Estamos en guerra contra el chavismo, aunque sean ellos los únicos que disparan, torturan y asesinan (nosotros ni respondemos ni hacemos un carajo). Estamos en guerra. Por eso gran parte del liderazgo de la oposición limosnea patéticamente unas delirantes elecciones libres. Estamos en guerra y, pese a que fue avisada desde 1992, a nuestros heroicos niños soldados, a nuestro pueblo soldado y a nuestros activistas soldados los han matado. Los siguen matando.
Estamos en guerra, pero los presos políticos que han sido maltratados, humillados y torturados se abrazan, besan y sonríen con sus verdugos (¿Luisa Ortega?).
Estamos en guerra y en las guerras, del cansancio, uno delira.
Primer delirio: Libertad
Vivimos un drama apocalíptico. Hambre, enfermedad, desolación, delincuencia, tortura, exterminio, destierro, tristeza, agonía y ruina. Cuando no es lo uno es lo otro, el venezolano está extraviado y confundido. Sin embargo, entre los venezolanos, de pronto se levanta uno, luego otro, pronto son centenares, miles, cientos de miles, millones. Impensablemente se levanta el bravo pueblo de Venezuela que se da cuenta que es inmensa mayoría y decide defenderse legítimamente en contra de los tiranos chavistas.
Las victimas venezolanas comienzan a perseguir y ajusticiar a sus torturadores y asesinos, ya nos los besan, se defienden corajudamente de ellos. Triunfan, alcanzan la libertad.
Somos libres, eres libre.
Segundo delirio: Transición
Los grupos de paramilitares aliados de la tiranía se organizan y arremeten con violencia contra la población civil y contra las instituciones. La sociedad se agita y el ambiente se enrarece (aún más que ahora). Las fuerzas armadas venezolanas responden. La segunda fase de la guerra, la más iracunda y despiadada se desata, es la fase que enfrenta al heroico pueblo venezolano (que se defiende y ataca) con las FARC, el narcotráfico, el ELN, los terroristas islámicos, los pranes, los colectivos, el tren de Aragua y el cartel de los soles.
El pueblo derrota a los criminales chavistas, las fuerzas armadas unidas a una coalición de ejércitos extranjeros (Estados Unidos, Brasil y Colombia a la cabeza) acaban en tres años con el chavismo. Venezuela está preparada para una democracia.
Tú y yo estamos en el país, edificándolo, reinventándolo, originándolo.
Tercer delirio: Democracia
Han pasado, insisto, tres años de transición. No menos, tres años. Se han tomado decisiones drásticas, muy severas desde el punto de vista republicano, vitales para alcanzar el orden y el estado de derecho. Se alcanzó la estabilidad nacional, quedan pocos focos de desestabilización y violencia. Las fuerzas armadas han tomado control –al fin– del territorio nacional. Somos un país preparado para la democracia. Ahora sí con un Registro Electoral depurado, recreado y fidedigno, vamos a elecciones libres.
Gana la juventud, ganan los sueños, ganan los ideales liberales, democráticos y de justicia. Gana el futuro, ganamos tú y yo, ganan nuestros hijos. Gana un sueño de libertad.
Venezuela vuelve a Venezuela.
Cuarto delirio: Prosperidad
Pero la aspiración no sólo es liberar y democratizar a Venezuela. La aspiración es llevarla a la prosperidad. Con seguridad jurídica y la confianza recuperada, un decente, honesto y ejemplar liderazgo político (¿delirio?) conduce el país hacia la prosperidad incentivando la creatividad, el talento, el esfuerzo y el emprendimiento. Centenares de corporaciones vuelven al país y nos convertimos en ejemplo mundial de crecimiento y bienestar. Venezuela no sólo vuelve a ser lo que una vez fue, sino que mejora, sí, es mejor, mucho mejor.
La prosperidad, sin embargo, no nos hace olvidar la ruina que un día vivimos. El chavismo es –como el nazismo y el comunismo– aborrecido por las nuevas generaciones.
Yo escribo frente a las inolvidables costas de Sucre.
Quinto delirio
Escríbelo tú…
@tovarr