Ha causado un gran revuelo y reactivado agrias discusiones y acusaciones de todo tipo, la decisión gubernamental de prohibir el uso en el país de la vacuna de AstraZeneca-Oxford, la cual es parte del fondo COVAX de la OMS y está siendo utilizada en varios países europeos y latinoamericanos. Es muy difícil, yo diría casi imposible, discutir en Venezuela seriamente sobre situaciones como la señalada, pues cualquier argumentación y posición al respecto es inmediatamente descalificada politiqueramente y señalada como producto de perversiones inimaginables, por personas integrantes o seguidores fanatizados de los dos grupos enfrentados en forma antagónica desde hace 20 años. Académicos, periodistas, profesionales de la salud y universitarios en general, investigadores sociales, empresarios y lo que conocemos como gente “culta”, curiosamente son los más activos en estas diatribas.
La ausencia de una explicación de la decisión gubernamental en forma clara, sosegada, seria y argumentada, ha facilitado elucubraciones de todo tipo y hasta explicaciones truculentas de las motivaciones “perversas” de Maduro, por parte de quienes persisten en la salida violenta y anhelan ansiosamente que el coronavirus acabe con el gobierno, aunque acabe también con los venezolanos. Es gente que se dedica a la especulación sin presentar ningún hecho probatorio que sustente sus absurdas tesis. A diferencia de estos videntes, presentaremos hechos concretos en relación con la vacuna en cuestión, pues estamos muy lejos de poder entrar en el cerebro del Presidente, para averiguar sus planes políticos en el corto y mediano plazo y conocer toda la “maldad” que alberga.
Sin lugar a dudas, la prohibición de la vacuna de AstraZeneca ha reactivado la polarización al obscurecer el acuerdo reciente entre Maduro y Guaidó, que había abierto expectativas sobre la posibilidad de comenzar a enfrentar en forma sensata los graves problemas que aquejan a la población venezolana. El propio Maduro inicia la diatriba con unas declaraciones, en las que señala que no autorizará a ninguna vacuna que ande “produciendo estragos por ahí”, expresión atroz y muy desafortunada si lo que se quería decir era que la prioridad del gobierno era la seguridad de los venezolanos. La afirmación del Presidente no se corresponde con la realidad, pues no hay en la actualidad ninguna vacuna que esté causando “estragos por ahí”. Fue una expresión desconsiderada con la OMS y el fondo COVAX, a cuyos beneficios el gobierno quiere acceder.
La realidad es que la vacuna de AstraZeneca-Oxford ha sido asociada con la generación de tromboembolismos, según el informe del Comité europeo para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia (PRAC), lo que da fundamento científico para objetar o interrogarse sobre si autorizar o no la vacuna en Venezuela. El PRAC dice en su primera conclusión que “El balance beneficio-riesgo de la vacuna de AstraZeneca en la prevención de hospitalización y muerte por COVID-19 sigue superando el riesgo de reacciones adversas”. En su segunda conclusión señala que “No se considera que la administración de esta vacuna se asocie con un aumento del riesgo global de acontecimientos tromboembólicos”. Pero en su tercera conclusión afirma: “Sin embargo, en casos muy raros se puede asociar con la formación de trombos con presencia de trombopenia, incluyendo trombosis de los senos venosos cerebrales”, por lo que se emitió una alerta sobre la aparición de tromboembolismos, para aclarar si la relación entre la vacuna y estos fenómenos es de carácter causal o casual.
De hecho, Noruega ha informado de cinco casos en los que personas vacunadas fueron hospitalizadas con una combinación de coágulos, hemorragias y niveles bajos de plaquetas, uno de los cuales falleció. Una sexta persona, también vacunada, ha muerto por una hemorragia cerebral acompañada de un bajo recuento de plaquetas. “Estos casos son raros, pero muy graves. No podemos descartar que puedan estar relacionados con la vacuna de AstraZeneca”, dijo la Agencia Noruega del Medicamento. Suecia también investiga casos con problemas de coagulación entre personas vacunadas, incluidas dos muertes, aunque las autoridades han dicho que la relación con las vacunaciones no es clara. Finlandia anunció que suspendería el uso de la vacuna mientras investigaba dos casos sospechosos de aparición de coágulos sanguíneos. Dinamarca e Islandia también suspendieron el uso de la vacuna e Irlanda y Holanda lo han hecho temporalmente, mientras estudian los informes.
No sé si el gobierno tenía o no conocimiento a profundidad de estos casos, ni tampoco conozco sus otras motivaciones, si es que existen, para decidir la suspensión de la vacuna de AstraZeneca. La discusión entonces debería circunscribirse a si la medida es errada o acertada, lo cual sólo se podría hacer teniendo a mano toda la información confiable sobre las vacunas y sus riesgos y dejando de lado las discusiones emocionales impulsadas por afectos y desafectos de cualquier tipo. Se trata de un tema que debe tratarse con seriedad y responsabilidad. Pienso que la precaución en estos casos nunca está de más y que existen otras vacunas que pueden utilizarse, mientras se despejan incógnitas preocupantes. El acierto o desacierto gubernamental no debería, sin embargo, romper el acuerdo con la OMS ni con Guaidó, pues en el fondo COVAX hay otras vacunas que pueden utilizarse.