Carlos Ñáñez: Estado comunal y caos tumultuario, el último ultraje

Compartir

 

Venezuela, o tal vez lo que queda de ella, navega por un proceso peligroso de deformación institucional, de regresión perversa y anquilosante de las formas democráticas, al mejor estilo de la teoría de Jean Baudrillard, quien trasciende a la lógica arentdiana para calificar al mal y su banalidad como un acto discursivo en el cual se simule desde lo perverso y se morigeren los aviesos fines de aniquilar, exterminar, perseguir, acusar y aterrar a una población indefensa o cautiva, así pues el mal o la malignidad es una potencia previa al bien y no una dicotomía. Existe una acción intencional y deliberadamente maligna por imponer dentro del discurso del mal la relatividad de los hechos y la simulación, simular es asumir locus de acción que maquillen un interés por copar todos los espacios sociales, por hacer al Estado total, determinar una lógica para el simulacro de institucionalidad y así por la vía de escindir de virtudes y trocarlas por vicios, hacer leve y hasta tolerable a la maldad.

Es así como desde los impulsos viscerales de la maldad, se produce un estado de simulación institucional que si bien es desconocido por el resto del mundo, desde el punto de vista político permite instrumentalizar y hasta legislar o simular hacerlo, para darle rango legal a vicios de mutación de un Estado extraviado, el desconocimiento de la Asamblea Nacional y de la cantidad de fraudes electorales cometidos por Maduro, la constante condena por violación del marco de los Derechos humanos y hasta la multifactorial crisis económica, son el resultado no de la dualidad del bien contra el mal, sino de la construcción axiológica que es posterior a la inteligencia del mal, en tal sentido es muy complejo revertir este estado de las cosas, así el mal es la presencia de caos, de entropía y de desorden, que dentro de la inverisimilitud constituye un esquema de estabilidad verosímil que se hace real y tangible.

En la genealogía de la moral el mal es primitivo, visceral nómada y por ende, no existe un concepto dicotómico del bien, sino una idea coherente de orden y virtudes fácilmente desmontable, el régimen chavista ha involucionado desde 2013 hasta la fecha, trocándose en un emulo perverso de formas de colusión hamponil y conductas gansteriles que le permiten asumir libertades plenas para dominar, doblegar, vapulear y secuestrar al Estado, para ello desde la perversión lingüística han logrado ahora, al hacerse de un espurio y relativo poder legislativo desde el concepto del simulacro, que le permiten con una lengua rigidizada, obre y carente para entender las formas democráticas, impulsar leyes para la dominación, es decir, citando de nuevo a Jean Baudillard, contar con leyes para la maldad, una justicia pervertida, levantada, deformada y horrorosa como lo escribiera Ingo Mueller cuando se refiere a la justicia del III Reich.

La función legislativa puede ser también simulada, colonizada e involucionada por el mal, de hecho, es justo esta banalidad la que se está imponiendo, por cierto con mucho éxito, usando para ello a una lengua deformada y corrompida, cuartelaría y que contenga los comandos requeridos para obedecer, en lugar de usarla para fines racionales que desde el punto de vista kantiano, alerten sobre los riesgos de no implicarse en el desmontaje del estado de derecho.

Es desde esta pulsión malvada, que se intenta ahora conferirle rango legal a un proyecto de Estado comunitario o comunal rechazado ya en 2007, en aquella victoria pírrica de las fuerzas de la oposición sobre el proyecto totalitario comunista de Chávez, la virulencia, la impotencia y la carga de odio de este anuncio entrecortado por la rabia de un Chávez con los nudillos hinchados de dar golpes a objetos inanimados, para descargar la furia de su frustración. Se simulaba de manera silente en los intersticios de la perversidad, para ahora ser revivido desde el impulso discursivo del mal que antecede al bien y por ende se compone en amenaza. El Estado comunal es una aberración, que busca revocar, extirpar y eliminar todos los poderes existentes y constituidos para impedir la celebración de elecciones bajo normas del deber ser, sino por medio de mecanismo de procesos de segundo grado pervertidos por el germen de la oclocracia; el modelo de gobierno del tumulto, de la muchedumbre.

La meta es destruir la descentralización para constituir un centralismo presidencialista, que le confiera un barniz de legalidad y legitimidad al estado comunal y al poder popular a los fines de ya no tener que cargar con el lastre de su inexistencia en el marco legal del Estado, es necesario realizar pedagogía de la advertencia a la opinión pública a los fines de que se comprendan las pretensiones de este proyecto que supone desmantelar a la institucionalidad democrática como hasta ahora venía mal funcionando, simulando sus fines con neologismos de ciudades comunales, buscan ocultar el fin último de establecer el Estado Comunal, la Oclocracia como mecanismo de regresión democrática.

Así pues, se estaría intentando integrar al 80% de la población a los consejos comunales, para sentar las bases del comunismo y que estos consejos comunales respondan a las actividades planificadoras a través del Plan comunal de Desarrollo y del Consejo de Planificación Comunal, quedando así el territorio integrado por comunas que a su vez se conformaran en comunidades que constituirán el núcleo territorial, básico e indivisible del Estado socialista venezolano, aceptando de facto y sin ambages, el socialismo como ideología de gobierno y por ende como manto para el despotismo.

