La llegada de Biden a la Casa Blanca trajo la idea de que éste aflojaría la presión sobre el régimen de Maduro y que la nueva administración optaría por una estrategia más parecida a la europea que la que desarrolló Trump. Muchos, incluyendo Maduro y sus acólitos, vieron, con la nueva administración, un relajamiento de la presión que se mostraría en la flexibilización de las sanciones.
Hasta a ahora, las noticias no han sido buenas para el régimen. Es cierto que ya la opción militar o de fuerza no “está sobre la mesa” pero las sanciones que impuso Trump no han desaparecido. Es más, desde el norte se ha dicho que las sanciones se levantarán en la medida que el régimen se disponga a negociar una salida electoral con estándares internacionales. En esto nada ha cambiado.
Lo que si se notó al principio fue que la Unión Europea (UE) tomaba la batuta, cuando llamó a una reunión del Grupo Internacional de Contacto (GIC). Un grupo que se caracterizó por ser menos frontal con el régimen que el Grupo de Lima. De la reunión del GIC salió una condena a las elecciones del 6D y llamada a negociar entre las partes. Nada nuevo bajo el sol. Lo que trajo beneplácito al castrochavismo y algunos de la oposición fue que los europeos dejaron de referirse a Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, aunque lo consideraron como un representante privilegiado de la oposición – ojo, la UE nunca consideró a Guaidó como presidente interino-. De nuevo cierta complacencia en Miraflores.
Muchos analistas también pensaron que las negociaciones se asomaban en el horizonte. Como ejemplo un titular de El País (España): “Biden y el giro de Europa sientan las bases para un nuevo intento de diálogo en Venezuela”.
Esto dio un impulso a los opositores que ven en la negociación una salida. Henrique Capriles tomó delantera y retomó la necesidad de una salida pacífica y negociada de la grave crisis de Venezuela. Pero fue más allá al criticar la postura anterior como retórica y fracasada, y en especial criticó a Guaidó a quien recomendó que dejara de “jugar a ser gobierno”.
Lo que no esperaban era que la UE sancionara a 19 nuevos funcionarios de Maduro por su papel en las fraudulentas elecciones del 6 de diciembre pasado, a los que se les congelarán sus activos financieros en Europa. La sonrisa en Miraflores se tornó en trágica morisqueta. Ahora se incluían personas como el Jefe del Estado Mayor del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada, el gobernador de Zulia, tres rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el diputado José Brito quien habiendo sido opositor se pasó a las filas del chavismo. Esto provocó la expulsión de la embajadora de la UE y en reciprocidad se expulsó la del régimen en Europa.
En estas condiciones las posibilidades de negoción, que ya algunos daban como seguras, en especial con vistas a las elecciones regionales previstas este año, está en veremos.
En cuanto a la flexibilización de las sanciones, por ahora esto no se ha dado. Se habla de la necesidad de volver a aprobar el cambio de petróleo por diesel para permitir el transporte de alimentos e incluso del cambio de “petróleo por alimentos”, lo que ya ha ensayado por Naciones Unidas, aunque han habido problemas con esto.
Lo que si es cierto es que no será posible negociación alguna sin la presión de las sanciones internacionales, en especial pues la capacidad de movilización política en Venezuela ha disminuido por la desesperanza creada por el fallo de los múltiples intentos de acabar con esta pesadilla y no haber logrado la victoria final. Aunque hay que insistir que se ha mantenido la resistencia viva, tanto que a 21 años del régimen aún no han logrado convertirnos en un pueblo sumiso, muy por el contrario la rebeldía sigue en la calles.
Sanciones si, ¿pero cuáles? En su último artículo Hausmann y Martinez ponen el dedo en la llaga al decir: “Si Joe Biden quiere tener éxito, necesitará una política que haga la vida lo más onerosa posible para la élite y lo más llevadera y democrática posible para los venezolanos comunes y corrientes”. Ese es el nudo gordiano de las sanciones. Y esto parece ser la idea de la administración Biden ya que un alto funcionario declaró: “El foco de las sanciones debe ser aumentar la presión sobre el régimen, eliminar cualquier tipo de acceso al capital corrupto para sostenerse pero tampoco que penalice y castigue innecesariamente al pueblo venezolano y al país”. Pero, ¿será esto posible?
Lamentablemente, el mencionado artículo no va al detalle. Lo que si señala son dos acciones que pudiera implementar la comunidad internacional: permitir el uso de los fondos congelados en el exterior para “transferir ayuda a Venezuela”, como se hizo con los profesionales de la salud; y facilitar que el gobierno de Guaidó emita y entregue documentos de identidad a sus ciudadanos, que asumimos serían aceptados en muchos países. En esa línea todavía hay mucha tela que cortar,
En fin, Maduro debe entender que si bien el uso de la fuerza no está sobre la mesa las sanciones si, y serán cada día más fuertes y coordinadas internacionalmente, de manera que los sancionados sientan coerción no solo en EE.UU. o Canadá sino en Europa y en Latino América.