Alguien ha observado que la mujer de esta foto parece ciega (como se representa a los invidentes en las telenovelas o en las películas de bajo presupuesto). Es una foto muy rara, sin duda. Cada uno de los presentes mira a un lugar diferente. Ella, a la nada. El joven del centro la observa a ella o a algo que está detrás de ella (podría estar acomodando algo que movió sin querer, tal es el abarrotamiento de objetos que el más mínimo gesto podría causar un estropicio). Y el hombre de la derecha mira al fotógrafo, cuya identidad ignoramos.
La imagen está en el Archivo Fotografía Urbana.
La mujer
La dama sentada en la butaca del tapizado bordado y los apoyabrazos labrados en madera es Renée Lozada, esposa del locutor y animador Renny Ottolina. Se habían conocido en mayo de 1952, en un fiesta en el Club Los Cortijos y quince meses después, el 15 de agosto de 1953, contrajeron matrimonio. «Era», le dijo Gonzalo Fernández de Córdova, productor ejecutivo de Ottolina, al reportero de El Estímulo, Alexis Correia, «una mujer súper inteligente, con un tremendo físico, que se convirtió en imprescindible para él. Cuando ocurrió la primera separación, el abogado recibió unos honorarios tan elevados que hasta se quedó con un Cadillac con todo y televisor, que había pertenecido a Renny. Y luego se volvieron a juntar. Renny tuvo muchos romances, pero el más serio fue con una modelo a la que llegó a comprarle un apartamento en La California. Él se lo contó a Renée: ‘Estoy enamorado’. Y ella, en vez de armar un escándalo, le respondió con mucha serenidad: ‘‘Si tú quieres, yo te ayudo a salir de ese problema’’. Posteriormente, Renny me lo admitió: ‘Renée se ha portado como toda una señora’. Más que las infidelidades, les distanció lo absorbente que era su trabajo».
En este momento, ella tiene el físico espectacular y, de seguro, la inteligencia, pero todavía le faltan unos años para pedir el divorcio o escuchar las cuitas de su marido enamorado… de otra. En este momento, está encinta. Debe tener unos cuatro meses de embarazo. Es el segundo. Tuvo varios, por lo menos cinco. Cuatro de ellos con producto a término y uno fallido. Los embarazos suponen una presión para esta familia. El marido, Renaldo José Ottolina Pinto, había nacido el 11 de diciembre de 1928 en Valencia. Su madre, Ana Mercedes Pinto, no se repondría nunca del difícil parto y moriría casi dos años después del nacimiento de su único hijo. Y su padre, Francisco Ottolina, descendiente de una familia que había llegado de Italia a finales del siglo XIX, terriblemente afectado por esta pérdida tardaría en atender su responsabilidad paterna. Renny sería criado por su abuela paterna y su tío Carlos, quien sería un factor clave para la formación del niño en una voluntad inflexible para lograr cuanto se propusiera. En cuanto a ella, ignoramos su historial familiar de barrigas, pero Carlos Alarico Gómez, biógrafo de Renny Ottolina, contó en una ocasión que ella, estando preñada de mellizos, lo esperó en casa por varias horas en las que se fue poniéndose cada vez más tensa y angustiada, al punto que cuando él llegó por fin, balbuceando excusas por haberse entretenido en unas copas con un amigo, el pleito fue de tal naturaleza que el embarazo se malogró.
Las desavenencias persistieron hasta que, en junio de 1971, se separaron de manera definitiva, en un divorcio donde los mayores beneficiados fueron los abogados, dado el monto de los bienes a dividir. Renée Lozada se mudó a una mansión en Lomas de San Román. Falleció en 2007.
El momento
Esta fotografía debe haber sido hecha en mayo de 1955 (porque el embarazo parece andar por el cuarto mes). Su segunda hija, Rhona Carolina, nacería el 15 de septiembre de 1955. La primera, Rina, había llegado al mundo el 15 de mayo de 1954. Aunque también podría haber sido hecha a mediados de 1957, puesto que en noviembre de ese año, el hogar de la pareja se iluminó con el alumbramiento de Ronny, quien murió poco después de nacer.
Sabemos que no fue antes de 1955, porque fue ese año cuando se realizaron las esculturas de los caciques de Venezuela. Y nos consta que no podía ser después de enero del 58, porque para entonces ya el dictador había sido derrocado y los pocos familiares que quedaron en el país dejaron de recibir invitados. La última hija de los Ottolina Lozada, Rena Fernanda, nació el 13 de agosto de 1962.
El lugar
La imagen debe haber sido captada en la quinta Mamá, ubicada en la calle Mohedano del Country Club de Caracas, propiedad entonces de un hermano del dictador Pérez Jiménez, llamado Francisco.
Este Francisco era director de Correos, cargo que detentó durante todo el gobierno de Marcos Evangelista (1952-1958). Claro que la reunión de estos tres ha podido celebrarse en el despacho del señor director, pero no suena muy plausible que el funcionario de una dictadura, pariente tan cercano, además, del mandón, vaya a llevarse ese perolero para una oficina de la que podrían sacarlo en cualquier momento. Las dictaduras se pasan la mitad del tiempo procurando seguir siéndolo y la otra mitad bailando en un tusero.
Lo otro es que, además de las cabezas de los caciques, objetos muy cónsonos con la estética de un gobierno de facto, hay figurillas más bien afeminadas que, si tocara meterlas a toda carrera en una caja para ponerlas a salvo de un turba, se harían astillas.
No, lo más posible es que los dueños de la quinta Mamá hayan convidado a una merienda de pie en el jardín, lo que se deduce del hecho de que el atuendo de Renée es de tarde, y que a ella le haya dado un vahído y el dueño de casa los haya llevado a su estudio para que ella se sentara y recompusiera.