De este nivel de quebrantamiento, el Estado dispondrá la planificación de un sistema nacional de Ciudades Comunales, el golpe artero y mortal al logro de la descentralización, en estas ciudades serán los Consejos Comunales, con el desarrollo de los planes de desarrollo comunal y los consejos de Planificación Comunitaria, los que vaciarían de contexto a las gobernaciones y alcaldías, los planes de desarrollo regional y local serían trocados por estos adefesios de planes comunales, y los órganos de planificación estadal, el Consejo Estadal y Local de Planificación, respectivamente, serían sustituidos por los Consejos de Planificación Comunal. La planificación y gestión de las ciudades sería tomada por muchedumbres sin preparación; la participación ciudadana sería reducida a una acción tumultuaria y caótica, de nuevo observamos aquí la teoría del mal de Baudillard, donde la inverosimilitud encuentra estabilidad en la mentira y la crisis de la veracidad.

Estas ciudades comunales decidirían en asambleas de consejos comunales, en cada comuna como espacio socialista, los destinos económicos de cada nuevo contexto territorial, en unidades de producción comunitaria, desapareciendo de facto la propiedad, el ejercicio industrial y comercial. El hasta ahora inexistente poder popular, tomaría forma y sentido como un nuevo poder, reemplazando la descentralización como política nacional, para dar paso al tumulto y al caos, las competencias municipales serían vaciadas y conferidas a los consejos comunales, los catastros físicos y sociales, la capacidad de la administración de la hacienda municipal, las tareas de ornato, mantenimiento y provisión de obras públicas absolutamente trasferidas a este esquema de participación entrópica.

Finalmente el régimen socioeconómico descrito en el Art. 299 de la Constitución de la República, se modificaría fundamentalmente, basándose en preceptos de índole socialista, antiimperialistas y de cooperación, extirpando así los principios de progresividad, libre competencia y ejercicio armónico de la economía, igualmente esta ley del estado comunal, en la cual está inscrita la de las ciudades comunales, es aún más perversa ya que le suprime la autonomía funcional al Banco Central, supeditándolo a los propósitos del Ejecutivo Nacional, así pues en el marco de la hiperinflación que atraviesa el país, este fenómeno quedaría justificado al eliminarse los fines últimos de la política monetaria básica, igualmente las Reservas Internacionales estarían manejadas y controladas por el Presidente de la República, manteniéndose indemne la propuesta de Chávez y ratificando de facto la tesis del antecedente de malignidad abordado por Jean Baudillard, se abonaría el terreno no solo al vaciamiento de las Gobernaciones y Alcaldías, a las cuales se les han ido restando funciones y asfixiándolas presupuestariamente, se estaría transitando el camino al comunismo troglodita y anquilosado que tantos males ha generado a la humanidad.

A manera de corolario, el establecimiento de las ciudades comunales es el acto de simulación que embrida el allanamiento hasta el establecimiento de un poder omnímodo y total, con inclinaciones sultanistas y propensiones gansteriles, la hipnosis de la sociedad venezolana la dejan sin pulso para actuar frente a este ultraje y solamente denunciar las superficialidades relativas al vaciamiento de las funciones de Gobernaciones y Alcaldías, y por ende dejando sin efecto su elección, el reduccionismo al que ha llegado la decadente población venezolana y su clase pseudo analítica, les impide profundizar en la gravedad del levantamiento del sistema político anclado en la Constitución del año 2000. Estamos de facto frente a la aprobación por las formas de una legislación corrompida de la negativa que la sociedad le dio a Hugo Chávez en 2007, me imagino que para los pragmáticos que se rasgaban las vestiduras ante el adefesio de la Asamblea Nacional Constituyente, gritando legalidad, para después coludirse con quienes hoy nos secuestran, tienen un marco común en el reduccionismo al solo analizar los aspectos de las ciudades comunales y la implicación en la eliminación de facultades y marcos de acción de gobiernos municipales y regionales.

La comuna seguiría siendo ese anomia, indecible y sin acotación de espacio socialista, de esta manera el territorio quedaría de facto desmembrado y atomizado, para imponer el comunismo como discurso de la simulación, que en realidad morigere propensiones delictivas y tratos de corte gansteril con gobiernos violadores de Derechos Humanos y organizaciones de irregulares, que sustituye al Estado de Derecho y el monopolio legítimo de la violencia.

Finalmente, con el Estado comunal en los términos económicos se le conferiría normalidad y potabilidad a la miseria, el hambre y el desmontaje de la progresividad y la prosperidad como desiderátum social; esta conjura es más extensa que la simple reducción a las ciudades comunales, constituye una pulsión visceral por la inteligencia del mal y por la capacidad que la malignidad posee, para hacer de lo inverosímil e inestable actos veraces y tautológicos que simulen la pretensión de dominarlo todo.

Cito al Maestro y Doctor en Ciencias Políticas, Fredy Millán en relación a lo que acontece en Venezuela:

“La Alemania de Weimar (1933) que eligió a Hitler, la Cuba post Batista que aclamó a Castro en 1959 y la sociedad decadente en virtudes que eligió a Chávez y presenció la demolición de los equilibrios y la prosperidad, no estaban dispuestas a escuchar. Siguieron ciegamente a personalidades patológicas buscando venganza y no justicia. Son tres expresiones del daño antropológico (Aguilar León 1992)”

El logo como palabra y lenguaje, es sustituida por la víscera y el instinto, y el análisis por la superficialidad, conformándose así el terreno para los pseudo análisis sin profundidad, que carecen de anclaje a la moral y a la eticidad y terminan cohabitando de manera inaceptable con quienes nos secuestran, rehenes superfluos que analizan efluvios y simulan posturas académicas construidas con bases de barro, incapaces de soportar el paso de una llovizna de inamovilidad de principios.

Es el momento de actuar, de asumir sin superficialidad y reduccionismos, el riesgo del tumulto, el desorden y la entropía como evidencias del mal.

“Hemos caído en el pánico inmoral de la indiferenciación, de la confusión de todos los criterios”. Jean Baudillard.

Profesor de la Universidad de Carabobo

 

Traducción »