Oscar Fuenmayor: “Sospecho que usted es ladrón, acompáñeme al baño para requisarlo”

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Ocurrió así en Traki-La Limpia de Maracaibo.

Ayer como a 1:00 de la tarde entré a Traki-La Limpia, de Maracaibo,  a curiosear el precio de los zapatos. Toqué, miré e hice cálculos acerca de la imposibilidad de comprar,  que parece mucho más lejana que un verdadero debate en la AN acerca de la situación del salario de los educadores. Uno o dos minutos antes de fantasear con zapato nuevo, me entretuve tocando la cadena de una de las bicicletas que también se exhiben ahí mismo.

Esas dos inspecciones oculares, la de los zapatos ─que no pude comprar porque mi salario de educador jubilado no da ya ni para comida─ y la de la bicicleta que tampoco está a mi alcance, parece que constituyeron la causa de que a varios pares de ojos maliciosos les pareciera que yo andaba en algo extraño, algo fuera de la Ley y las buenas costumbres. Eso lo supe cuando bajé a planta baja e intenté salir.

Alguien me detuvo en la puerta y me propuso que pegara mi camisa a mi cuerpo, supuse que con la idea de que se notara si estaba escondiendo algo. No vio nada sospechoso y pensé que saldría, pero entonces me llama otro de los trabajadores que venía hacia mí y me dice desde cierta distancia que no podía irme porque las cámaras habían visto algo. Algunas personas que por ahí estaban ya estaban pendientes del episodio, que comenzaba a tener algo de público. Fácilmente pudieron pensar que estaban atrapando a un ladrón. Cuando el hombre de las cámaras me alcanza en la puerta, me repite que las cámaras han visto algo y que lo acompañe. No me dijo a dónde. Lo dijo de tan buena manera que estimé adecuado acompañarlo, pensando que íbamos a revisar las cámaras de vigilancia. Aun así le pregunté qué adónde íbamos y contestó; “venga, venga”, aun sin decir a dónde. Así llegamos hasta el baño-sanitario  privado de la tienda, mas bien, a la puerta. Le pregunto: ¿Pero bueno, qué vamos a hacer aquí? Me responde que me va a revisar. Le dije que ni entraría ahí ni permitiría ninguna requisa, ni de él ni de nadie. Si tenían sospecha de que yo estuviera robando que llamaran a la policía. Que él no estaba autorizado para una revisión de la naturaleza que cualquiera puede imaginar por lo que estoy contando. Y que cuando la policía llegara debían mostrarle las cámaras a ella y a mí, para ver qué era ese algo que se veía en ellas.

Pues bien, con la misma cortesía con que me estaba invitando al baño para examinarme, me dijo que podía irme. Es evidente entonces que las cámaras no evidenciaban nada fuera de lo que ocurre en un centro comercial, en que cualquier cliente se acerca a curiosear o tocar mercancía. El hecho cierto, es que por alguna causa que solo ellos sabrán sus sospechas cayeron sobre mí y, solo por esta sospecha un sujeto  se tomó la atribución de amenazar con desvestirme porque pretendía requisarme. Finalmente salí de ese lugar,  sin nuevos inconvenientes y previniendo que tuvieran alguna otra ocurrencia mas extrema.

Una media hora después hablé con el gerente encargado, en presencia del hombre de las cámaras,  y le relaté el episodio y la curiosa idea de llevarme al baño sin saber que ese sería el sitio de la requisa. Dijo con mucha naturalidad, que ese el procedimiento que ellos aplican en Traki-La Limpia de Maracaibo en estos casos. Es decir que, aun sin evidencias, si a alguien encargado se le ocurre que tiene dudas de una persona, la reducen por la fuerza o por la intimidación y, si es necesario, la desvisten en el baño en contra de su voluntad.

¿Está ocurriendo esto en Traki-La Limpia a gran escala?

¿Cuántas personas habrán padecido estas vejaciones rutinarias en ese centro comercial?

Corresponde a la Fiscalía investigar estas abominaciones y degradaciones en contra de la dignidad y el decoro de quienes podrían verse atrapados en una situación semejante. ¿Garantiza Traki-La Limpia el equilibrio mental, la salud psicológica de quien ejecuta un procedimiento tan vejatorio de la condición humana?

 

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