El presidente Biden es quizás el mandatario estadounidense más devoto de su fe en medio siglo: asiste con frecuencia a misa, ha reflexionado sobre la ascendencia de su fe católica en su vida y sus políticas y se enfoca en combatir la pobreza, el cambio climático y la desigualdad racial.
Horas antes de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prestase juramento para asumir el cargo, ingresó a la primera fila de bancas en la catedral de San Mateo el Apóstol, la sede del Washington católico, y admiró los mosaicos en la parte posterior del altar.
Un grupo cercano de familiares, amigos y líderes del Congreso se reunió para la misa, en el lugar en que el papa Francisco habló en 2015 y donde se realizó el funeral de John F. Kennedy, el primer presidente católico romano del país.
Cuando llegó la hora de la homilía, el padre Kevin O’Brien, presidente de la Universidad de Santa Clara y amigo de la familia Biden, comparó el mensaje que el mandatario estaba próximo a pronunciar en la toma de posesión con las palabras de Jesús.
“Tu servicio público es animado por la misma convicción”, dijo, “ayudar y proteger a la gente y promover la justicia y la reconciliación, especialmente para aquellos que con demasiada frecuencia son ignorados y abandonados. Este es tu noble encargo. Esta es la convocatoria divina para todos nosotros”.
El gobierno entrante de Biden trae consigo muchos cambios. Uno de los más significativos: un presidente que ha pasado toda su vida inmerso en rituales y prácticas cristianas.
Biden, tal vez el comandante en jefe más devoto a su religión que se ha visto en medio siglo, asiste con frecuencia a misa y habla sobre cómo su fe católica es la base de su vida y sus políticas.
Con Biden, un cristianismo diferente y más liberal está en ascenso, menos enfocado en políticas sexuales y más en combatir la pobreza, el cambio climático y la desigualdad racial.
Su llegada ocurre tras cuatro años en los que el cristianismo conservador ha reinado en la cúpula del poder estadounidense, personificado por evangélicos blancos decididos a acabar con el aborto y protegerse contra lo que ellos consideran invasiones a sus libertades. Su devoción al expresidente Donald Trump era tan ferviente que muchos se presentaron en Washington el 6 de enero para protestar contra el resultado de la elección.
El liderazgo de Biden es un repudio a la afirmación de muchos líderes conservadores de que los demócratas son anticristianos de manera inherente.
Su ascenso ocurre en un momento en el que menos demócratas registrados se identifican como cristianos. Casi la mitad no tiene ninguna afiliación religiosa o son creyentes de otras fes, una porción que ha crecido de manera significativa en los últimos años, de acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew; alrededor del 80 por ciento de los republicanos registrados son cristianos.
Sin embargo, la influencia actual del cristianismo liberal en el Partido Demócrata va más allá de Biden. El senador Raphael Warnock, pastor de la Iglesia Bautista Ebenezer en Atlanta, ganó la elección con una campaña basada en la teología de la liberación negra. El domingo posterior a su victoria, Warnock predicó sobre Juan el Bautista, el “problemático relator de la verdad”, dijo, quien fue decapitado por el rey Herodes por su testimonio profético.
La representante Cori Bush, una pastora que dirigió Kingdom Embassy International en San Luis, ha comenzado su gestión en el Congreso al hablar en favor del ingreso básico universal. La representante Alexandria Ocasio-Cortez conecta su fe católica con su impulso para reformar las políticas de atención médica y medioambiente. Ha dicho que su pasaje bíblico favorito es uno en el que Jesús, enojado, expulsó a los mercaderes del templo.
En el discurso que pronunció el día que asumió el cargo, Biden se planteó a sí mismo y al país en una visión moral cristiana que hace espacio para una sociedad pluralista, a diferencia de su predecesor, quien prometió convertir a Estados Unidos en un cierto tipo de nación cristiana. Biden citó a san Agustín, “un santo en mi Iglesia”, dijo, quien escribió que “el pueblo era una multitud definida por los objetos comunes de su amor”.
San Agustín, el obispo norafricano del siglo IV, reconoció que ninguna comunidad política iba a ser la ciudad de Dios en la Tierra, explicó Eric Gregory, profesor de Religión en la Universidad de Princeton. Este pasaje, de la obra del santo titulada La ciudad de Dios, se ha usado en el siglo XX “para dar paso a una manera no teocrática en que los cristianos puedan entender qué significa ser ciudadanos en una sociedad plural”, mencionó.
