El mes de diciembre contribuyó a disipar, en buena medida, la nostalgia por la ruptura con los camaradas con los que se había compartido años de lucha en las más difíciles condiciones. A pesar de las profundas diferencias políticas e ideológicas existentes, evidenciadas en el duro debate durante casi dos años en el seno del viejo PCV, el factor humano siempre estuvo presente durante todo el proceso que dio origen al nuevo movimiento.
Un ambiente fresco y renovado dio inició el primer mes del año 1971.
La casa de la Juventud Comunista, situada en la avenida El Cortijo de la urbanización Los Rosales, era el centro de operaciones de los 22 miembros del Comité Central que habían protagonizado la ruptura. Sus actividades se dificultaban en virtud del hervidero de gente que, con entusiasmo desbordante, se disponían a incorporarse al partido que estaba por formarse.
Personas de todas las edades, dirigentes estudiantiles liceístas y universitarios, activistas de los barrios, académicos e intelectuales, artistas y sindicalistas, confluían ocupando prácticamente las aceras de la calle donde estaba ubicada la sede de la JC.
Estaba naciendo un proyecto político renovador del pensamiento de la izquierda, que trascendió nuestras fronteras, porque concebía la lucha por el cambio y la justicia social, indisolublemente vinculada a la lucha por la libertad y la democracia. Un movimiento no atado ni dependiente de centro de poder internacional alguno. Abierto al libre juego de las ideas y al debate coherente con el proceso que le dio origen, donde la crítica al stalinismo, a la invasión a Checoslovaquia, a los dogmas y al modelo de partido, posibilitaron reivindicar el socialismo con rostro humano.
Siendo el Movimiento al Socialismo un proyecto colectivo, es indudable el papel decisivo que jugó en la elaboración teórica de su pensamiento político Teodoro Petkoff, sin disminuir el rol desempeñado por los otros integrantes del liderazgo histórico, donde destacan, entre otros: Pompeyo Márquez, Freddy Muñoz y Luis Bayardo Sardi.
El congreso fundacional se realizó del 14 al 17, en el club Solaz de Monte Piedad, posteriormente se acordó celebrar como fecha aniversaria el 19 de enero. Con los escasos recursos disponibles la dirección electa se dispuso a desplegarse por todo el país, viajando por tierra para organizar el entusiasmo que la nueva organización había despertado, generando la incorporación de nuevos integrantes al movimiento, que no provenían de la misma militancia de la generación fundadora.
La creatividad e irreverencia se proyectó en las diversas actividades de la organización, en el área propagandística se innovó en los contenidos y formatos de la propaganda gráfica. En su época, los afiches, murales y la edición de billetes causaron verdadero impacto. En materia organizativa el experimento de «movimiento de movimientos» logró aciertos en el gremio de los periodistas (Movimiento Prensa Libre), en los educadores (Simón Rodríguez), ingenieros con el Antonio José de Sucre.
El mismo año de fundado el MAS obtuvo dos importantes triunfos. El primero en las primeras elecciones estudiantiles después de la intervención de la UCV, donde las otras fuerzas de la izquierda tradicional y algunas emergentes llamaron a la abstención.
La juventud del MAS se enfrentó a esa política, llamando a votar y obtuvo un triunfo rotundo al ganar nueve de las once facultades.
La otra victoria importante fue la del sindicato de Sidor, en una dura confrontación con los «sindicaleros» tradicionales.
Al referirse a los resultados electorales nacionales, José Ignacio Cabrujas acuñó la frase del «6% histórico». Si bien es cierto que en materia de la elección presidencial la votación del MAS giró alrededor de ese porcentaje, hay una realidad que no puede pasar desapercibida: en las elecciones regionales ese porcentaje se duplicó y en distintos momentos se ganaron gobernaciones tan importantes como Zulia, Aragua, Lara, Sucre, Portuguesa y Delta Amacuro.
Al cumplirse medio siglo de la fundación del Movimiento al Socialismo he querido recordar los inicios de su época luminosa, donde también hubo fallas y falencias que no tenía por qué destacar. En todo caso, en las etapas posteriores quedó demostrado que, como suele suceder históricamente, el relevo no estuvo a la altura de la generación fundadora. De esa crítica no está exceptuado quien escribe esta nota.
Luis Manuel Esculpi es dirigente político, parlamentario jubilado del antiguo Congreso de la República – @lmesculpi