Carlos Ñáñez: Sesenta y tres años siendo luz de una tierra inmortal

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Esta columna desde sus recientes orígenes se ha dedicado al tratamiento de temas de índole económica, sin embargo hoy me tomo la licencia de escribir estas líneas para mi “Alma Mater”, locución latina que significa madre que nutre y que se usa para referirse metafóricamente a la función proveedora de alimento intelectual. Este domingo 21 de marzo se conmemoraran sesenta y tres años de su reapertura, un 21 de marzo de 1958, la aldea de Pocaterra recibió jubilosa y a la sombra del canto la noticia de la reapertura de la Universidad de Carabobo, en su recinto Dios, la Libertad y la Cultura encontrarían un espacio acorde para que su campus, el segundo más grande del país después del de la Universidad Central de Venezuela, se convirtiera en tierra de todos, en espacio para el encuentro y en recinto irredento de la libertad, la Universidad es una segunda madre y así hay que sentirla, cercana, amorosa, siempre firme y sobre todo como a una madre debemos defenderla, acompañarla y atenderla en sus quebrantos, aunque en ciertas oportunidades debamos alejarnos de ella, para evitar participar en el daño que le infringen sus propios hijos cuando la atacan.

Este artículo no es una crónica edilicia y edulcorada de la Universidad de Carabobo, pues los momentos que atraviesan todas nuestras casas de estudio y la educación en general en esta Ex República, nos comprometen con el acto libérrimo y valiente de apoderarnos del relato, mi Universidad que es “Luz de una tierra inmortal”, lleva ciento veintiocho años de pie, nuestro Rector Fundador el Dr. Alejo Zuluaga definió a la Universidad como “casa de la verdadera conciencia ciudadana”, así se mantuvo abierta con su campana llamando a clases e irradiando luz sobre aquella aldea pocaterrana. En 1904 es cerrada por el decreto del tirano Castro, silenciando así por 54 años a la Ilustre Universidad de Carabobo, en su lugar se crea el Instituto Oficial Miguel José Sanz, en cuyo recinto se podía obtener el título de abogado o procurador y para 1949, este Instituto se adscribe a la Universidad Central de Venezuela.

Nuestro Campus fue escenario de la batalla de Bárbula y su tierra fue regada por la sangre de Atanasio Girardot, ese mismo suelo alberga la sede principal de las siete facultades que la constituyen, en sus aulas aprendimos la alteridad y la otredad, el valor de la libertad y sobre todo muchos tuvimos la oportunidad de progresar de la mano de la educación. En esta comunidad empleados, obreros, estudiantes y profesores respiramos el espíritu universitario, ese que se trasciende el lenguaje y se convierte en estímulo para hacer las cosas con, por y para el bien.

No en vano, cuando la República venció a la tiranía homicida de Marcos Pérez Jiménez hace sesenta y tres años, se reabre nuestra Alma Mater, las puertas de nuestra Universidad permanecerán abiertas para siempre y en nuestros corazones de dignos ucistas, retumbaran la sístole y la diástole, para bombear la sangre purpura, verde y dorada que en la armonía de Lauro nos insufle el halito vital en notas de los vítores de “UC!”, esos mismos gritos que corean nuestras andanadas de muchachos para indicar que la Universidad de Carabobo ha hecho acto de presencia, que la Universidad de Carabobo camina en las aceras de la libertad y de la decencia.

Sin embargo este siglo XXI, recibe a la Universidad de Carabobo en medio de hostilidades, sus enemigos internos y externos se coluden bajo el amparo de la sombra para propinar un artero golpe a su existencia, al ver que la dignidad de los profesores era superior a esa cantidad que el régimen nos deposita y que por obvias razones me niego a llamar salario, al auscultar que las indecentes condiciones de trabajo a las cuales nos expone tampoco nos desmovilizan, sino que por el contrario nos confieren un nivel de respeto que es agradecido y valorado por nuestros estudiantes, y que en comunidad espiritual construimos un contradiscurso que desmantela la mentira como locus de comunicación de un régimen avieso, deciden ahora agredir la autonomía de la Universidad, la cual goza de rango constitucional, pero que estos enemigos jurados de la Universidad desconocen, pues sirven a la mano tembleque del poder, esta agresión a la autonomía presupuestaria y financiera, al centralizar eso que nos pagan que no es salario en el sistema patria, es una estocada perversa, maligna y traicionera en contra de la Universidad. Sus trabajadores obreros, administrativos ni docentes, merecemos este desprecio y menos valemos esas cantidades ridículas que no se pueden catalogar de salario.

