Cualquiera puede ahora monetizar pornografía casera. O seducción, si no se quiere llegar a tanto. Solo se necesita algún dispositivo con cámara, conexión a internet, la voluntad de hacerlo y algo de creatividad. ¿Te suena OnlyFans?
El sexo vende. Lo saben los publicistas y lo saben las chicas que hacen dinero comercializando sus fotos y videos eróticos sin intermediarios. El viejo negocio se ha visto sacudido por las nuevas herramientas que permiten mayor libertad para que cada quien emprenda la actividad por su cuenta. Y el confinamiento ha aportado otro tanto en materia de impulso. Tres de mujeres cuentan aquí su experiencia en el mundo de la venta del contenido sexual amateur.
Jasemi, argentina, 27 años
Tiene tres años en el negocio. Previamente trabajó como acompañante terapéutica y como promotora de perfumes, pero eran trabajos que exigían un horario laboral incompatible con su vida de estudiante de Psicología.
Para Jasemi, lo mejor de dedicarse a vender contenido sexual es la libertad que siente al no estar atada a un horario. Empleando un día a la semana para crear y editar su material, le sobra el tiempo libre para hacer lo que le plazca. Además, genera ingresos que con un trabajo convencional —por su edad y formación—, no podría conseguir.
Sin embargo, esa libertad está restringida por la dependencia de las redes sociales para promocionar su contenido. Recientemente su cuenta de Twitter, en la que acumulaba 50 mil seguidores, fue eliminada, y significó para ella la reducción de casi la mitad de sus ingresos: “Saber que en cualquier momento puedes desaparecer de la virtualidad es angustiante y genera mucha incertidumbre”.
En sus mejores meses, Jasemi puede juntar más de 1.600 dólares: “Es poco en comparación con otras chicas que hacen una cantidad de plata impresionante, pero me sirve para vivir cómodamente. Es un sueldo relativamente bueno dentro de mi país, y me sobra para ahorrar, así que no me quejo”.
A estas alturas, tampoco se oculta: “Mi familia sabe que me dedico a esto. Quizás tuvieron mucha curiosidad al enterarse, por no entender bien cómo funciona, pero no hubo mayor problema. De todas formas, la relación con ellos no es de mucha intimidad, no somos de los que se cuentan todo, de modo que no tuve que preocuparme por lo que podrían pensar. No me condicionan en absoluto”.
No le preocupa demasiado por el hecho de que su imagen desnuda quede expuesta en internet: “Si el día de mañana quiero dedicarme a otra cosa en la que me resulte contraproducente la existencia de una foto mía rodando en internet, puede que sea un dolor de cabeza, pero sería cuestión de sentarme, buscarla y denunciarla. O quizás nunca me importe. Tampoco tengo tanta exposición como otras chicas que sí se han viralizado y han tenido que sufrir al ver cómo su contenido se riega por todos lados sin su consentimiento. Yo soy una más del montón”.
Jasemi asevera que desde que comenzó este trabajo no solo sus ingresos han aumentado: su deseo sexual también se ha potenciado.
Anubis, española, 29 años
Ella no es egipcia ni se encarga de conducir a los muertos al tribunal de Osiris, claro está. Anubis es el pseudónimo que utiliza en internet para separar el trabajo de su vida privada.
Como muchas otras chicas, Anubis comenzó a vender contenido sexual en plena pandemia. Antes se dedicaba a una variedad de trabajos; camarera, dependienta, limpiadora, o cualquier otra cosa que lograra conseguir. Pero con la imposición de la cuarentena decidió probar suerte en OnlyFans —una red social similar a Instagram, pero en la que se debe pagar una suscripción para poder acceder o seguir a un determinado perfil—, y no solo resultó que la plataforma le generaba dinero —unos mil euros aproximadamente—, sino que disfrutaba y se sentía cómoda exhibiéndose a sí misma.
“Tengo otros planes a largo plazo, aunque también planeo seguir creando contenido, porque esto me da la posibilidad de planificar mi futuro, que de momento es seguir estudiando Maquillaje y Caracterización, y el día de mañana poder comprarme una casa. Para poder conseguir ciertas cosas, se necesita pasar por ciertas etapas”, explica Anubis.
Parte de su trabajo consiste en publicar imágenes, responder mensajes y cumplir peticiones de sus clientes: “Los fetichistas sexuales siempre solicitan cosas muy raras, pero no me han pedido nada fuera de lo normal; que a lo mejor grabe algún video follando con cierto tipo de música, o a lo mejor que me haga pipí encima de los pantalones”.
Ahora ella atraviesa una etapa en la que no se siente tan bien consigo misma y no le apetece crear contenido porque le molesta o le da pereza. Pero la naturaleza del negocio le exige estar contantemente activa; si no lo está, deja de hacer dinero que su competencia sí percibirá. “Mucha gente se está dedicando a esto, y tienes que lidiar con ello: hacer muchas promociones, y, sobre todo, cuidar mucho a tus usuarios, a tus fans”.
Asegura que ver y hacer diariamente pornografía hace que el sexo se normalice: “A veces, ver un pene o una vagina no resulta excitante. Igualmente, con mi pareja sigo disfrutando del sexo, pero sí es cierto que de vez en cuando se vuelve un poco monótono, aburrido. Hay momentos en los que no tienes ganas y no disfrutas, pero hay que saber separar los polvos personales que se disfrutan y los que se hacen para grabar y publicar”.
Nayla, española, 27 años
Nayla lleva un par de años vendiendo contenido sexual. Su último trabajo era de cocinera, y se animó a cambiar de rubro porque tenía varias amigas, entre actrices porno y escorts, que estaban haciendo bastante dinero en OnlyFans, y aquello la convenció. Cada mes hace aproximadamente 3.000 euros.
Para ella es un trabajo adictivo: “En cuanto te despiertas, lo primero que haces es abrir tu página de OnlyFans, contestar todos los mensajes, abrir todas las peticiones… Y te da rabia enterarte de que te han hecho una petición mientras dormías porque te das cuenta de que has estado perdiendo dinero”.
sexo
La variedad de las peticiones que pueden recibir las chicas en OnlyFans es infinita. Depende únicamente de la creatividad de quienes las solicitan. Nayla comenta que le han pedido muchas cosas “raras”, pero asegura que, de todas, la que menos le agrada son aquellas relacionadas a la coprofilia, o la excitación sexual que se da a través de las heces.
No está dispuesta a dedicarse a la pornografía convencional por un tema monetario. El contenido que ella misma decide subir a OnlyFans le permite lucrarse mensualmente. En cambio, si hiciese una porno, recibiría un único pago y luego su imagen quedaría mercadeándose por ahí sin representar beneficios para ella.
Pero trabajar en la industria pornográfica de manera independiente también tiene sus flancos negativos. Nayla no solo admite que a veces le aburre el oficio, sino que asegura que tener el sexo siempre en mente hace que se viva de otra manera, que se disfrute menos y que se vea como algo más aburrido: “Ya no es lo mismo. Disfrutas más de la sexualidad cuando no es una herramienta de trabajo ni algo de lo que dependes para vivir”.
Andres Gerlotti – El Estímulo