Se ven agotados, luego de otra de las tantas reuniones sobre medidas contra el coronavirus. Otra vez, la canciller alemana agradeció ante las cámaras a las ciudadanas y a los ciudadanos. Una vez más, son muchos los factores condicionantes para relajar las medidas. Y sigue faltando un llamado urgente y auténtico a la población. Angela Merkel y los primeros ministros de Baviera y Berlín, Markus Söder, de la Unión Social Cristiana (CSU), y Michael Müller, de Partido Socialdemócrata (SPD), parecen cansados luego de nueve horas de conversaciones y más de una docena de reuniones de crisis a lo largo de un año de pandemia.
Mucho de lo que fue acordado este miércoles (3.03.2021) por la noche era previsible. El cierre de la vida pública, el llamado lockdown, se ha vuelto a prolongar, por el momento, hasta el 28 de marzo. Es algo necesario, aunque siga poniendo en graves dificultades económicas a los comercios y a los trabajadores autónomos. Las cifras de contagio todavía no indican que se pueda relajar más el cierre de la vida pública con la conciencia tranquila, sobre todo porque las mutaciones, más contagiosas, son detectadas cada vez más en los análisis. Y también era de esperar que se anunciaran relajamientos de las medidas para ciertas áreas, como la gastronomía en el exterior, los museos o -con limitaciones- también para el comercio. Incluso se creía que se iba a desistir del límite de 35 contagios por cada 100.000 habitantes para transmitir un poco de alivio. Pero si eso tiene sentido en este momento, es cuestionable.
Vacunar, vacunar, vacunar
Sin embargo, todo esto no soluciona el problema más acuciante de estos días, y es que todavía se está vacunando demasiado poco. En Estados Unidos, el presidente anima a sus ciudadanas y ciudadanos a que se vacunen hasta finales de mayo. En Alemania, después de dos meses y medio, solo se vacunó un cinco por ciento de la población. Por lo menos esas son muchas de las personas mayores, que corren un gran riesgo. Pero nadie hubiera creído que en esta pandemia se hablara tan pronto de un “estancamiento de la vacunación”, por el cual hay millones de dosis almacenadas en la ciudad de Halde. Hay obstáculos hasta en lo más básico.
Con respecto al ritmo de vacunación, la incidencia de contagios no bajará únicamente por las restricciones en la vida cotidiana, sino también por las vacunaciones, que deberían suceder rápidamente y en gran cantidad, en lo posible, las 24 horas, siete días a la semana, en las mismas cantidades. Antes de Navidad, la prensa y la esfera la política alemanas celebraron la llegada de las primeras dosis de vacunas. Luego no pasó nada durante un tiempo. Ahora se trata de integrar a los médicos de cabecera en las vacunaciones a partir de abril. Pero Merkel aclaró que aún hay un “margen de mejora”.
Un ejemplo de estrategia de vacunación: otros países, por necesidad, están prolongando las pausas entre la primera y la segunda dosis, ya que ese intervalo, eso está claro, puede durarar varios meses, en los cuales los vacunados siguen estando protegidos. Y en el que otros que esperan vacunarse con la primera dosis pueden hacerlo. Según expertos, de ese modo existe la posibilidad de salvar hasta 14.000 vidas. Después de todo, en la reunión Merkel y los jefes de gobierno de los Länder se pusieron de acuerdo en aprovechar “al máximo” ese tiempo, siguiendo las indicaciones de los laboratorios.
Los test rápidos y al autotesteo son clave para los procesos paulatinos de apertura. En febrero, el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, anunció una estrategia de test rápidos para el 1 de marzo, gratis y para todos. Pero esta no se concretó. Desde entonces se espera que comience el 8 de marzo. Paralelamente al Estado, también los grandes supermercados de descuento ofrecerán los autoexámenes para hacer en casa, que supuestamente podrán comprarse a partir de este fin de semana.
Decisiones que decepcionan
La escalada actual de la indecisión en Alemania es otra etapa en esta serie de decisiones decepcionantes e inadecuadas. Uno de los ejemplos es el del teletrabajo. Primero fue elogiado por todo lo alto, también por la canciller. Pero solo a partir del 27 de enero los empleadores tuvieron la obligación de ofrecerlo allí donde fuera posible. Suena banal, pero hubo millones de personas que tuvieron que seguir yendo al trabajo a pesar de que hacía muchos meses que regía el cierre. Por parte de la canciller hubo algunos pedidos discretos en diversas oportunidades. Pero hasta hoy no existe el derecho de trabajar desde casa, a pesar de que eso contribuiría mucho a la reducción de las cifras de contagio.
Un año después del comienzo de la pandemia parece claro que los alemanes pueden calcular bien los casos en los que se relajan las medidas y aquellos en los cuales no. Pero eso no es lo más importante. Lo que cuenta es “vacunar, vacunar, vacunar”, tanto como sea posible y las 24 horas, siete días a la semana. Y lo que también es importante es “testear, testear, testear”, para conocer las cifras de contagio y evitar una nueva explosión de infecciones. Además, para poder ganar un poco más de normalidad.
Sin embargo, la política -y eso vale tanto para el gobierno alemán como para los estados federados- ya no transmite el espíritu necesario para enfrentar la lucha contra el coronavirus. Y, lo que es aún mucho peor, su forma de actuar pone en peligro el poco espíritu que aún queda, sobre todo la paciencia. Este no ha sido precisamente un buen resultado.