¿Qué induce el comportamiento inconsistente y ligero de algunos compatriotas en relación con los éxitos y fracasos en la lucha en contra de la dictadura atípica de Chávez-Maduro? ¿Por qué ese afán de descalificar a nuestra dirigencia por no haber puesto fin a la usurpación? ¿Hay razones para darle crédito a cualquier mentira del régimen o a las especulaciones, bien o mal intencionadas, de algunos tuiteros políticos y no políticos? Como son evidentes los sufrimientos y frustraciones de la población, sería impertinente afirmar categóricamente que rechazamos “la insoportable levedad del ser”, como diría Kundera. Lo procedente es predicar la necesidad de entender la complejidad de nuestra situación política e intentar valorar los éxitos y los intentos fallidos para lograr el cambio.
Todos somos responsables de la terrible situación que vivimos. Nos deslumbramos ante el espejismo de la renta petrolera. Por ello, a partir de 1974, elegimos dirigentes populistas, unos más, otros menos. Cuando esa renta no fue suficiente, acudimos a un teniente coronel que prometía acabar con la corrupción y un mejor país. Al percatarnos del engaño, arremetimos en contra del predicador del socialismo siglo XXI.
La jornada del 11 de abril del 2002 logró la renuncia del pichón de dictador. La gran mayoría aplaudió a los trabajadores petroleros que iniciaron el paro el 4 de abril, a Carlos Ortega y a Pedro Carmona, presidentes de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y de Fedecámaras, respectivamente, organizaciones que se sumaron al mismo, así como a los militares que fueron el factor decisivo. Cuando los errores cometidos permitieron el regreso de Chávez al poder, se generó una frustración que se descargó en contra de Carmona, y también de los militares que no aceptaron la petición de Chávez de que lo dejaran irse a Cuba.
Siguieron las protestas en contra del repuesto presidente y el 2 de diciembre todos los partidos de oposición, la CTV y Fedecámaras llamaron a otro paro. Como el mismo no tuvo el éxito esperado, muchos drenaron la frustración criticando a Carlos Ortega, a Carlos Fernandes, nuevo presidente de Fedecámaras, y a los petroleros que individualmente se habían sumado al paro. Este logró algo importante que muchos olvidan: un acuerdo que obligó a ceder al gobierno en puntos fundamentales. Como el gobierno no respetó dicho acuerdo y, además, Chávez se impuso en el referendo, los ciudadanos culparon a los políticos. En el 2005 hubo elecciones parlamentarias, pero los partidos estaban muy debilitados y los electores estaban reacios a participar por la inexistencia de condiciones transparentes. Sin embargo, los políticos fueron posteriormente criticados por esa justificada abstención.
En las siguientes elecciones presidenciales se impuso Chávez por trampas y ventajismos, sin desconocer que gracias a las llamadas misiones llegó a tener un número importante de seguidores y que los partidos de oposición se habían venido a menos. En la elección de 2013, todo indica que Maduro fue derrotado por poco margen por Capriles. Este fue objeto de críticas por no llamar a la gente a la calle a reclamar el triunfo, aunque el régimen ha evidenciado que no le importa reprimir y son numerosos los ciudadanos asesinados, heridos, torturados, encarcelados y exiliados. La elección parlamentaria del 2015 fue un gran éxito de la oposición. Todos festejamos. Esta Asamblea no pudo cumplir su cometido por las trabas del régimen. Sin embargo, todavía resuenan las críticas a la misma.
Surgieron grandes esperanzas cuando Juan Guaidó, presidente constitucional interino, trazó la ruta de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Como esto no se ha logrado, la tendencia ha sido criticar a Guaidó, sin tomar en cuenta que el régimen se sostiene por el apoyo de los militares y del Poder Judicial. Las consultas populares del 2017 y del 2020, fueron exitosas desde el punto de vista político, pero sin la fuerza necesaria para doblegar al régimen, como tampoco lo han logrado, hasta ahora, las sanciones.
Gracias a las gestiones de nuestros diputados, la OEA y la Unión Europea no reconocen las farsas electorales del 2018 y 2020. Sin embargo, no cesan las descalificaciones a nuestros representantes, a pesar de que, incluso, no reciben remuneración y muchos han estado o están presos o exiliados. Intentos fallidos de enfrentar al régimen por medios no convencionales ante el bloqueo de la vía electoral, como fueron los episodios de entrar por Cúcuta ayuda humanitaria y el llamado a la Fuerza Armada para que cumpla con su deber constitucional, el pasado 30 de abril, han sido reprobadas por algunos por no lograr el objetivo. Lo mismo sucedió con la operación Gedeón, un intento valiente, pero poco sensato, de poner fin a la narcodictadura.
En estos últimos años los dirigentes han fallado por no lograr la unidad. Aquí cabe culparlos y ello se refleja en las encuestas. También a veces no han sido consistentes. Por ejemplo, nos convocaron a dos consultas populares que se pronunciaron enfáticamente a favor de elecciones transparentes, sin embargo, recientemente anunciaron que los partidos agrupados en el Frente Unido Venezuela Libre discutirían si acuden o no a la elección de gobernadores. Por parte de los ciudadanos de a pie, es necesario que cesen las descalificaciones injustas a la dirigencia, las cuales no suman. Debemos hacer un esfuerzo para lograr la unidad, que es un requisito necesario, aunque no suficiente para salir del régimen.
Como (había) en botica: Continúa injustamente detenido nuestro diputado Gilberto Sojo. También el comunicador social Roland Carreño. Excelente la videoconferencia de Venamérica, coordinada por Horacio Medina y Eduardo Betancourt, con intervenciones sensatas sobre el futuro de la industria petrolera, de los dirigentes sindicales Carlos Ortega, Iván Freites y Rafael Zambrano. También la de Rafael Gallegos sobre Geopolítica petrolera. Lamentamos los fallecimientos de Celestino Franco y Eutimio Franco, compañeros de Gente del Petróleo y de Unapetrol ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
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