Antonio Urdaneta Aguirre: Génesis de la corrupción roja

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Se dice que la corrupción existe desde el principio de la humanidad. Siendo ésta una de las peores calamidades a la que están expuestos los pueblos, como en efecto lo es y ha sido, podría ser un riesgo histórico negar lo que ya parece una verdad incontrastable. Lo peor de todo esto es que el real o supuesto antecedente ha servido, sobre todo a los más inescrupulosos ladrones del tesoro público, para justificar ahora tan perverso delito o, por lo menos, para hacer creer que el saqueo de los recursos del Estado, el erario público, es una práctica inevitable.

Desde muy niño escucho los comentarios según los cuales, la mejor manera de hacerse rico con facilidad, y en el menor tiempo posible, es mediante el logro de un cargo público, siempre que éste se ejerza “donde haya”. Aceptar esta descabellada tesis como un mal generalizado, sería juzgar igual a todos los funcionarios públicos. Hacerlo así es incurrir en una temeridad imperdonable, porque sí hay servidores de la administración pública, probablemente la mayoría, que manejan los bienes y el dinero del Estado con reconocida honestidad, y cuidan dichos recursos con responsabilidad y mística, porque están conscientes de que son bienes y dinero del pueblo.

Hasta aquí basta como ilustración introductoria. Corresponde ahora abordar, sólo como recordatorio, lo que ha ocurrido y ocurre en Venezuela en lo que va de siglo XXI. Hay quienes tienen la convicción, y así lo afirman, que este es el siglo de la corrupción en nuestro país. Esta concepción está fundamentada en hechos concretos, los cuales son poco ajenos al conocimiento de la colectividad.

En efecto, tan pronto como llegó Hugo Chávez a Miraflores, investido con el máximo cargo de Presidente de la República, la corrupción se fue posicionando, hasta colocarse en la cima de las ocupaciones del mandatario. Tenemos fama de olvidadizos, pero todavía somos muchos los que recordamos dos de los hechos más escandalosos, en cuanto a la administración de la hacienda pública; enfatizo el concepto de “hacienda pública”, porque es función indelegable del Jefe de Estado, el manejo correcto del tesoro nacional.

¿Recuerdas el “Plan Bolívar 2000”? Fue ésta la primera señal de lo que sería Hugo Chávez con el dinero de la nación en sus manos. Lo primero que hizo fue entregarle la conducción de dicho plan a los militares; se supone que a los de su entera confianza. Lo cierto es que tantos billetes, como eran esos, incentivaron las ambiciones personales de algunos de los uniformados más confiables. Poco se supo sobre el destino final de aquella inmensa masa de recursos económicos. Pero lo que sí se sabe, porque fue del dominio público, es el escándalo en el que terminó el “Plan Bolívar 2000”. Por cierto, fue esa la primera puñalada trapera “revolucionaria” que recibió el Padre de la Patria. Para muchos analistas aquí empezó el proceso de corrupción creciente en el seno del “pueblo uniformado”.

El otro hecho en el que aparece Chávez como protagonista, es más alarmante. Se trata de ese billón de dólares que entró a la hacienda pública durante la relativamente larga bonanza petrolera, cuando el precio del barril superó, en un período de varios años, los cien dólares. Ni una sola obra grande, duradera, de innegable trascendencia, le quedó al país. Por eso la gente de a pie, que también piensa, analiza y saca conclusiones, se pregunta: ¿En cuál de los “bolsillos revolucionarios” fueron a parar tantos miles de millones de dólares? ¡En ambos hechos bochornosos la Fuerza Armada ha salido golpeada! ¿Se trata de una corrupción inducida para involucrar a los militares, y de este modo garantizarse el apoyo forzoso de los uniformados? ¿Se continúa con la misma práctica en el sector castrense?

Educador – Escritor – urdaneta.antonio@gmail.com – @UrdanetaAguirre

 

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