Cuarenta meses de hiperinflación y la destrucción del bolívar como institución social, han dejado una honda cicatriz en la conducta de los actores económicos. Este año, del cual ha transcurrido el primer trimestre junto a la terrible noticia del recrudecimiento de la pandemia, o tal vez la imposibilidad del régimen para seguir ocultando la eclosión de esta crisis sanitaria, que se adiciona a la ya insoportable ecuación de dolor de la realidad de un país que exhibía ex ante este evento sanitario, los indicadores propios de un país en guerra o peor aún asolado por una catástrofe natural, estos factores se han mixturado para establecer un cóctel de inviabilidades entre las que se cuenta una primitiva, fáctica y desigual dolarización, como consecuencia de la inédita longevidad del fenómeno hiperinflacionario nacional.
Desde 2006 hemos visto progresivamente como la política monetaria se ha ido desmoronando como un castillo de naipes frente a la visión ideológicamente atávica de una hegemonía que llegó para hacer imposible la estabilidad y el equilibrio como desiderátum social y económico, el objetivo operativo del tipo de cambio jamás ha logrado correlacionarse de manera sólida y coherente con sus objetivos precedentes: agregados intermedios (liquidez) y tipo de interés. Así pues la depreciación del tipo de cambio durante 2020, su efecto trasferencia sobre la estructura de precios y finalmente la repudiabilidad del bolívar, han sido los síntomas generales de la hiperinflación venezolana, la cual no ocurre como resultado de no saber hacer las cosas en materia económica, sino por el contrario, de buscar en la economía la manera de prolongarse en el poder, de permanecer a toda costa en el mismo y de hacer de la hiperinflación y de la destrucción monetaria y salarial de la república las vías expresas para lograr dominación en lo social.
Venezuela es un país sin moneda y primitivamente dolarizado, la relación del tipo de cambio es sencillamente impronunciable e incomprensible, la política monetaria desde el Banco Central se ha limitado al cálculo de un simple promedio ponderado, no es de extrañar que no solamente por la inyección desde el agregado intermedio monetario de la liquidez, sino desde la emisión terciaria producto de una violenta conducta alcista del tipo de cambio en país haya transitado este largo camino de hiperinflación, pobreza, miseria y ahora imposibilidad de atender la pandemia con cierto rango de efectividad.
La supuesta estabilidad del tipo de cambio experimentada entre febrero y marzo de 2021, ha llevado a muchos “analistas” a reconocer un vaho de supuesta recuperación en un país con 80% de pobreza, 87% de hambruna, un ratio de efectivo de tan solo 1,9 bolívares por ciudadano y de menos de 14 dólares per cápita, además de una caída brutal del producto interno bruto de más del 82%, sostener que el uso de dólares supone una recuperación de la economía es como afirmar que respirar con el auxilio de una mascarilla de oxígeno embrida cierta recuperación de un paciente.
El fenómeno da la dolarización se expresa en una demencial desigualdad incompatible con los más elementales preceptos ideológicos del chavismo, la igualdad fue destruida y la odiada moneda imperial se instaló en la economía nacional, la misma que fue reconocida por el régimen de Maduro como una válvula de escape, supongo de un escape que le reste responsabilidad al casi inerte Banco Central, en la conducción de una política monetaria inexistente.
A menudo se ha repetido que las desviaciones monetarias y la hiperinflación obedecen a un trasfondo fiscal que podemos abordar en dos grandes aristas una el financiamiento a un déficit fiscal, producto de un monstruoso gasto público y a la destrucción de la capacidad de recaudación fiscal, esta última motiva al estado a incrementar la propensión para emitir liquidez que financie un inmenso déficit público, la estabilidad en torno a los 1,8 millones de VES/USD, se debían a la necesidad de pagar el impuesto sobre la renta (ISLR), el cual requiere ser honrado en la moneda nacional y presiona la oferta de divisas para obtener dólares.
Pero las expectativas y la ausencia absoluta de confianza generaban cada vez mayor grado de repudiabilidad de la moneda, por ende las estructuras de costes y reposición de inventarios no se forman de acuerdo a la conducta de un tipo de cambio que no solo rige la economía, sino que desde el punto de vista transaccional es vehiculada desde la divisa que desplazó al bolívar.
La amarra tributaria se perdió, y en pleno feriado de Semana Santa, durante la segunda semana de aislamiento radical, el dólar sobrepasó la barrera de los dos millones de bolívares, haciendo cada vez más ridículo e irrelevante al salario mínimo nacional, y fomentando el efecto de transferencia sobre la estructura de precios, el ajuste sigue siendo menor a la tasa de velocidad de la inflación en el país, por ende insisto en que no existe inflación en dólares, pues la moneda no la producimos en el país, y además el fenómeno inflacionario no es aplicable al dólar o cualquier otra moneda, la inflación no se verifica en la moneda sino en los precios, la moneda es una herramienta para el pago de una estructura de precios violentamente expandida al alza, por la hiperinflación, pero no se refleja inflación desde la moneda.
Como corolario seguirá esta senda de crecimiento del tipo de cambio, de hecho se proyecta una depreciación del tipo de cambio entre 800% y 900%, empero es muy complejo establecer modelos econométricos que midan la realidad de este desastre sideral, adelantar predicciones en este escenario podría ser interpretado como un acto de irresponsabilidad o charlatanería.
Desde marzo de 2020 hasta abril de 2021, el tipo de cambio se ha depreciado en 2569%, una verdadera locura de inestabilidad y abandono del control del tipo de cambio y de defensa de una moneda que el propio régimen destruyó. Debemos entender que en la entropía este régimen encuentra estabilidad y capacidad para sostenerse en el poder sobre las cenizas y los escombros de este ex país.
Se ofrecen los datos de la conducta del tipo de cambio y el rezago cambiario, demostrando la grave distorsión que atraviesa el país, una distorsión que se mide en hambre, en muerte, en rezago educativo, en destrucción de la infraestructura de la educación y de la salud; la pandemia sencillamente demostró el fracaso del chavismo.
Se advierte como el ajuste del tipo de cambio es inferior al crecimiento de la hiperinflación, demostrando así que no existe un fenómeno de inflación en dólares, sino un tema de distorsión en materia de la inestabilidad de los precios en la economía doméstica. El régimen destruyó el bolívar y lo convirtió en un activo repudiable.
“Solo el Gobierno puede tomar un buen papel, cubrirlo con buena tinta y hacer la combinación completamente inútil” Milton Friedman.
Profesor de la Universidad de Carabobo