La verdad es que nadie entendió ese decreto del gobierno de una flexibilización de la semana, que arrancaba el lunes 15 al domingo 22, para todo el país; sólo que la región capital y sus áreas periféricas; comprendidos allí los estados Miranda y “La Guaira”, escrito entre comillas por sugerencia de un lector; quien me ha hecho ver que se trata de una usurpación; puesto que Vargas viene desde que la región de nuestro litoral central era un departamento, y no un estado, el famoso departamento Vargas, que junto que el departamento Libertador conformaban lo que es hoy en día el Distrito Capital, y con el perdón de la digresión; estas regiones, decía, quedaban bajo un cerco sanitario.
Es decir, se decretaba como una especie de toque de queda; que no lo fue como tal; pues a pesar de que en el área metropolitana se colocaron alcabalas móviles a la entrada de las autopistas, a los fines de pedir a cada conductor su respectivo salvoconducto, y que generaron colas hasta de dos horas, este mismo hecho lo demuestra, es decir, nadie se quedó en casa: un drama todo aquello, por lo demás, para quienes tuvimos necesidad de movernos, por razones laborales, aprovechando la generosidad de un vecino, que también tuvo necesidad de bajar desde los Altos Mirandinos, donde vivimos, hacia Caracas, y de modo que me llevó el día lunes; pero el día martes me tocó irme en el Metro de Los Teques, a falta de transporte extraurbano, que llaman, que fue paralizado, sin darse cuenta el gobierno, que hay trabajadores, que se desempeñan en áreas vitales, como los propios trabajadores de la salud; tanto más ahora cuando los centros asistenciales todos están abarrotados de enfermos de Covid-19; pandemia que, precisamente, según los entendidos se le ha ido de las manos al gobierno, y que las cifras que maneja, no son tales, sólo que le da vergüenza esta situación; como en todas las cosas, que le corresponde actuar en tanto que Ejecutivo, y en donde tiene que rendir cuentas: en todas resulta un fracaso, y entonces prefiere andar con medias verdades.
Además de los trabajadores de la salud, decía, estamos aquéllos que nos desempeñamos en los medios de comunicación y en otros servicios, en el comercio, en la industria; en fin, actividades económicas muy puntuales, y que marchan con el día a día; de modo que, al no haber transporte público superficial en el área metropolitana, entonces al que se apela es al Metro, en nuestro caso, al de los Teques, y aquí es donde se comprueba la circunstancia, de que por qué los centros asistenciales están abarrotados de enfermos de Covid-19; pues a la hora pico, que llaman, de la movilidad de esa masa laboral urbana, que son entre las seis y las ocho de la mañana, ese Metro se desborda de gente; un sistema que, por supuesto, no está en capacidad de satisfacer semejante demanda; a propósito del estado casi ruinoso con el que opera: ¿cuántas personas reunidas en unos vagones, donde no hay aire acondicionado, y cuyo blindaje es hermético que, precisamente, es el ambiente adecuado para el funcionamiento de dicho aparato? Porque, por lo demás, allí todo el mundo quiere montarse; en vista de las necesidades de movilización, que tiene cada quien, y que fue lo que no tomó en cuenta el gobierno, al suspender el transporte público superficial; aquello es que en cada estación el tren queda detenido por varios minutos, ya que el desbordamiento de los usuarios hace que las puertas de los vagones no se cierren, de acuerdo a las órdenes electrónicas, que le llegan del operador; una y otra vez se abren y se cierran, hasta unas seis veces: señores usuarios permitan el cierre de las puertas, para que el tren pueda reiniciar su recorrido, y resulta que es que las puertas chocan contra una espalda, y de modo que se devuelven; bañado, por supuesto, uno en sudor; con un sistema que a cada instante presenta fallos de electricidad, y que obligan a detenerse en la vía al tren por varios minutos; si es que se trata de uno de esos trenes que ha sido reacondicionado con piezas de otros trenes; lo que se ha dado en llamar la canibalización de la tecnología subterránea, y marcha a medias, y del cual, muchas veces, hay que bajarse; porque el pobre ya no puede más; de modo que estamos no sólo frente a una gran tortura, a propósito de la forma como tiene uno que movilizarse, para poder llegar a su destino, sino el caldo de cultivo que hay allí, para que flote por el ambiente el virus chino, como lo llaman algunos con su toque de ideología, y que es donde se observa que el gobierno, cuando actúa, deja muchas rendijas abiertas.
De hecho, ya los médicos lo han alertado: la cepa brasileña no es sino la absoluta flexibilización, que se permitió el gobierno en estos carnavales pasados, y de modo que si hace lo mismo en Semana Santa ya no serán los 3 mil 600 casos de contagiados diarios, los que se registren, sino el doble. Porque, por lo demás, las cifras que maneja el gobierno de casi mil contagiados diarios, según el gremio médico, esconde aquella realidad, y, por lo demás, esto se comprueba en la circunstancia de que todos los centros asistenciales están abarrotados de enfermos de Covid-19; registrándose el fenómeno de que a los pacientes de traumatología y otras especialidades médicas los han mandado para su casa, para poder ocupar las camas, precisamente, con pacientes del Covid-19; ocupando el ministerio de Salud a la brava hoteles también, a ese respecto; cuando no, hay pacientes que han enviado al interior; con la consiguiente queja por parte de la población de la región, donde los han enviado; pues también allí están colapsados también sus respectivos centros asistenciales de pacientes de Covid-19. Ahora, ¿qué se puede esperar de un equipo de Salud, que se ha nombrado para llevar a cabo el proceso de contrarrestar los efectos de la pandemia en nuestra población, encabezado por Delcy Eloina Rodríguez? ¿Se nota responsabilidad del gobierno en ese sentido?
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