El historiador marabino, Lombardi Boscán, director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia, asegura que el sustento histórico sobre la modificación de la bandera nacional sí existe, sin embargo, considera que la anexión es inoportuna a la luz de la situación del país. Y sobre todo para Maracaibo, una ciudad fantasma que se encuentra sumida en el abandono
La noche del 20 de enero de 2021, Nicolás Maduro se acordó de que Maracaibo existe y queda en Venezuela, el país que gobierna desde 2013. Después años de abandono y olvido histórico, que se remontan más allá de su gobierno y se reflejan en las actuales carencias de la capital del estado Zulia, el mandatario le pidió a su nueva Asamblea Nacional que estudiara y debatiera la anexión de una novena estrella a la bandera en conmemoración al bicentenario de la liberación de la provincia marabina del Imperio español.
Maracaibo fue el último bastión realista de la independencia de Venezuela que, en 1821, ya formaba parte de la República de Colombia, llamada por los historiadores “Gran Colombia” para distinguirla de la actual. Durante los primeros 10 años de la guerra, los marabinos siempre se mantuvieron leales a la Corona española, en contraparte a la alianza provincial encabezada por Caracas junto a Margarita, Cumaná, Barcelona, Barinas, Mérida y Trujillo, las primigenias siete estrellas de la franja azul.
Coro, Guayana y Maracaibo fueron las únicas ciudades que no reconocieron los sucesos políticos desenlazados a partir de 1810. Ni la Junta Conservadora del 19 de abril, ni la independencia absoluta del 5 de julio.
La incorporación de la octava estrella en el año 2006 por parte del entonces presidente Hugo Chávez inauguró una época de revisiones del pasado: desde los símbolos patrios, hasta nombres de estados, autopistas, parques y obras de infraestructura. La historia puesta al servicio del poder.
Aunque los historiadores y la sociedad civil han criticado estos cambios toponímicos y alteraciones de la simbología nacional –que encuentran justificación en la nueva historia oficial escrita por los plumarios del Centro Nacional de Historia y ahora del Centro de Estudios Simón Bolívar–, lo inoportuno de esas acciones, en medio de otras urgencias y demandas nacionales, es lo que hoy crispa a la gente, pues, parecen improvisaciones que buscan distraer la atención de los problemas reales.
Eso es lo que opina el historiador marabino Ángel Rafael Lombardi Boscán, autor de Banderas del rey: los realistas y las guerras de España en América (1810-1823), que recoge la voz y el testimonio de los antihéroes, de los españoles peninsulares y criollos que decidieron apostar por la monarquía en detrimento del orden republicano. En una entrevista desde su casa en Maracaibo, sin electricidad ni conexión a Internet, nos cuenta sobre la pertinencia histórica y las posibles razones detrás de este hecho.
—La liberación de la provincia de Maracaibo –el último bastión realista– que la mayoría conoce ocurrió con la batalla naval del Lago, el 24 de julio de 1823. ¿Qué pasó, entonces, el 28 de enero de 1821?
—Para entender el proceso histórico en el occidente de Venezuela hay que ir a los hechos. Fíjate, es una percepción errada la de la mayoría de los venezolanos pensar que ocurrió la liberación definitiva de Maracaibo el 28 de enero de 1821. En los últimos meses de 1820 se firmó un armisticio entre Simón Bolívar y Pablo Morillo. El famoso abrazo en el pueblo de Santa Ana, en los Andes. Ese armisticio tuvo una duración de seis meses y tenía que ser prorrogado.
Bolívar lo hizo porque buscaba el reconocimiento de la causa que él estaba defendiendo. Él quería el reconocimiento como beligerante y eso lo consiguió con el armisticio porque la guerra ya la tenía ganada. Él derrotó al ejército realista en la Nueva Granada en agosto 1819, en la batalla de Boyacá que fue decisiva.
