Maxim Ross: Venezuela el eslabón perdido entre economía y política

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Antes que todo: Reciban mis lectores mis deseos por un 2021 mucho mejor que este inolvidable 2020. En lo personal, porque no estoy seguro de que podamos superar los grandes problemas nacionales, en especial rescatar la democracia y prosperidad económica sostenibles, temas sobre los cuales ofrezco la siguiente reflexión.

Comienzo por decir que no encuentro en los análisis que leo el “eslabón perdido” entre lo político y lo económico, porque veo separados ambos temas. Algunos promueven el cambio político y otros examinan y recomiendan medidas para el cambio económico, pero afirmo que no existe una mecánica simple de relación entre ambas y ese es el “eslabón” que hay que construir para alterar la ruta económica y política que estamos experimentando.

Por una parte, el cambio político no produjo una prosperidad económica sostenible esparcible para todos. El caso de esta revolución es la mejor prueba con un terremoto político que solo reprodujo ruina y miseria. Por la otra, el cambio económico que se intentó antes no fue acompañado de su versión política.

Frente a la situación actual hay quienes piensan que basta con conseguir un “buen piloto”, para enderezar la ruta pero de eso hemos tenido bastantes en el pasado y nunca se lograron esos objetivos[1]. Se perdieron en el conflicto político y en la miopía del corto plazo. Ahora que estamos ante una franca destrucción generalizada, sin una economía productiva e instituciones válidas para la reconstrucción y con un grave deterioro social que obliga a rescatar a la gran mayoría: ¿Basta un piloto?

Me temo que ese “eslabón perdido” entre economía y política está por definirse y encontrarse, si estamos realmente interesados en conseguir aquellos dos objetivos, pues, por un lado, podemos quedarnos en una recuperación económica endeble y, cuidado si transitoria a conveniencia del gobierno y sin avances democráticos significativos. Entonces, no se trata de cambiar al piloto, sea proveniente del poder actual o de uno nuevo, pues la profundidad de los daños obliga a una “cirugía mayor” que puede no lograrse con un gobierno de “salvación nacional” o con esa propuesta de “dialogo nacional”, de entrada sesgada y limitada políticamente.

Estamos, frente a un cuadro complejo que, por varias razones, no puede resolverse solo en el terreno político. Primero que nada porque ninguno pareciera representar genuinamente a la gran mayoría a juzgar por los recientes eventos electorales y consultivos. Segundo, porque la legitimidad de ambos actores ha sido cuestionada, por unos y por otros y, principalmente por sus propios soportes. Tercero, porque hay que construir ese eslabón entre economía y política.

Creo que este se encuentra en repensar un verdadero consenso entre ambos mundos y ese es el Acuerdo que hay que empezar a edificar, pues solo la coincidencia de un Acuerdo Político y un Acuerdo Económico, ambos en mayúsculas, podría lograr restaurar una democracia plena y una prosperidad sostenible que alcance a todos los venezolanos. Cualquier opción que sacrifique uno de estos dos objetivos, es mezquina y contraria al interés nacional.

¿Por qué abogar por esta alternativa? Primero y principal porque ya el gobierno entendió que sin las fuerzas productivas privadas, nacionales o extranjeras no puede sobrevivir. Ese arreglo es el que está buscando con declaraciones y con su nueva Ley Antibloqueo. Segundo porque hay que entender y aceptar, aun a regañadientes, que sin las fuerzas que lo apoyan, la oposición sola no puede. Tercero, porque un Acuerdo de esta naturaleza si  garantizaría un futuro más estable y duradero y! quizás! ¡Quizás! unificar el apoyo de la comunidad internacional, inclusive de quienes se estado de lado y lado. ¿Utópico? Es posible, pero bastante mejor que un futuro inestable y regresivo para todos.

Finalmente: ¿A quién le toca la responsabilidad de construir esta posibilidad? Categóricamente respondo: A las fuerzas vivas de la sociedad venezolana que han sido los más afectados. A los antes expropiados o confiscados, a los marginados profesionalmente por salarios de hambre. A los educadores, maestros y profesores. A los gremios empresariales, a las Universidades abandonadas o condenadas a la desaparición.

Es allí, precisamente, donde se necesita al piloto que pueda conducir el vuelo a un aterrizaje suave y seguro y sepa sobrevolar en estos tiempos de turbulencia y tempestad. Ese “piloto” tiene, entonces dos tareas. La primera, tomar la iniciativa de convocar a la sociedad civil organizada para un encuentro en defensa de sus más vitales intereses. Luego, y, desde allí, intentar el encuentro de todos los venezolanos con una agenda sustantiva que ponga la mira en la prosperidad y en la consolidación de nuestra democracia.

[1] Excluyendo el Pacto de Punto Fijo cuando se lograron consensos mínimos.

 

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