Si fuera posible que desde esta columna pudiésemos hacer una encuesta entre nuestros lectores para saber cuántos de ellos han consultado alguna vez a quirománticos, tarotistas o videntes —y si todos respondieran con sinceridad—, concluiríamos que muy pocos quedan excluidos de esta debilidad humana por intentar saber lo que nos depara el destino. Perdonen que a partir de este párrafo deba escribir en primera persona.
Quien suscribe se creía tan racional que, las veces que alguien le leyó las cartas o las líneas de la mano, se burló de las predicciones porque eran una piratería. Hasta que ocurrió lo que ocurrió con Beatriz Veit-Tané, la llamada sacerdotisa de María Lionza, quien acaba de fallecer a los 92 años. La noticia de su deceso, aparecida en un diario local, revela que la chamana era patrimonio histórico de la humanidad, honrada así por la Unesco gracias a su defensa de los pueblos indígenas.
Corría el año electoral de 1973 y, como parte de la campaña de CAP, se organizó un acto de mujeres en el Hotel Ávila de Caracas y se distribuyeron invitaciones. Llegó Beatriz Veit-Tané con su acostumbrada vestimenta estilo guajira y su tatuaje en la frente. Una señora del comité de recepción le pidió la tarjeta de invitación, como Beatriz no la tenía, la señora le negó el acceso. La chamana se indignó, levantó una de sus manos y con movimientos de sube y baja se dirigió a la persona que la había rechazado, profiriendo palabras que supusimos eran maldiciones.
Tres días después, el esposo de la maldecida murió de un infarto. Bastó y sobró para que mi racionalidad se esfumara. A partir de ese suceso le tuve un respeto casi reverencial a la sacerdotisa, jamás la hice esperar cuando me hacía antesala y nunca le negué una colaboración.
Para escribir su libro Los Brujos de Chávez, el periodista David Placer hizo una exhaustiva investigación de los motivos que llevaron al presidente golpista a ser adicto a las prácticas de santería, incluida la de la exhumación de los restos del Libertador, Simón Bolívar. Parece que todo ocurrió después de que una quiromántica le pronosticó que moriría por una enfermedad antes de cumplir 60 años. Se cumplió el pronóstico, pero entre la revelación del mismo y el epílogo vital del dictador, Chávez gobernó a Venezuela bajo el influjo de esa predicción y entregado a brujos y a prácticas que sin duda afectaron sus decisiones políticas.
Entregarse a creencias y prácticas esotéricas no es propio solamente del subdesarrollo tropical: el nefasto Adolf Hitler se guiaba por el astrólogo y vidente Erik Jan Janssen, asesinado luego por los mismos nazis “porque sabía demasiado”.
Winston Churchill prestó atención al perseguido y odiado mago Aleister Crowley, apodado por la prensa británica como «el hombre más perverso del mundo» y «la bestia negra». Crowley aconsejó a Churchill, mediante una carta, que invirtiera la esvástica de manera que se transformara en una V, la V de la victoria. La foto de Churchill haciendo una V con dos de sus dedos se hizo viral (todo lo viral que podía hacerse una imagen en los años 40). Y fue determinante para la psicología triunfadora de los aliados.
La primera potencia del mundo (entonces lo era), los Estados Unidos de Norteamérica, tuvo como presidente a Ronald Reagan, quien tuvo como esposa a Nancy y esta, a su vez, como astróloga de cabecera, a Joan Quigley. La misma astróloga reveló lo determinante que fue su asesoría —después del atentado que sufrió el presidente— en asuntos de diplomacia, política de la Guerra Fría, conferencias de prensa, la cirugía de cáncer de R.R y hasta sus viajes en el Air Force.
Si retornamos a esta réplica del “país de nunca jamás” que es Venezuela, observamos que Nicolás Maduro no ha escapado de confiar su presente y futuro (y el nuestro), a los consejos, esta vez de gurúes. Primero fue el indio Sathya Sai Baba, fallecido en 2011. Y ahora, según investigación de David Placer, Ravi Shankar «quien ha montado una multinacional de la fe que maneja millones de dólares».
Shankar impartió cursos de meditación a guerrilleros de las FARC en Cuba y ahora «enseña a respirar y a meditar al dictador, en el Palacio de Miraflores».
La pregunta lógica que se me ocurre es cómo un brujo, gurú, quiromántico o astrólogo puede influir sobre los gobernantes para bien —unas veces— y para mal —casi siempre— de los gobernados, y cómo y porqué las maldiciones (en nuestro caso particular, del 85% de los venezolanos) no le hacen ni coquito a Maduro y su entorno.
Paulina Gamus es Abogada, parlamentaria de la democracia – @Paugamus