Vacunación masiva sin politización
La pandemia COVID-19, un hito en la historia de la humanidad, es un tema de actualidad, con innegables consecuencias económicas, sociales y políticas. Respecto a la misma, en abril 2020 expresamos: “Esta pandemia emerge en un mundo radicalmente distinto al de la Edad Media o al de 1918. El conocimiento científico y el desarrollo tecnológico nos capacitan como humanidad para enfrentar este reto en mejores condiciones que en el pasado. La existencia y el desarrollo de nuevos medicamentos, la posibilidad de desarrollar vacunas en períodos relativamente cortos nos posibilita para mitigar los efectos de la pandemia. Más, ello no es un proceso sin obstáculos y contradicciones… La pandemia COVID-19, como toda tragedia humana, golpeará selectivamente más duramente a los más vulnerables, tanto a nivel mundial como en cada país en particular. Los más viejos, los peor nutridos, los menos adinerados, los menos asistidos por la salud pública, serán los más afectados, no pudiendo medirse el grado de afectación sólo por el número absoluto de fallecidos sino también por las consecuencias económicas y sociales, durante y posterior a la pandemia. Por ello, más allá de la aspiración de que el mundo sea distinto después de la misma, la realidad es que ella cambiará poco o nada el actual orden de cosas. Es probable que algunos políticos a nivel mundial paguen el precio de sus errores ante la crisis pero ello no cambiará el hecho de que los países más desarrollados serán favorecidos. Ellos producirán las vacunas y los medicamentos antivirales que serán masivamente demandados mientras los poco desarrollados tendrán que endeudarse para poder adquirirlos. Los más vulnerables serán los peor posicionados en la post pandemia.”1
La cita anterior, cobra vigencia en momentos en que, contando con varias vacunas que han completado los estudios fase 3 en humanos, las cuales han sido aprobadas para su uso de emergencia ante la pandemia que nos azota, su arribo ha estado signado por la polémica geopolítica. Quién lograría primero la vacuna, se convirtió en un reto parecido al de quién llegaría primero a la luna; una competencia que más allá de demostrar las capacidades tecnológicas de tal o cual potencia mundial, poco aportó para el beneficio común de la humanidad. Otro aspecto de la referida polémica ha sido cuál de las vacunas es la más efectiva, cuál brinda beneficios y cuál no, siendo una expresión fiel de esto, la noticia ampliamente difundida sobre los presuntos efectos indeseados de la vacuna desarrollada por la universidad de Oxford, en Inglaterra, y el laboratorio AstraZeneca, la cual motivó que algunos países de Europa, detuvieran sus campañas de vacunación con dicho agente de inmunización. Al respecto, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha concluido que no hay evidencia inequívoca de causalidad entre los eventos clínicos reportados y la administración de la vacuna en cuestión, considerando que al 16 de marzo 2020 se habían vacunado con ésta más de 20 millones de personas en Europa, mientras que se han evaluado sólo 34 casos con eventos potencialmente atribuibles a la administración de la misma. La Organización Mundial de Salud (OMS) ha tenido consideraciones similares. Por ello, países con Francia, España, Alemania e Italia, han anunciado que reanudarán la vacunación con la dicha vacuna.
El Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX, Covid-19 Vaccines Global Access) representa un mecanismo de colaboración para el acceso equitativo a las vacunas. Venezuela, como nación, es candidata a beneficiarse del mismo, para la adquisición de alrededor de 2 millones de dosis de, justamente, la vacuna de Oxford-AstraZeneca, una vez superadas las dificultades derivadas de la insolvencia de nuestro país con el referido fondo, canalizado a través de la Organización Panamericana de la salud (OPS), lo cual aparentemente se ha logrado, gracias a la consecución de los recursos económicos, producto de un acuerdo entre los polos de la diatriba por el poder político: el Gobierno Nacional y la directiva de la Asamblea Nacional del 2015. No obstante, el primero ha anunciado que no aceptará esta vacuna, debido a sus efectos secundarios. Ello, a la luz de las evidencias referidas anteriormente, es un error. Rechazar a priori dicha vacuna, limita la posibilidad de atender la necesidad de inmunización urgente de millones de venezolla@s, quienes en medio de la precariedad económica y social, pertenecen al contingente de los más vulnerables ante los efectos de la pandemia. La mayoría, no privilegiada, de la población, necesita que la infructífera polarización política sea abandonada y se asuma como norte el beneficio de ésta. Antes que rechazar la vacuna, lo pertinente es conformar un equipo Ad Hoc, para urgentemente tener una posición sustentada por la evidencia científica y decidir lo más conveniente para nuestra población. La principal garantía que tiene una persona no inmunizada contra el virus SARSCOV-2, es la posibilidad de morir a causa del mismo.