Morillo estaba a la defensiva en Venezuela porque no tenía ayuda de la metrópoli. Se quería marchar a España. Solicitó su relevo una docena de veces, porque sabía que sin refuerzos ni apoyos no podía ganar la guerra. Además, todo el ejército español no era español, sino que estaba formado por venezolanos, por nacidos en estas tierras. Lo más que tenía Morillo era una oficialidad española que lo acompañaba, pero aun así muchos de ellos provenían de la vida civil, como Francisco Tomás Morales.
En los primeros meses de 1821, Morillo se fue a España porque logra concretar su renuncia, y esto desmoraliza la causa del partido realista. Lo sustituyó Miguel de La Torre. Fue cuando Bolívar violó el armisticio y envió a Rafael Urdaneta a Maracaibo, donde el Cabildo, de manera oportunista y pragmática, el 28 de enero de 1821, se plegó a la causa republicana, abandonando a la monarquía. ¿Por qué lo hace? Porque Urdaneta invadió, no había ejércitos que pudieran auxiliar y esa era la realidad.
En ese mismo año de 1821 ocurrió la batalla de Carabobo, que fue el golpe de gracia a Miguel de La Torre y a las fuerzas realistas que defendían a España en Venezuela. Miguel de La Torre quedó emboscado en Puerto Cabello, lo relevaron del mando y se fue a Puerto Rico. Lo sustituyó Francisco Tomás Morales, su mano derecha en Carabobo. A su vez, él era un soldado proveniente de la vida civil y de origen canario que acompañó a José Tomás Boves en 1814. Desde Puerto Cabello, sin refuerzos, con un movimiento de total y absoluta audacia se lanzó a la reconquista del occidente de Venezuela. Logró arribar y reconquistar Coro, Maracaibo y Trujillo. Allí se hizo fuerte y pidió auxilio al exterior, a Cuba sobre todo.
Eso es lo que explica la batalla naval del Lago el 24 de julio de 1823, en donde no hubo un acuerdo entre los dos jefes realistas, Morales y el almirante Ángel Laborde. Tuvo que lidiar contra la escuadra republicana de José Prudencio Padilla en total desventaja, pero esa es otra historia. Este es el por qué en 1821 hay unas circunstancias distintas a 1823.
Pregunta —Entonces, ¿la incorporación de la novena estrella sí tiene base histórica? Porque la Ley referida a los símbolos patrios dice que la bandera está inspirada en la de 1811, pero entre las provincias firmantes no estuvo Maracaibo.
Repuesta —Sí tiene base histórica. Todas las provincias que conformaban la territorialidad de Venezuela entre 1810 y 1811 merecen ser incorporadas, de manera simbólica, con su estrella en la bandera. Eso es un acto de unidad nacional, de reconciliación nacional, de justicia histórica. ¿Por qué? Porque la independencia no fue solamente un conflicto internacional en contra de una potencia colonial, como lo era España, sino que básicamente fue una guerra civil, un conflicto interprovincial, entre distintos países. Caracas se alió con Barcelona, con los Andes que se zafaron de Maracaibo, aprovechando el 19 de abril de 1810 para romper la relación administrativa que tenían con esa provincia y con la que no estaban de acuerdo. Entonces, claro que tiene base histórica.
El problema es que quienes están proponiendo esta iniciativa no creo que tengan el fundamento histórico requerido, justo y respetuoso de los hechos del pasado para proceder con esa intención. Los tiros van por otro lado, como siempre, es decir, una medida más populista basada en el momento actual para desviar la atención de los graves problemas que vive la sociedad venezolana en el presente.
Lo mismo ocurrió con la octava estrella de Guayana. Lo mismo pasó con doblarle el pescuezo al caballo en el escudo nacional. Un gran gesto histórico como este puede terminar banalizado. El fundamento de fondo es la reconciliación de unas memorias que están rotas, el reencuentro de una historia partida, de una historia que merece ser asumida no solo y de manera exclusiva desde Caracas, sino desde cada provincia. El origen de Venezuela es el de un estado federal, y esas son las relaciones primigenias que debemos volver a reincorporar en el país.
