas las esquinas y en todos los pavimentados. El Barrio sería el escenario de su poiesis. La Urbe su clave musical. Siempre convocado por una lapidaria imagen de existencia, asiduamente cotidiana y citadina. Convocado por una heredad que deambularía al compás de su rumba callejera. Un desenfrenado impulso por la memoria también lo habitaba. Todo adquirió su nombre a horcajadas y ruidos compulsivos, en ecos revueltos, a pasos disipados, peligrosamente divertidos y desfandados amores, clandestinamente descubiertos.
Amores y dolores tal vez maleantes, atiborrados de sonoridad, compromiso político e histórico y de abundante poesía. La clave lo acompañó por infinitas veredas y por todos los pisos de una Torre de Babel contemporánea. Las reminiscencias tradujeron su hálito de gozo y presencia, su vaho envolvente y circundante. Su intrincada emanación de reyertas, de elegías, verso urbano y de oficio, comprometido y militante, creador y poeta. La cotidianidad la tejió en una vasta metáfora apenas sugerida, entre líneas que supieron construir la otra urbe, las oníricas vecindades, barrio amado y amante. Una oquedad de transparencia pulso sus atropellados versos exactos, de siempre compañero, encantados de alma camarada, entre asfalto y melodía. De versos de arrabal enamorado. Versos de cuadro militante. Versos de declarado amor desesperado e iracundo. Versos que reúnen a los doce apóstoles de cada esquina. Versos de temblor callejero. Es posible encontrar a Soto en el valor poético de la calle y en el despeje sonoro de los lamentos. El tiempo lo construyó para batallar. Hernán Jesús Soto era el guerrero de la guataca poética. Vino al mundo un 11 de diciembre de 1961 y cayó abatido por una perversa diabetes el primero decembrino de 2020. Camarada poeta, hasta siempre. Sus poemas danzaran por este barrio astuto de alegranzas:
El poema no tiene punto de partida
Tampoco de llegada
Cuando comienza la danza inútil
De las palabras