Antonio Llerandi: El imperio chino; Lo barato sale caro

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En 1992 Deng Xiaoping dijo: “Enriquecerse es glorioso”. Todo depende de para qué.

La humanidad entera cayó en la trampa. Unas décadas atrás, un chinito avispado y curtido en muchas guerras, de nombre Deng Xiaoping, le dio un vuelco a un país gigantesco, atrasado y casi medieval, y su visión lo condujo de una miseria colectiva a un súper desarrollo.

La República Popular China se había decretado en 1949 y poco a poco Mao Zedong y sus seguidores controlaron casi todo el territorio continental de China, con las excepciones de las colonias, británica de Hong Kong y portuguesa de Macao. Además, los nacionalistas chinos que habían perdido la guerra con Mao se refugiaron en Taiwán, que asumió el nombre de República China.

Taiwán sobrevive gracias al apoyo de EEUU y otras potencias occidentales y lo hicieron Hong Kong y Macao por ser territorios de Inglaterra y Portugal. Mao logra controlar totalmente el poder en la China continental y crear otro país comunista, con similitudes a la existente URSS pero sin embargo manteniendo una cierta independencia ante el predominio de ésta. Con el correr del tiempo, las dos grandes potencias comunistas se convierten en vecinas que se toleran pero sin que ninguna prele sobre la otra. Ambas cohabitan, pero en el caso de la URSS el poder lo detentan varios dirigentes sucesivos a raíz de la muerte de Stalin, mientras que en China Mao lo ejerce hasta su muerte en 1976.

En ambos modelos comunistas el Estado controlaba todo, la economía, la educación y sobre todo las fuerzas armadas, con un empobrecimiento generalizado de toda la población, pero la URSS que ya tenía varias décadas de creada, había  tenido —comparada con China— un mayor desarrollo, sobre todo científico y militar. La China de Mao era más rural, más elemental y su población más igualitaria. Era prácticamente imposible cualquier supremacía, sobre todo económica. Podemos decir que el desempeño económico de ambas era bien precario, pero en el caso chino, Mao había cometido grandes errores que habían sumido a la inmensa población en hambrunas y muertes. Deng Xiaoping había sido un dirigente de alto nivel, más que nada a cargo de aspectos económicos y en varios momentos de las intrigas políticas, fue no sólo desplazado, sino incluso padeció de arresto domiciliario.

El vuelco comienza con la muerte de Mao, cuando, después de unas luchas internas por el poder, Deng sale del ostracismo y se convierte en el máximo dirigente chino, incluso a veces sin detentar cargos públicos, pero era el poder verdadero. Allí comienza la segunda revolución China. Deng habla de la necesidad de las modernizaciones en economía, en agricultura, en desarrollo científico y tecnológico y en defensa nacional. Comienza la apertura económica china, pero eso sí, con una cerradura en lo político. El Partido Comunista chino afianza su poder, en todas las áreas.

El 1 de enero de 1979 es quizás la fecha más emblemática, cuando China y EEUU establecen relaciones. Deng viaja a Estados Unidos para ese evento. Y es el disparador del avance de China. El gigante asiático comienza a desarrollarse como una gran potencia. En sólo cuarenta años su poderío se acrecienta enormemente, tanto que al día de hoy es la segunda potencia económica del mundo, en vía posible de convertirse en la primera.

El poder económico se revierte indiscutiblemente en un poder político, recupera el territorio británico de Hong Kong, acuerdo que se firma en 1984 para ejercerlo desde el 1997, estableciéndose el supuesto respeto por las libertades individuales y económicas por lo menos durante 50 años, es decir hasta el 2047. Hoy en día China coarta esas libertades y ejerce todo su poderío en la antigua colonia. En el caso de Macao, lo recibe de Portugal y sencillamente lo convierte en un emporio del turismo y del juego, quizás el centro más importante de esas características. Y sabemos el enorme gusto e interés de los chinos por los juegos. Sólo queda la tambaleante Taiwán, protegida aún por EEUU pero cada vez más arrinconada, pues China logró que mundialmente —incluso en la ONU— el nombre sería de su exclusividad, despareciendo las anteriores dos repúblicas. Y no sólo eso, la gran mayoría de los países del mundo se vieron casi que obligados —debido al poder económico chino— a suspender sus relaciones con la isla.

