Alirio Pérez Lo Presti: Por Dubai hay mucha arena

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En ocasiones se hace necesario volvernos a encontrar con afectos y pasados que han construido lo que somos en el presente. El domingo de Pascua, tuve la oportunidad de establecer conexión con amigos entrañables, a quienes les había perdido la pista. A veces el pasado condena a muchos y a otros nos recuerda lo feliz que hemos sido. De manera que lo que pudo ser una conversación entre miembros de una generación sobre las banalidades de sus vidas y el transcurrir del tiempo con altos y bajos momentos, resultó una recapitulación de hechos que harían palidecer en creatividad a la más ingeniosa de las invenciones teatrales. No podía ser más asombrosa la historia y el actual paradero de cada uno de nosotros y el montón de personas que conocemos, a la par de cómo el tiempo transcurre mientras tantos cercanos aterrizan en los lugares más insólitos.

Estampidas asombrosas

Se piensa que el Don pudo haber tenido casi una veintena de hijos si no contamos las pérdidas. Lo cierto es que un amigo patriarca legendario era el ente unificador de gente que durante años compartimos atardeceres, buenos vinos y magníficas comidas, acompañadas de conversaciones de infinito interés por su intensidad emocional y su nivel intelectual rara vez posible. A la muerte del Don, la casi totalidad de su descendencia salió del país, siendo los destinos de cada integrante del grupo una novela dentro de una novela, que pareciera una historia de ficción si no estuviese acompañada de desarraigo y nostalgia. En algunos está presente la terrible añoranza que cuesta quitarse de encima y que actúa como una bola pesada que con grillete de hierro se aferra al tobillo de amigos que tuvieron que irse del país donde nací. La estampida de la cual había perdido el rastro no pudo menos que asombrarme por la capacidad de supervivencia de mucha gente cercana. Todavía la realidad me agarra desprevenido con su cúmulo de sorpresas y los conejos que salen de todos colores del sombrero de copas de la existencia. Cualquier destino puede ser un mejor lugar para muchos. Cada uno tiene una historia excepcional.

¿Quién apaga la luz?

Me he puesto a pensar con quién podría encontrarme si regreso a mi nación y veo que resiste estoicamente un grupo de buenos amigos, que la vida convirtió en mis hermanos y que no piensan marcharse del país. De hecho, si quedan fragmentos amables en la sociedad venezolana, es precisamente por la gran cantidad de gente buena que no ha sido tocada por la vileza que hilando sin pausa se apoderó de uno de los más extraordinarios sitios del planeta. En 2017 el dinero ya no se contaba, sino que se pesaba, porque más valía el papel que lo que señalaba el signo monetario. Luego vino la tormenta hiperinflacionaria y una nueva ola de connacionales tuvo que partir sin tomar ciertas previsiones de rigor. Luego se nos puso por delante el terrible asunto de la pandemia, haciendo de la migración venezolana una de las más abultadas de la región, además de que le tocó lidiar con un tiempo en extremo complejo, cuyas repercusiones han afectado hasta el último rincón de la tierra. En realidad, nadie va a apagar ninguna luz en mi país porque siempre será un lugar en donde muchos podrán conquistar sus sueños y capitalizar los espacios necesarios para poder vivir. Se entra en un ciclo para pasar a otro y así se va la vida. En fin.

Buenas y malas personas

De las cosas más interesantes de migrar es que en realidad no conocemos el lugar a donde vamos. Podemos haber estado ya en el sitio y habernos familiarizado montones de veces con sus costumbres, pero asunto aparte es formar parte de la cultura del lugar donde nos establecemos. Tal vez algunos tengamos lo trashumante en nuestra naturaleza, pero en general no es asunto menor tener que asimilarse a otra cultura, sobre todo porque lo peor de esa cultura se nos va a aparecer antes de lo que pensamos. Cuando se migra se desarrolla una acuciosidad especial para desentrañar aquello que nos parece extraño, siendo el desarraigo un elemento que va de la mano con el migrante. Pienso que eso no es malo, sino que puede ser útil para hacerle frente a los asuntos por resolver, que para el extranjero van desde lidiar con el hambre de cada día hasta tener un estatus legal como foráneo. De grandes problemas y menudencias va el enredo de la vida y el tiempo se nos va en destejer aparentes necedades o resolver situaciones en las que nos jugamos la vida.

En todos lados hay de todo, es la consigna, mientras la experiencia del día a día nos obliga a subir la defensa. Más de un chasco de la cotidianidad marcará nuestro destino, lo cual se acompaña de la certeza de que estamos rodeados de ángeles, capaces de quemarse sus manos por nosotros. Hay tanta universalidad en lo humano que a duras penas se puede modificar la esencia de lo que somos. Lo humano es universalmente multi determinado y en esa esencia encontraremos lo mejor y lo peor, independientemente del lugar a donde vayamos.

@perezlopresti

 

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