Protestas contra Mario Abdo Benítez en Paraguay: “Renunciá, hijo de la dictadura”.
Una vez esfumado el inicial éxito en la pandemia, creció el descontento por “la mala gestión” del presidente Mario Abdo Benítez, expresión de 67 años de estancamiento en las estructuras de la dictadura, dicen expertos.
¡Que renuncie Marito!”, “¡Ladrones a la cárcel!”, “¡Elecciones ya!”, volvieron a pedir manifestantes este pasado fin de semana en las calles de Asunción, la capital de Paraguay. La protesta y la violencia amenazan con crecer. Las acusaciones por la “mala gestión de la pandemia” van dirigidas epecialmente a Mario Abdo Benítez, el presidente, que asumió en agosto de 2018, y cuyo mandato sigue, en realidad, hasta 2023.
“Me toca gobernar en un contexto inédito, en medio de una pandemia. Y todos podemos cometer errores”, reconoció ante la prensa Abdo Benítez, quien rápidamente cambió a tres ministros, entre ellos, al ministro de Salud, Julio Mazzoleni, reemplazándolo por Julio Borba.
“El éxito inicial de la gestión de la pandemia en Paraguay se debió a que el Gobierno escuchó a los tecnócratas que recomendaron una estricta cuarentena y un rápido cierre de fronteras”, dice a DW el politólogo Constantin Groll, encargado de Paraguay de la Fundación Friedrich Ebert (FES). Un éxito además, “gracias a que Uruguay cuenta con una de las poblaciones más jóvenes (27,8%), y uno de los más altos grados de ruralidad en América Latina (38%)”, apunta, por su parte, la analista Fátima E. Rodríguez en Nueva Sociedad, una revista de la FES sobre democracia y política en América Latina.
304 camas públicas UCI para más de 7.000.000 de personas
Hasta este 7 de marzo -exactamente un año después de registrado el primer contagio con coronavirus en Paraguay- comparadas con otros países de la región, las cifras seguían siendo bajas: 168.043 contagios, y 3.318, muertes, según el Centro de Ingeniería de Sistemas para la Ciencia de la Universidad Johns Hopkins. Pero en Paraguay mismo se alerta sobre un posible colapso. Si se recuerda que hasta el 8 de julio solo habían muerto 20 personas por COVID-19 en Paraguay, la situación hoy es otra. Y Fátima Rodríguez enumera varias razones: “En Paraguay, un país con poco más de 7 millones de habitantes, el sistema público de salud tiene solo 304 camas de terapia intensiva. En los hospitales privados hay otras 202 camas UCI, pero cuestan 5.000 dólares por día si los pacientes no tienen seguro médico. El Instituto de Previsión Social (IPS) está colapsado desde mucho antes de la pandemia”. Peor aún, “Paraguay es uno de los países con menor gasto social de toda América Latina, después de Guatemala y República Dominicana”, diagnostica la analista.
“Los problemas por los que ahora se protesta en Paraguay ya existían antes de la pandemia”, corrobora a DW Constantin Groll, desde Buenos Aires, la sede regional de la FES. El analista apunta a las estructuras de poder del casi ininterrumpido gobierno del conservador Partido Colorado desde hace 67 años. “El Gobierno de Paraguay no aprovechó el tiempo de relativa calma en la pandemia para remediar las grandes deficiencias de su sistema de salud”, agrega Groll.
Además, “Paraguay tampoco logró negociar la cantidad de vacunas necesaria para frenar efectivamente la pandemia, pero tampoco Alemania ni Europa lo hicieron”, precisa, por su parte, Detlef Nolte, del Instituto alemán de Estudios Globales (GIGA), con sede en Hamburgo, en entrevista con DW.
Menos muertes, más hambre
Tanto para Nolte como para Groll, las protestas son expresión de un descontento reprimido durante décadas, que los errores en la gestión de la pandemia han sacado a la luz, y a las calles. “La pandemia en Paraguay provocó hambre, lo que llevó muy pronto al surgimiento de ollas populares, porque las ayudas económicas del gobierno se esfumaron sin mayor efecto positivo”, destaca el politólogo Constantin Groll, cuya tesis de doctorado en la Universidad Libre de Berlín se basó en la desigualdad social en América Latina. Una desigualdad para él visible en el contraste que representan los automóviles de lujo en las calles maltrechas de Asunción.
“Aparte de las denuncias de corrupción en la compra de material de sanidad, ya anteriormente Mario Abdo Benítez era un presidente débil y muy criticado”, dice Groll. Entre los casos más controversiales de la figura de Abdo Benítez, el profesor Nolte destaca este: “Abdo Benítez, siendo hijo de quien fuera secretario privado del dictador Alfredo Stroessner (1954-1989), propuso que la Junta de Gobierno del Partido Colorado le rindiera tributo cuando su padre murió, en 2006”. Una idea que provocó ira en Paraguay, aunque Abdo Benítez precisó que “no comparte la violación de los derechos humanos, las torturas y las persecuciones cometidas durante el régimen”.
¿Dónde está la sociedad civil en Paraguay?
Paraguay se encuentra ante un Gobierno cuestionado, que gobernará aún durante más de dos años y sin una real opción opositora. ¿Puede surgir la sociedad civil como una tercera fuerza? Según el profesor Nolte “la cohesión de la sociedad civil frente a sus gobiernos es aún muy incipiente”. Para Groll, “la pobre organización social en Paraguay se debe a que, a pesar de que la dictadura se acabó, nunca se ha hecho un corte de sus estructuras, algo que el Partido Colorado ha sabido mantener con fines clientelistas”.
Este fin de semana, la oposición, minoritaria en el Congreso, pidió una moción contra Abdo Benítez para iniciar un juicio político por “mal desempeño”. Pero la iniciativa no cuenta con el apoyo del expresidente Horacio Cartes (2013-2018), empresario tabacalero, que maneja los hilos de la mayoría que posee su mismo Partido Colorado. Por ello, las protestas se trasladaron al domicilio de Cartes. El expresidente paraguayo ha sido investigado en su país por “apropiación ilegal de tierras” y acusado por la Justicia brasileña en el caso Lava Jato. La Administración de Control de Drogas de EE. UU. (DEA) sigue teniéndolo en la mira por “presuntos nexos con el narcotráfico”.
Paraguay no puede servir de ejemplo, concluye el profesor Detlef Nolte, “los paraguayos no tienen, hasta hoy, otra instancia diferente al Partido Colorado , porque la oposición tampoco representa una alternativa real”.
DW