Rafael del Naranco: El fervor de un querer

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No sé canciones – quiero  decir  muy pocas –  a lo sumo uno que otro fragmento, pero con “Dos gardenias” me ha sucedido algo emotivo: han pasado a formar parte de las texturas que conviven en nosotros desde  los lejanos tiempos.

A Isolina Carrillo,  la autora cubana de esa melodía, un día, una muchacha le regaló dos gardenias y nada más poseerlas entre las manos brotó el título de la melodía  que se volvería universal.

“Dos gardenias para ti que tendrán todo el calor de un beso, de esos besos que te di y que jamás encontrarás en el calor de otro querer.”

El día que Isolina cruzó el sendero hacia  la última fase de la vida en que se desliza  cada estirpe humana,  contaba  88 años de edad, poseía   un agraciado pelo blanco y la mente,  donde descansaban las letras de sus melodías, diáfana y dulcificada.

Había compuesto más de 300 canciones.  Unos días antes de tomar   camino definitivo al encuentro del alba donde los campos de Edén son poesía y trigo,   especificó la razón de ese triunfo artístico que la hizo tan inmensamente famosa en cada rincón de América y España:

“Creo mucho –  había expresado – en la suerte y la santería afrocubana, porque teniendo yo letrillas musicalmente  buenas,  como ‘Rumor de vida’ y ‘Viviré para amarte’ –  por sólo citar dos  – sin  embargo no gozaron de la popularidad inmensa de “Dos Gardenias”. Es el destino extraño y misterioso de todo lo creado.

Permisiblemente a recuento   del  apego a  esa flor sencilla que nos ofrece la naturaleza,    y al primor  de sus colores que van del blanco cremoso y el   verde oscuro   hacia un ambarino pálido,  y que Isolina supo armonizar  en  armonía, hasta equiparar  los denuedos emotivos de quien  escucha la balada,   a partir de instante que en los meandros del alma se hacen perceptibles.

A razón  de la ternura hacia esa canción,  la autora estará reposando  al  crepúsculo de cada día sobre el malecón de La Habana, mientras  tatarea el  certero do-re-mi-fa-sol-la-si, con  cuyas notas creó una aureola de gardenias al más bello paseo marítimo del mundo – El Malecón –  en una de las ciudades  más hospitalarias y bucólicas del Caribe.

 

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