El populista de extrema derecha Jair Bolsonaro ha perdido a su intelectual favorito. Ernesto Araújo, el canciller que logró avergonzar a la diplomacia brasileña, ofendiendo a socios económicos clave, fracasando en las negociaciones de vacunas y difundiendo absurdos conspirativos, cayó a finales de marzo. La caída del antidiplomático ha sido la mayor derrota pública de Bolsonaro y marca un nuevo momento de su Gobierno, cada vez más aislado también de las fuerzas que lo eligieron. Araújo pertenecía al corazón del proyecto de poder de Bolsonaro. Era el ideólogo del bolsonarismo, responsable de dar un cariz supuestamente intelectual a un movimiento de ignorantes. Le correspondía juntar palabras para dar forma a conspiraciones como la de que el calentamiento global es un “complot marxista”. Su discurso de investidura, en 2019, parecía una ametralladora giratoria de citas “eruditas”, con el objetivo de anunciar el bolsonarismo como “una nueva era”.
Presionado por varias fuerzas, Bolsonaro sangró al darle la patada a su idiota ilustrado. Respondió con una demostración de fuerza, destituyendo al ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva. El presidente quería el apoyo de las Fuerzas Armadas para implementar medidas de excepción en Estados donde los gobernadores han decretado el confinamiento. Sin embargo, ante el aterrador número de muertes por la covid-19, los militares buscaron lo contrario: una maniobra rápida para alejarse de la catástrofe que habían ayudado a crear. Con la destitución del titular de Defensa, toda la cúpula militar amenazó con renunciar y fue defenestrada, iniciando una crisis sin precedentes entre el presidente y sus principales socios. Bolsonaro creó un Gobierno militar multiplicando el número de uniformados en los ministerios, una hazaña en un país aún traumatizado por 21 años de dictadura. El problema es que a esta hazaña le siguió otra: la desmoralización de las Fuerzas Armadas, al convertirse en protagonistas de un Gobierno incompetente en todos los ámbitos. Eduardo Pazuello, general en activo y ministro de Sanidad hasta marzo, está considerado el segundo mayor responsable (después de Bolsonaro) de convertir a Brasil en el peor país del mundo en la pandemia.
Cada día aumenta el número de brasileños que solo se refieren a Bolsonaro adjuntando la acusación de “genocida”. Los cuatro hijos del presidente están siendo investigados por corrupción. La economía se ha hundido. El número de miserables y hambrientos ha crecido. La Amazonia está cada vez más cerca del punto sin retorno. La covid-19 mata a una media diaria de casi 3.000 personas. Brasil se ha convertido en una amenaza mundial. Este es el balance de la “nueva era” de los déspotas elegidos. Que otros pueblos del mundo puedan aprender antes de convertirse en Brasil.
Traducción de Meritxell Almarza.