“Ya estoy aburrida de estar horas frente a la computadora, haciendo tareas”, le comentaba la pequeña a su madre. Y ella es de las privilegiadas, tiene equipo y conexión a internet y una mamá con preparación como para acompañarla con sus deberes escolares.
No se trata sólo del aburrimiento, se trata de la importancia de la escuela, con su ambiente, los compañeros, la maestra en frente… las preguntas de los otros, las bromas de los otros… Son muchos los factores que hacen de la escuela, como institución, un elemento importante para la formación de niños, niñas y adolescentes.
En marzo, se cumple un año de la suspensión de las clases presenciales y la implantación de la educación a distancia, por diferentes vías. Muchos se preguntan, ¿ya es hora de volver a las aulas? No es pregunta sólo en nuestro país, es de todo el planeta.
Los problemas complejos no pueden tener salidas simples. La educación es una cosa seria y compleja, que involucra a mucha gente: los alumnos – millones – el personal de las escuelas, las familias… Y también hay que mirar todos los factores que influyen en ese derecho “puerta” que es la educación. Esta reflexión hay que hacerla, y de manera colectiva.
Hay países como Australia, que hace rato que los niños están yendo a sus escuelas, pero allá la pandemia está controlada, también desde hace rato. No es el caso de América Latina. Y en el caso venezolano, la pandemia se añade a la Emergencia Humanitaria Compleja que ya sufrimos desde hace varios años, o sea, el coronavirus entra en medio de unas condiciones prexistentes, como la hiperinflación, la inseguridad alimentaria, el problema de los servicios públicos, por mencionar algunos. Y específicamente, en el ámbito educativo, el tema de las renuncias o simplemente abandono de cargos, debido a los bajísimos salarios del personal que labora en escuelas públicas y en subsidiadas por decir uno. Antes de la cuarentena, supimos de secciones e incluso turnos, que se cerraban por falta de docentes.
En medio de esta situación, veamos algunos aspectos claves: qué depende de cada quién para un retorno seguro a clases y/o qué factores deben ser tomados en cuenta para tomar decisiones.
Pero antes de entrar a esos aspectos, recordemos que la escuela abierta es muy importante. En primer lugar, reduce desigualdades. Los alumnos más pobres tal vez no tengan una mesa y una silla en su casa para hacer sus tareas, pero en la escuela tienen un pupitre igual que el resto. Tal vez no tenga unos padres con preparación para orientar sus deberes escolares, pero en la escuela están sus maestros. En el plantel tiene libros, y hasta tal vez pueda comer, aunque sea una vez al día. Además, tenemos la función socializadora de la escuela y todo lo que tiene que ver con la educación emocional. No olvidemos que la escuela también es un factor de protección para el estudiante, puede intervenir en situaciones de abuso sexual en el entorno, en casos de violencia intrafamiliar y protege a los alumnos del reclutamiento de las bandas delincuenciales de los entornos más violentos. No es poca cosa la importancia de que los chicos y chicas vayan a la escuela. Añadamos, que las clases presenciales reducen el abandono escolar.
Un dato que me gustaría saber, es cuánto han aprendido los alumnos en este año de educación a distancia… Esto podría inclinar a muchos a trabajar por ese regreso a las aulas. En estudios hechos en otros países, se ha desaprendido en este tiempo sin educación presencial.
Pasemos ahora a otros factores que deben ser tomados para tomar la decisión de volver a las aulas.
Veamos que no todos los planteles, los cerca de 25 mil que existen en el país, tienen la misma situación. Está la particularidad de si son públicos o privados, un 17% son privados, el resto público. Pensemos también en la realidad del entorno; los rurales, los urbanos…; el tamaño de los mismos, la cantidad de alumnos, el acceso a agua potable… Y podríamos seguir enumerando factores que pueden diferenciar un plantel de otro. No descuidemos elemento de dónde viven los estudiantes. Conozco escuelas de Fe y Alegría, cuyos alumnos viven muy cerca del colegio, entonces no necesitan transporte para llegar, se van caminando. Si la situación es diferenciada, la medida no debe ser igual para todos. La decisión debería ser contextualizada.
Hay que hacerle seguimiento a la pandemia. No es igual la situación en todas las regiones, ni en todas las comunidades. Pero sean cuales sean los números de la pandemia, para un regreso a las aulas hay que garantizar que todos usen mascarillas, que haya acceso a agua y jabón para lavarse las manos, que se respete el distanciamiento físico – ello supone que no se puede tener el salón lleno, sino sólo pequeños grupos – la desinfección diaria y sistemática de las superficies, y, finalmente, estar atentos a que no se asista a clases si hay alguna sospecha de contagio, algún síntoma. Este 5 aspecto nos lo recuerda la Dra. Lila Vega, pediatra, miembro dela Red de padres y madres. Cada plantel debe tener su protocolo de prevención.
Otro elemento importante, y tal vez el más difícil de resolver, es que haya suficientes docentes en los planteles. Como en este país no hay datos oficiales, no sabemos cuántos maestros han renunciado en los planteles oficiales, pero sospechamos que las renuncias y los abandonos han sido muchos y si se llama a regreso a clases presenciales, probablemente haya muchos más. Ya se sabe: sin maestros no hay educación ni a distancia ni presencial. Ya se sabe que los salarios de los docentes del sector público y de escuelas subsidiadas, oscilan entre 2 y 5 dólares mensuales. Con eso no se puede dar de comer a la familia, ni siquiera pagar pasajes. Los más bajos de América Latina y probablemente del mundo. El Estado tiene que hacer las inversiones necesarias para dignificar la labor docente, para garantizar el Art.91 de la CRVB (“todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario que le permita vivir con dignidad”). Si muchos no han renunciado todavía, es porque la educación a distancia permite que unos cuantos educadores dediquen parte de su tiempo a otras labores que les ayuden a conseguir otros recursos: vender tortas, dar asesorías particulares, por poner ejemplos que sabemos que son reales.
Quisiera recordar, que las necesidades de los maestros no son sólo de mejores salarios. Requieren también de acompañamiento, de formación para tener herramientas para educar en estas condiciones inéditas. Los maestros de escuelas públicas están especialmente huérfanos de acompañamiento. Trabajo semipresencial – combinación de presencia con distancia – supone exigencias para los educadores.
El hecho de que no haya las condiciones ideales para volver a clases todavía, no exime a nadie de la urgente necesidad de exigir y de expresar la necesidad de ese retorno. O que se pueda hacer algo progresivo. No podemos esperar que la pandemia se termine, porque aún con la posibilidad – que no la tenemos todavía – de incluir a los educadores en las prioridades para vacunarse, estamos lejos, muy lejos de que esta pandemia finalice.
La AVEC, Asociación Venezolana de Educación Católica, considera que una decisión para volver a las aulas debiera ser descentralizada, progresiva, escuchando a todos los actores. La Red de Padres y Madres insisten en que están en mayor peligro los chicos fuera de las escuelas que dentro – sin quitar que se requieran garantías para ello-.
Es normal que haya temores, pero como bien dice María Elena Garassini, psicóloga, el miedo sirve para alertar, proteger, prepararse. Compartamos los miedos y escuchemos a todos los actores para tomar las decisiones adecuadas.