Descalificar elecciones, denunciar fraude incluso antes de ser convocados los comicios, presentar las convocatorias a votar como tretas del gobierno para fingir que en Venezuela hay procedimientos democráticos, señalar la perversidad con la que actuarán los próximos rectores del Consejo Nacional Electoral antes de conocerse los nombres de los designados, son acciones políticas que se han hecho cotidianas en la agenda de los promotores de la abstención y en el arsenal discursivo de quienes se presentan como radicales contra un gobierno al que no debe dársele cuartel.
Lo contrario, llamar a cambiar con el voto, promoviendo la participación política de los ciudadanos, es tenido por esos grupos antivoto como deshonesto y como acto de colaboracionismo, es decir, de estar al servicio del gobierno chavista – madurista. Como una concesión a políticos no tan sinvergüenzas consideran su participación en elecciones como repugnantes ambiciones de quienes aspiran cargos de representación popular.
En el mejor de los casos lo creen una ingenuidad de quienes piensan que el voto pueda servir para algo.
Para ellos nunca hay condiciones para participar. Si los partidos de oposición no se ponen de acuerdo en candidatos o en estrategias comunes, ha sido porque el gobierno los dividió. Si no son capaces de organizar su representación electoral y tener suficientes y competentes testigos de mesas electorales fue porque el Consejo Nacional Electoral les puso trabas. Si los partidos están divididos y entre sus propios miembros se acusan de violar los Estatutos o de abusos de poder y una de esas tendencias acude a los tribunales a demandar a los tramposos es que desde Miraflores se les interviene.
Han presentado cualquier cantidad de excusas para no participar y llaman a los demás colaboracionistas, pero ni por asomo ofrecen las verdaderas razones de su conducta. Unos, lo que realmente tienen es miedo a contarse y prefieren esconderse detrás de la abstención y echar a rodar la tesis según la cual todos esos abstencionistas eran de ellos.
Otros perdieron su autonomía y voz propia. Simplemente convocan a la abstención porque esa es la orden recibida desde el exterior por sus jefes políticos y financistas.
Otros, sabotean elecciones porque son elementos de estabilidad política y ellos están comprometidos con la estrategia mayor de agravar la crisis. Reclaman bloqueo económico para negarle ingresos a Venezuela, asfixiar la economía, reducir al mínimo la capacidad de respuesta del Estado ante las demandas ciudadanas, lo que lleva a severas expresiones de descontento, protestas y al final, según su plan, al derrumbe del gobierno.
Ninguno de esos sectores llamaba a la abstención inocentemente o por proteger a los votantes de actos de corrupción política. Todos han apostado a la desestabilización del país anulando la potencialidad de cambio del voto popular y poniendo a millones a corear que les hicieron trampa sin haber votado. Usaron a los abstencionistas para su conspiración.
De repente, muchos de ellos están llamando a votar. No dan explicación alguna. Se limitan a decir que las elecciones que vienen son otra cosa, que ahora hay que votar. No se retractan de calumnias, difamaciones y ofensas a quienes defendieron la necesidad de ir a votar. No se responsabilizan de derrotas que sectores promotores del cambio han sufrido debido a que su mercado natural de electores, la Venezuela de oposición, creyó que el voto era una capitulación, una entrega al gobierno.
Se han percatado de la legitimidad de diputados y concejales electos, de la de gobernadores y alcaldes, y por supuesto de la legitimidad del presidente Maduro. Desde diversos Organismos Internacionales y países antes comprometidos con fomentar caos institucional para deponer al gobierno, hoy se retractan señalando a Guaidó como presidente de nada. El engaño llegó a su final.
Son conscientes del tiempo que han perdido y de los dirigentes de sus partidos que han lanzado a la hoguera como carne de cañón. Pero como ahora los candidatos a gobernadores y a alcaldes serían varios de ellos, ahora si hay que salir a votar.
Ahora si será honesto votar, sobre todo porque sus financistas desde el exterior se cansaron de estrategias equivocadas y fantasiosas y saben que el camino correcto, que lo viable y pertinente es votar. A lo mejor ya no los financian más y creen que en gobernaciones y alcaldías pueden conseguir el dinero que desde afuera se les pondrá difícil. No cambian.