—La decisión contrasta porque esa liberación está enmarcada dentro del proyecto de la República de Colombia y, aunque Venezuela estaba incluida, ellos usan el hecho sin caer en esas precisiones importantes.
—Sí, en un estricto sentido se puede decir que sin la batalla de Boyacá de 1819 no hay Carabobo en 1821. Y sin la ayuda inestimable de los neogranadinos, Bolívar no hubiese tenido la Campaña Admirable de 1813 y mucho menos Carabobo. Lo que pasa es que eso que tú comentas, esa interpretación es parte del discurso nacionalista, que es endógeno y terriblemente chauvinista. Lo mismo pasa en Colombia respecto a nosotros.
—Aunque el gobierno ha mostrado interés por cambiar la historia, esta decisión pareciera ser improvisada, sin explicación plausible. ¿Cuál cree usted que es la razón que hay detrás?
—Hay muchas razones extrahistóricas y creo que son las que prevalecen. Primero, para dar un paso de esta naturaleza debieron buscar el asesoramiento de historiadores y científicos sociales para justificar de manera adecuada este importante hecho que tiene toda una simbología, que es toda una representación de un sentimiento nacional y con esto no se juega.
El problema es que un acto tan trascendente e importante, como lo es la incorporación de una nueva estrella a la bandera, corre el riesgo de ser superfluo y banalizado. Ese es el gran peligro, porque a la larga es otro acto de distracción, otro más, que el gobierno asume para distraer la atención de los graves problemas que se viven en Venezuela. Es decir, quitarse un lastre tan grande ante problemas tan acuciosos como el de los servicios públicos, la violación de los derechos humanos, un Estado de derecho a la deriva, lo que todos sabemos: el colapso de la sociedad venezolana, algo que pareciera ser premeditado y sin reversión. Recurrir al pasado de una forma distractora es una manera de quitarse ese lastre, o por lo menos de matizarlo.
—La propuesta también es paradójica: Maracaibo, y todo el estado Zulia, han estado huérfanos de gobierno, abandonados, por lo que cabe preguntarse: ¿en qué beneficia esta decisión a los zulianos?
—La gente en las redes sociales dice que está bien, que no nos vamos a poner bravos por eso, pero lo primordial sería que atendieran el colapso de los servicios públicos. Por ejemplo, esta entrevista la estoy dando sin electricidad en mi vivienda. Que repongan los salarios, la vida social, la normalidad, la rutina que hoy está de cabeza. El zuliano quiere que, en primer lugar, su estado sea bien tratado por sus propios gobernantes. Después de eso, bienvenida la novena estrella, pero en este momento la ecuación está al revés y hay que ponerla en orden. La prioridad en este momento, para la mayor parte de la población, es la restitución de los servicios públicos en un sentido pleno y, claro, con el Estado de derecho.
—Lo de la octava estrella tiene aparentemente sustento en un documento del Libertador que data de 1817. ¿Existe un documento para la novena o el gobierno hace dibujo libre con la historia?
—Tenemos que empezar a independizarnos del Libertador. Que si el Libertador dejó un decreto para la novena estrella, que si esto y lo otro… No, si eso no existe igual se lo pueden inventar, o si existe lo usarán como justificación, pero eso no está bien y no hace falta.
La novena estrella sí tiene una razón histórica de fondo. Maracaibo tiene todo el derecho de tener una estrella en la bandera. Es la conformación de la historicidad del territorio venezolano en distintas provincias con autonomías propias, pero el pacto federal fue subvertido después de la independencia. Los tres siglos coloniales crearon las condiciones de una realidad federal, de unas autonomías que tenían su propio autogobierno. ¡Y todo eso se dislocó después de la independencia! Porque el mismo Bolívar propugnó un sistema de gobierno contrario, el centralista, con el que concentró todo el poder en la capital en detrimento de las autonomías de estas provincias. Eso sigue hasta ahora: Maracaibo hoy es el mejor ejemplo de esa desigualdad.