Los perros han formado parte de la historia desde el comienzo mismo de la humanidad y son los primeros en recorrer el mundo cuando su dueño llega a esferas de poder. El presidente, en muchos países, Biden, por ejemplo, tiene un perro, tenerlos está de moda en los Gobiernos del primer mundo, excepto en el de Merkel, porque no le gustan los canes. Michelle Bachelet, en sus tiempos, aprobó el asesinato de miles de lebreles sin hogar. El Rey de Tailandia tuvo un perro monárquico conocido como Foo Foo, mariscal jefe del aire, y lo nombró comandante de la Fuerza Aérea tailandesa que acompañaba al mandatario en cada aparición pública siendo el único que podía antecederlo en el paso. Ese pequeño ejemplar de suave pelo blanco, llevaba un uniforme militar idéntico al del monarca: Blanco, con los vivos dorados, charreteras y hasta varias condecoraciones. El perro murió en 2015 y durante varios días recibió un largo funeral de Estado.
El chucho presidencial debe ser un animal muy fino, como suelen ser los perros de los mandatarios. Ellos no tienen canes del montón, gozques pulguientos, mordidos, piojosos ni desnutridos. Los perros no leen ni escriben y no pueden responder por lo que de ellos se escribe o se dice. “Posiblemente todo este tipo de exhibiciones a más alto nivel de la vida pública tiene como objetivo construir -horrible verbo- en el inconsciente colectivo un mejor concepto sobre el individuo que rige por el momento nuestros pobres destinos en función de lo bien que conviven, él y su perro”, me comenta una persona que amaestra caninos.
Los canes son muy buenos comunicadores. A través de su cuerpo y con su voz, al igual que los humanos, transmiten estados de ánimo y emociones: alegría, tristeza, cariño, enfado, ira o ternura. La comunicación forma parte de cualquier relación, ya sea entre humanos o con nuestras mascotas. Debido a que somos especies distintas, es fácil equivocarse y malinterpretar qué está expresando un can. Él nos transmite mucha información, es cuestión de saber, ver, oír y observar. Y cuanto más lo hagamos y más tiempo pasemos con nuestro perro, mejor lo entenderemos para descifrar lo mucho que nos cuenta. Nuestra principal vía de comunicación es la verbal, sin embargo, a través de este canal, el perro recibe poca información.
El animal no descifra el significado de las palabras, sino de su entonación, ritmo e intensidad del tono de voz. Al mismo tiempo, obtiene información de la postura corporal, los gestos o la mirada de quien se intenta comunicar con él. Para que el tuso entienda lo que se le pretende transmitir, debe percibir coherencia entre lo que su dueño dice con palabras, gestos y miradas, así como con la entonación que utiliza al hablar. A la inversa, “si queremos saber lo que el perro nos quiere contar, debemos fijarnos en las señales visuales, auditivas, táctiles y olfativas que nos manda”, apunta el médico veterinario que atiende a mi cachorra. Durante mi infancia, entre Inglaterra y El Batatillo, tuvimos dos lebreles: Coco y Conde. Ellos me enseñaron el lenguaje “perruno”. Aprendí, por ejemplo, que cuando el perro enseña los dientes, el mensaje que te está transmitiendo es: “estoy muy molesto, más vale que no te acerques”.
Cuando el animal levanta la pata, te está diciendo “dame algo” o bien “no te preocupes, haré lo que tú digas”. Cuando rasca el suelo con la pata, sin llegar a escarbar, también quiere llamar la atención, porque demanda algo. El lamido es la forma de expresar un profundo amor y amistad. Si un chucho te lame, te reconoce como líder de la manada. Si se tumba boca arriba, muestra confianza, y busca juegos y caricias. La cola del perro es una de las partes de su cuerpo más visibles y con la que mejor transmite información a los humanos y a sus congéneres, incluso a largas distancias. Si el rabo se encuentra en movimiento indica que el animal está contento y busca conversación, contacto físico y acercamiento.
Cuando la cola permanece levantada e inhiesta es que tiene cara de pocos amigos y está preparado para mostrarse muy molesto. Si el rabo se encuentra entre las patas, significa sumisión, es decir: “soy todo tuyo y haré lo que me mandes”. Los perros comienzan a utilizar este sistema de comunicación a una corta edad. Antes del año, el cachorrito ha adquirido por completo su sistema de comunicación. Se hará entender sin problemas con sus congéneres y comprenderá lo que ellos le quieren decir. En cuanto a sus dueños, con mirarlos, sabrá cuál es su estado de ánimo. Ellos necesitan completar su proceso de socialización en compañía de su madre y hermanos hasta las ocho semanas de edad como mínimo. Con ellos aprenderá a través del juego y la convivencia las normas básicas, que también le darán la pauta para relacionarse con su familia humana.
El perro considera a sus dueños como miembros de su manada. Basta con dedicar algo de tiempo a la observación para aprender su forma de comunicarse, cuando se consigue, la relación y la convivencia con el animal es mucho más satisfactoria y se estrechan los lazos de amistad. Una correcta información sobre la conducta social del perro es importante para conseguir un buen entendimiento y una convivencia satisfactoria. Si el animal asocia que cuando transmite un estado de ánimo, sus dueños le corresponden y le entienden, se sentirá integrado en el núcleo familiar y será más feliz. Dale Carnegie tenía un perro a quien quería con locura, acerca de él decía: “en las interacciones humanas, incluso dentro de la familia, siempre habrá intereses. El cariño del perro, en cambio, es 100% incondicional, se contenta solo con verme, únicamente pide mi compañía”.
El mejor amigo del hombre nos comunica en su jerga que, debemos dedicarle tiempo. “Hablar” con él, jugar, relacionarnos a su manera y hacernos entender. Este esfuerzo se verá recompensado con el refuerzo de los lazos afectivos entre dueño y mascota. Es fascinante descubrir un nuevo idioma, que no se habla, sino que se expresa con el cuerpo y la voz: “el perruno”, me comenta el médico de Brandy, mi cachorra.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE – Noelalvarez10@gmail.com