China y, sobre todo, Deng Xiaoping entendieron que la URSS desaparece, a pesar de su poder científico y militar, por su pobre desempeño económico. Y decide enmendar ese camino. La consigna inicial de ‘un país, dos sistemas’, para asimilar las dos colonias, y el posterior ‘no importa si el gato es blanco o negro, lo fundamental es que cace ratones’ se convierten en la ideología predominante. Y a partir de ahí China se desarrolla. ¿Cómo lo hace? Con un capitalismo verdaderamente salvaje, con una población explotada, casi a nivel de esclavitud. Pero con la consabida paciencia china, enviando miles de estudiantes a los países desarrollados para formarse y utilizando cualquier mecanismo, legal o ilegal, válido o subrepticio, para obtener toda la información tecnológica del mundo, incluso a veces logrando superarla.

Y ahí comienza la trampa que señalé al comienzo. China empieza a fabricar y producir todo, absolutamente todo, para todo el mundo y a precios irrisorios. El mundo se vuelca a comprar los productos chinos, porque son los más baratos. Y una mezcla nacional, entre el ahorro, las inversiones foráneas, la adquisición de destrezas y tecnologías lo convierten en la fábrica global. Todo tiene la etiqueta Made in China.  Y en sólo cuarenta años, la esclava China empieza a hablar de tú a tú no sólo con todos los países del mundo, sino que los supera y se convierte en el rival económico, político, militar del número uno: EEUU. La China es el hijo bastardo de EEUU que le salió respondón. Ahora se le encara al padre.

El comprar barato no le permitió al mundo entender lo que podría suceder. Mientras las cosas costaran menos no había que preocuparse por el futuro. Mientras millones de chinitos me fabricaran mis vainas, yo me quedaba tranquilo. Pero los chinitos aprendieron y hoy en día muchísimas empresas chinas, retan y a veces superan a las de otros países. Y lo que es peor, o nadie previó, el poder económico afianzó a un régimen político, autoritario y despiadado, donde las libertades individuales no existen.

No sé a dónde nos conducirá esto. Quizás mi edad no me permita ver algún desenlace, correcto o desastroso, pero la lucha de poderes entre estas dos potencias es evidente. Una China fuerte la ha hecho agalluda, ha comenzado hábilmente su expansión mundial  —el nuevo camino de la seda, lo llaman—  sobre todo hacia África y Latinoamérica, dos regiones más bien olvidadas por EEUU. Este país,  inmerso en muchísimos problemas domésticos, ha perdido influencia y China lo está aprovechando enormemente. No sólo la Rusia de Putin sino la China Comunista saben que apostar por la debilidad de EEUU, las beneficia enormemente y a eso han jugado sobre todo en los últimos cuatro años de desgobierno. La administración Obama comenzó una estrategia al crear el Transpacific Partnership (TPP), un acuerdo de libre comercio con todos los países asiáticos y donde incluía a los latinoamericanos más importantes con vista al Pacífico: México, Chile y Perú, pero Trump se retiró en 2017. En 2020, con China a la cabeza, se creó el acuerdo de comercio más grande e importante del mundo, donde toda Asia y Australia y Nueva Zelanda se unieron para favorecer sus intercambios. MAGA ha convertido a EEUU en una nación cada vez más débil.

El problema es sumamente complejo, las nuevas autoridades saben lo que significa y espero —anhelo— que la nueva estrategia permita que a la larga la libertad y la democracia jueguen un papel preponderante, más que el simplemente  económico. Pues haber creído y pensado que todo capitalismo es bueno de por sí, sin tomar en cuenta los otros aspectos inherentes a la humanidad, estamos viendo que se puede convertir en un gran peligro.

Cuatro décadas de comprar barato, ahora nos puede resultar carísimo. En 1992 Deng dijo: “Enriquecerse es glorioso”.  Todo depende de para qué.

 

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