Nuestro compromiso es con la reserva ética del país, con la juventud que busca la verdad en medio de la herrumbre engañosa de un discurso para el mal y la dominación, pese a estos atropellos y a los futuros nosotros quienes venimos de las entrañas de la parturienta Universidad de Carabobo, en alegoría a la escultura del Maestro Adolfo Estopiñan, estaremos dispuestos a defenderte con el recurso que hace rica a la Universidad: el honor de sus hijos, ese honor será el arma con la cual te defenderemos de estos ataques y con la valentía en nuestros pechos henchidos de orgullo y nuestros brazos te sostendremos en estos duros momentos.

La Universidad de Carabobo es una referencia de libertad y democracia, su campana centenaria tañirá, jubilosa y a la sombra del canto para indicarnos el fin de estos años brutales, es conveniente recordar al primer Rector de la reapertura el Dr. Luis Azcunes Párraga: “La universidad tiene que forjarse internamente. Mantener la disciplina de un interés superior”,  justamente en estos tiempos de verdades liquidas a lo Zygmund Bauman y también de autoritarismos líquidos y en extremo crueles, la Universidad de Carabobo es y será la forja del carácter libre, decente y democrático de los  ciudadanos quienes reconstruiremos este país, o al menos de aquellos que nos mantuvimos firmes frente a la tentación de ser parte de este festín de corruptelas al erario público y de crueldades en contra de la humanidad.

Como corolario comparto una infidencia, de muchacho al ingresar a la Universidad de Carabobo, me sentí abrazado por el compromiso de aprender conocimientos técnicos relacionados con mi siempre libre y rigurosa Escuela de Economía y por aprehender patrones de virtud, moralidad y decencia, hoy como miembro de su cuerpo docente ordinario, reconozco a aquel muchacho con la pasión y la vehemencia por defender a la Universidad de sus agresores y encuentro al ciudadano, claro, sensato y coherente para denunciar esta innominada manera de ejercer el poder, estos años mustios en el cual el único Estado que se mantiene en pie es el de la regresión de virtudes y la inmundicia total.

La tiranía me convirtió en un profesor pobre, jamás en un pobre profesor, en tal sentido al haberme expropiado el salario y pagarnos eso, que reitero es una cantidad irrelevante y nominal, pero jamás es salario, sigue indemne el compromiso con mis estudiantes y con la sociedad, seguiré formando sin remuneración a las generaciones de ciudadanos que pasan por la Universidad, de este surco oscuro seguirá renaciendo la espiga y de tus aulas libres, aflorará el saber y la decencia para curar al país de estos veintitrés años de oscuridad.

Como reto a la tiranía, no me desmovilizarán jamás expropiando esa cantidad monetaria a la cual ustedes llaman de manera cínica “salario”, mi dignidad, el valor de mis estudiantes, sus luchas libérrimas, las lágrimas en sus tumbas, cuando armados de escudos de cartón buscaban la salida a este agujero sombrío, en este averno sucio en el que por desgracia caímos, bajo el peso de nuestras falencias, no son compatibles con las plataformas y otros inventos vacíos de esta heredad para el mal, el ultraje que hoy perpetra de nuevo el régimen sobre la Universidad, no la dejará sola, abandonada y sin personal dispuesto a construir un discurso para la libertad, por el contrario nos compromete con la lucha reivindicadora de las virtudes sobre los vicios del  Estado total.

El compromiso es con el país, con las juventudes, con la verdadera patria, no con ese concepto que les permite hendir los dientes sobre el erario público, internamente en la Universidad de Carabobo seguiremos forjando la ciudadanía, las virtudes para el buen actuar y desde luego empujando los caminos de la libertad.

Este año también se conmemoran 200 años de la batalla de Carabobo y es menester recordar al Bolívar ciudadano, ese que en Angostura nos advirtiera de los riesgos de que un hombre se sostenga en el poder, pues el pueblo se acostumbra a obedecer y este a mandar. De donde nace la usurpación y la tiranía, Carabobo altar de la patria, cuna de Venezuela jamás servirá para prestarse a una campaña aviesa de un régimen que se hizo patológicamente regresivo y además infringe dolor y penas a sus ciudadanos, Carabobo y su Universidad, de la mano de Dios, la libertad y la Cultura concurrirán al encuentro de un mundo mejor.

Enhorabuena por estos sesenta y tres años de la reapertura, las banderas de nuestra mente y la voz impedirán que las puertas de la ilustre Universidad de Carabobo se cierren, ese dintel para la construcción de la libertad, la decencia, el respeto y la ciudadanía permanecerán eternamente abiertos. ¡Así sea!

“Adelante nos dice la Patria.

Carabobo nos llama a la acción

Y contigo alentamos la marcha

al encuentro de un mundo mejor!”

Himno de la Universidad de Carabobo.

Letra: Ernesto Luis Rodríguez. Música Antonio Lauro.

 

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