Para Biden, “fue un esfuerzo sutil y explícito para mostrar una visión diferente de la manera en que un cristiano podía imaginarse como parte de un Estados Unidos diverso, uno que sea definido por esos objetos comunes de su amor, y no por el odio, el temor ni la exclusión”, dijo.
Mientras que los católicos conservadores han intensificado las políticas en torno al aborto y la libertad de culto durante los últimos cuatro años, las prioridades políticas de Biden reflejan las del papa Francisco, quien ha buscado redireccionar la atención de la Iglesia de las políticas sexuales a temas como protección al medioambiente, pobreza y migración.
En su primer día en el cargo, Biden volvió a ingresar a Estados Unidos al Acuerdo de París, el pacto internacional para evitar el calentamiento global; puso fin a la prohibición de viaje para personas provenientes de países predominantemente musulmanes y africanos, y detuvo la construcción del muro fronterizo.
El respaldo de Biden al derecho al aborto ya causa tensión en la Iglesia católica. Incluso antes de que la toma de posesión concluyera, el arzobispo José Gomez de Los Ángeles, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, emitió un extenso comunicado a través del cual criticó a Biden por políticas “que promoverían los males morales”, particularmente “en las áreas del aborto, la anticoncepción, el matrimonio y el género”. El cardenal Blase Cupich de Chicago, quien es conocido por su alineación con las prioridades sociales y económicas de Francisco, contraatacó en Twitter al calificar el comunicado de inaudito e “imprudente”.
Las prioridades de Biden reflejan valores que los líderes progresistas de la fe impulsan y que motivaron a muchos a alzar la voz a su favor durante la campaña, dijo Derrick Harkins, quien dirigió el contacto interreligioso para el Comité Demócrata Nacional el ciclo electoral pasado. Hay una sensación de sinergia moral en la izquierda entre no solo cristianos progresistas, sino también humanistas, musulmanes, judíos, sijes y todo el espectro de las tradiciones de fe, dijo.
Ahora el trabajo “tiene una oportunidad de realmente generar tracción”, dijo. “Estoy muy optimista sobre lo que se puede desarrollar”.
El movimiento cristiano progresista de base es el centro de atención en el Washington de Biden.
A diferencia de hace cuatro años, cuando muchos de los participantes en el servicio de oración posterior a la toma de posesión eran evangélicos conservadores o predicadores del evangelio de la prosperidad, el oficio religioso del jueves de este año incluyó una amplia gama de progresistas religiosos, incluidos dos líderes religiosos transgénero. La rabina Sharon Brous, de IKAR, una comunidad judía de Los Ángeles, rezó por la llegada de un nuevo Estados Unidos, uno “construido sobre el amor, enraizado en la justicia e impulsado por nuestra imaginación moral”.
El reverendo William J. Barber II, presidente de la Campaña de los Pobres, predicó y desafió directamente a Biden y a la vicepresidenta Kamala Harris a que lleven a cabo una Tercera Reconstrucción, décadas después de la era de los derechos civiles. Les instó a abordar “las injusticias entrelazadas del racismo sistémico, la pobreza, la devastación ecológica / negación de atención sanitaria, la economía de guerra y la falsa narrativa moral del nacionalismo religioso”.
Jesús enseñó que una nación es juzgada por cómo trata a los más pequeños, los pobres, los hambrientos, los enfermos, los inmigrantes, explicó en una entrevista.
“Los dolores de parto requieren una cosa: empujar”, dijo. “Eso es lo que tiene que hacer el movimiento”.
Para muchos creyentes, el cambio en el cristianismo de la presidencia es ya personal. En la víspera de su toma de posesión, Biden dirigió a la nación en un servicio conmemorativo en el parque National Mall para las víctimas de la pandemia del coronavirus.
Adoptó la postura de un capellán, señaló Michelle Ami Reyes, la vicepresidenta de la Asian American Christian Collaborative, un grupo que comenzó el año pasado a combatir el racismo antiasiático que surgió de la pandemia.
“Es una postura profundamente bíblica”, dijo, “llorar con los que lloran”.
The New York Times
Elizabeth Dias cubre fe y política desde Washington. Antes cubrió temas similares para la revista Time. @elizabethjdias