Cuando la pandemia pase –valga la letanía-, el tapabocas se queda. Lo que no pudo lograr Michael Jackson con toda su popularidad, lo hizo posible una peste planetaria. Tal vez porque la mascarilla del cantante solo le lucía a él, siempre tan extravagante. A los demás les daba una apariencia de técnico dental, pintor de autos o soldador municipal. El miedo pandémico nos acostumbró tanto al tapabocas que no va a resultar fácil desaprender su uso. Ya forma parte del paisaje social y síquico, como un rictus.
Un visionario modisto italiano decidió sacarle provecho a eso e inventó una corbata que sirve a la vez de tapabocas. O viceversa. El deprimido mercado de la prenda se disparó. El cliente se pone su corbata y, de inmediato, desde el nudo, se la sube hasta la nariz, sin necesidad de estar ahorcándose por las orejas con unas cintas elásticas. Al eliminar este dispositivo, resulta también más higiénica. El entusiasmado modisto promete que tan pronto satisfaga el mercado corbatero, incursionará en las de lacitos o pajarillas y en las bufandas tapabocas. Allí hay un nicho inexplorado e inexplotado.
Este éxito de marketing indica que el tapabocas ya no se va. Se queda. Además, la gente se acostumbró a mirar a los ojos, cosa que hace años había dejado de hacer desde la irrupción de los celulares. También se acostumbró a los besos traperos –o sea, tela de por medio- alcanzando distintos grados de sensibilidad, al convertir la mascarilla en una especie de segunda piel, de algodón o de polietileno. Los retozos amorosos están penetrando territorios desconocidos. Los sexólogos del siglo XXI lo llaman la dimensión ero-pandémica. Un espacio todavía virgen, como Andrómeda, la galaxia.
Italia es uno de los países más castigados por el coronavirus, pero encontró una forma de sacarle alguna ventaja. Tenía que ser por el lado de la moda, tan en la tradición de Roma y Milán. La corbata tapabocas podrá confeccionarse de seda o lana de vicuña. En el trópico se pueden usar desde la piel de chigüire hasta el cuero de baba curado. En su alborozo, Italia presiente estar a las puertas de un nuevo renacimiento, como cuando inventó los acueductos, aunque algunos consideran que su verdadera huella en la humanidad la produjo la pizza, si lo sabrán los policías de Hollywood.