El colega médico y compañero de trabajo en el Hospital de Clínica Caracas, Dr. Francisco Ramírez, ha fallecido recientemente, debido a la Covid-19, a pesar de tomar las previsiones necesarias y recibir las mejores atenciones posibles en la Venezuela actual; tratamiento que no pudo, lamentablemente, ayudarlo a evitar la letalidad de la pandemia. Respetando su memoria y recordándole como una persona honesta, respetuosa, afable y dedicada a su misión profesional, el impacto de su deceso me motiva a reflexionar sobre algunos aspectos relacionados con la pandemia COVID y la realidad de nuestro país.
Al estar en la primera línea de combate, el personal de salud se encuentra en mayor riesgo frente a esta contingencia de carácter global, dado que en el caso particular de este virus, debido a su alta capacidad de diseminación, aumenta el riesgo de contagio interpersonal y en consecuencia, los trabajadores de la salud son especialmente vulnerables. Es la experiencia en todas partes del mundo. Más aún en el caso de Venezuela donde las debilidades del sistema sanitario, en cuanto a la dotación de los implementos adecuados para la protección, potencian la probabilidad de contraer la enfermedad en el seno del personal sanitario.
La recomendación generalizada para enfrentar y combatir la pandemia, incluye realizar la mayor cantidad de pruebas diagnósticas posibles, fundamentalmente del tipo PCR (confirmatoria), hacer un seguimiento continuo de los casos y de los focos de contagio para evaluar sistemáticamente las respectivas políticas de control y cuarentena. Otro aspecto importante es la aplicación de vacunas específicas, probada la seguridad de las mismas, con la intención de acelerar la inmunidad de rebaño, para lo cual se requiere que el 60% o más de los habitantes de un país o región deban estar inmunizados. Tal contexto redundaría en beneficios tales como evitar la saturación de los centros de salud, la disminución del número de decesos y la posibilidad de restablecer la llamada normalidad, para la reactivación del trabajo productivo.
Francisco Ramírez Osío, homenajeado en el auditorio del Hospital de Clínicas Caracas.
Mundialmente, grupos multidisciplinarios de expertos, de investigadores y profesionales, tanto del sector público como privado, igual que las academias, los colegios profesionales, los gremios y el sector comunicacional, conjugan sus talentos y esfuerzos para minimizar la letalidad del Covid-19 y superar la pandemia, enfatizando la necesidad de la unidad y el consenso nacional e internacional, con el concurso de los mejores esfuerzos, sin que medien los intereses y/o beneficios políticos circunstanciales. Donde no sea así, la cruenta pandemia pasará su luctuosa factura.
En nuestro país, a pesar de que en la actualidad se hacen esfuerzos para el consenso en torno a la necesidad de la accesibilidad de Venezuela al sistema COVAX de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para garantizar contar con un importante lote de vacunas contra el SARS-COV-2, los intereses de orden político han mediado para la estructuración de un estilo discursivo sesgado y en muchos casos displicente. La descalificación pareciera ser más importante que el interés general.
El actual gobierno nacional, por ejemplo, convierte su estrategia ante la Covid-19 en un elemento más de su ajedrez político, apelando a declaraciones y anuncios estridentes, muchos de los cuales hacen dudar de su sustentación y veracidad. Las políticas y orientaciones erráticas, en cuanto al confinamiento y al distanciamiento social. El llamado método 7 X 7, el cual rimbombantemente se anuncia como efectivo, resulta ser un acto meramente declarativo, en tanto que la realidad percibida por el ciudadano que diariamente sale a las calles, constata lo incierto del mismo.
El contacto cotidiano con nuestros conciudadanos nos alerta sobre la veracidad de las cifras oficiales respecto al número de nuevos casos. El subregistro ha de ser significativo. Ello es reforzado por las noticias del aumento de casos conocidos, hospitalizados o no. La norma es enterarnos de que hay cada vez más casos, cuya mayoría no quedará registrada en los anuarios de los organismos pertinentes. En tanto, la vocería profesional y especializada es sustituida por un discurso monocorde de un limitado número de miembros del ejecutivo y en especial del actual presidente de la República. El anuncio de curas milagrosas en cadena nacional, con tratamientos, de cuya veracidad y efectividad no hay pruebas científicas comprobables, son parte del estilo folclórico que caracteriza a la política nacional ante tan pavoroso riesgo.
Estrategias acertadas, verificables, son una necesidad urgente: aplicar el mayor número de pruebas diagnósticas (PCR) proceder perentoriamente con la vacunación masiva, para modificar el curso natural de la enfermedad y lograr lo más pronto posible la normalización del país. Ello es urgente, en una Venezuela con un registro de siete años consecutivos con números negativos en las áreas económica, educativa y social, lo cual ha motivado que distintos organismos multilaterales hayan calificado nuestra situación como una crisis humanitaria compleja, en la cual, por razones económicas (más de 5 millones de venezolanos han migrado fuera del país) es uno de los rasgos más característicos.
El Ejecutivo nacional anuncia uso de la vacuna Sputnik V en cantidades limitadas e insuficientes, la Organización Panamericana de la Salud exige un pago mínimo para suministrar otro limitado número de vacunas de otra marca, las Naciones Unidas solicitan al gobierno nacional que habilite los recursos necesarios para suministrar la vacuna más publicitada, las autoridades nacionales alegan que la nación no dispone de los recursos necesarios para efectuar dichos pagos.
Paralelamente, miembros del Ejecutivo Nacional se vanaglorian de los grandes éxitos de su gestión, de sus políticas económicas y anuncian planes faraónicos en distintas áreas, lo cual luce contradictorio. Mientras, muchos venezolanos se contagian y fallecen. En consecuencia, es necesario superar las diferencias y la estrechez conceptual, para lograr resolver la aguda crisis económica, sanitaria y humanitaria que azota al país, para enrumbarnos por el camino de la unión como nación, lograr el progreso, la estabilidad que aspiramos y merecemos. Para alcanzar la normalidad necesaria se requiere no sólo la vacunación masiva, sino efectuar cambios políticos significativos.
Enrique Fermín M. – 23-02-2021
0412-327-1970 – @EnriqueFerminM1