La desesperación de los ciudadanos venezolanos ante la insoportable crisis económica inducida por el gobierno nacional, se refleja en el incremento permanente de quienes huyen del desastre hacia otras latitudes, buscando mejores condiciones de vida y sobrevivir a la crueldad. Es el escape de la sombra que anuncia la muerte por el hambre y la miseria, la enfermedad y el olvido.
Las mafias se han apoderado del control de los bienes y servicios en todos sus niveles. Los incrementos de las tarifas de los servicios públicos, alimentos, medicinas, ropa y calzado se multiplican al 100.000%, con respecto a la asignación económica mensual que perciben las personas. Pareciera se busca sustituir el ingreso salarial por el tan anunciado trueque de los revolucionarios del siglo XXI, desde que por obra y gracia de los mercantilistas de la política, llegaron estos al poder. Solo que el 97% de la población no tendrá nada que intercambiar porque todo les ha sido arrebatado.
En la Venezuela de la revolución del siglo XXI aflora sin vergüenza alguna la corrupción y el abuso. Cualquier situación es buena para generar ingresos ilícitos, incluso con las colas a pasajeros que salen en estampida de sus hogares, huyendo al salvajismo, para acercarlos a sus destinos. El uso de unidades militares no escapa a tal negocio, pero los hechos brotan a la luz pública por obra del desastre. Aparecerá la disculpa y pagará ante la justicia el soldado raso, que en términos del Juan Bimba, es el pendejo.
Las alcabalas proliferan en las arterias viales en tiempos de pandemia. No son precisamente para resguardar a los ciudadanos, es para el cobro del peaje por permitírsele transitar y el desembolso debe hacerse en moneda extranjera. El pago de los impuestos a las Alcaldías por tales derechos pasa a un segundo plano, ahora es potestad de los delincuentes vestidos con uniforme y portadores de armas, quienes imponen su nueva Ley, sin importarles el desprestigio a la institución y a sus demás compañeros, quienes actúan apegados al deber ser.
La locura transita las calles de Venezuela. Deambula como zombis sin rumbo, y aferrados al virus chino, hacen estragos en la sociedad. Secuestros entre familias se dan por hacerse de tres lochas. Amenazas a otras personas surgen de quienes sienten que el poder les ha sido dado para el atropello. Organismos de seguridad son vistos como asesinos, matones asalariados, que hacen el trabajo al mejor postor. Es el descontrol gubernamental que aflora producto de la avaricia, arrogancia, y ausencia de pertinencia y pertenencia social.
Los venezolanos viven días de angustia. Sobresaltos permanentes se registran en el seno de las familias. La depresión hace mella. La aspiración es cambiar el sistema de gobierno colectivista, para dar respiro al de las oportunidades, el sistema de libertades. La diáspora y la muerte, azotan a Venezuela.
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