Jardines, eso seguro que el caserón tiene en abundancia, incluso con piscina. Se trata de una propiedad de 5.500 metros cuadrados de superficie, donde se alza una residencia palaciega de estilo Art déco y cuatro niveles conectados por un ascensor interno: sótano, terraza, planta baja, primer piso, en los que se distribuyen numerosas habitaciones, bar, biblioteca, bodega de vinos, sala para albergar una colección de monedas, dos despachos, uno de ellos con el escudo de Venezuela en relieve, capilla, un mirador en la terraza y un observatorio presidido por un telescopio alemán. Allí vivían Francisco Pérez Jiménez, su esposa Elba Olivares y la madre de los poderosos tachirenses, la cucuteña Adela Jiménez de Pérez, en cuyo honor se le puso nombre al recinto y cuyo retrato en óleo presidía el salón principal de la quinta.
La casa, construida por Francisco Pérez Jiménez, fue confiscada por el Estado a la caída del otro Pérez Jiménez, pero diez años después fue devuelta al antiguo director de Correos, con todos sus enseres adentro.
El marido solícito
El hombre de figura atlética que está en el centro de la foto es Renny Ottolina, el esposo ausente en los embarazos (por lo que cuando se presentan los desvanecimientos, ella hace como que él no está. Total, ¿no es eso lo que ocurre siempre?).
Se había iniciado en la radio en 1945, cuando tenía 17 años, y muy pronto empezaría a trabajar también en Bolívar Films, haciendo la locución de los comerciales que se proyectaban en el cine. El 11 de noviembre de 1952 comienza la era de la de la televisión en Venezuela, que así se convirtió en el sexto país del mundo en disponer de este medio. «Al iniciarse el año 53, ya Renny Ottolina tenía un nombre conocido en toda la nación», explica Carlos Alarico Gómez en su biografía, «aun cuando no disfrutaba de la popularidad que habría de alcanzar después de 1958».
Cuando se hace esta fotografía, Renny ya era una figura de la televisión. Había aparecido en Televisa, fundada en enero de 1953, y dos años después, en 1955, comienza en RCTV (Radio Caracas Televisión).
Moriría siete años después de divorciarse de Renée Lozada, que era quien trataba de mantenerlo alejado de los problemas. Soltero e infatuado de su popularidad, alguien le hizo pensar que podría resultar electo presidente de la República en las elecciones de 1978 (que favorecieron al presidente Luis Herrera Campins). Estaba en campaña electoral cuando la avioneta que lo trasladaba a Margarita se incrustó en El Ávila, el 16 de marzo de 1978.
El anfitrión
Es sabido que a los gobiernos militares no les gusta la prensa. Desconfianza e impaciencia es lo que se ve en la expresión de Francisco Pérez Jiménez, dueño de la quinta Mamá y de una formas redondeadas que ya se ve que son de familia.
Es el último hijo de los 17 que llegó a tener su padre, Juan Severo Pérez Bustamante, en dos matrimonios. Marcos Evangelista, nacido el sábado 21 de abril de 1914, fue el penúltimo. Francisco Benedicto nació, como todos sus hermanos, en Michelena, el 7 de mayo de 1917, cuando su padre tenía tenía 71 años y Doña Adela, casi 43 años. Tras enviudar de su primera esposa, su prima hermana Bárbara Bustamante, se casó, a los 62 años, con la maestra originaria de Cúcuta con la que tendría cinco hijos. Este hombre moriría en 1925, a los 80 años, cuando su hijo Marcos era un escolar de 11 años y Francisco Benedicto apenas empezaba a ir a la escuela, tenía 7 años.
En este momento, Francisco Pérez Jiménez está al comienzo de la treintena. Es un hombre discreto, poco dado a gesticulaciones y jolgorios. Abogado, filatelista y numismático, reunió también una importante biblioteca, que logró tener de vuelta tras ganarle un juicio a la nación. Se ve que era un coleccionista compulsivo.
Cuando la democracia de Venezuela le devuelve su casa con todos sus periquitos, vuelve a instalarse allí con esposa. Jamás volvieron a hacer ni un arrocito. Los vecinos decían que eran muy raros, que jamás tenían invitados, como eran común en el vecindario.
En febrero de 1993, seguramente acuciado por unos kilos demás que no lo soltaban por nada, Francisco Benedicto salió a dar un paseo por los alrededores de su casa. Fue interceptado por tres desconocidos. Dos balazos lo dejaron tendido boca abajo en una calle del Country Club. Después de eso, la viuda, que no tenía descendencia, decidió vender aquella inmensa casa donde se había quedado sola y lo primero que hizo fue reunir el montón de muebles, adornos, obras de artes y toda suerte de miriñaques que el esposo muerto había acumulado y lo subastó en el garaje de la ahora silenciosa mansión.
Los caciques
En el borde superior izquierdo de la fotografía puede verse una seguidilla de cuatro esculturas. Es la serie Caciques de Venezuela, diseñada por el artista plástico Pedro Centeno Vallenilla, en 1955, por encargo de Remo Cademartori, con la asesoría histórica de Antonio Reyes Andrade, autor del libro Caciques Aborígenes de Venezuela.
Centeno Vallenilla, quien no era escultor, hizo los dibujos para la acuñación de una monedas de oro con las efigies de los jefes de los pueblos originarios. A las monedas le seguirían las esculturas de las cabezas. La ejecución de las piezas correría a cargo del escultor V. Murolo, mientras que el grabado de los troqueles estuvo a cargo de Francisco Tugues, primero, y a partir de 1957 de Renato Bigazzi. La acuñación estuvo a cargo de la Casa Metalor, en Caracas.