Esta semana se cumplieron cuatro años del confinamiento en la embajada de Chile de Roberto Enríquez, presidente de Copei, ODCA, que ahora los partidos son con nombre y apellido, a propósito de la existencia del otro Copei, que se identifica como el del Tribunal Supremo de Justicia, luego de la intervención que sufriera por parte de este poder, a los fines de favorecer a un grupo de dirigentes, que no vale la pena mencionar, pero sí identificar como los picados de “alacrán”, como se dice ahora, a propósito de la operación que llevó a cabo el famoso narcotestaferro, preso hoy en día en Cabo Verde, Alex Naim Saab Morán, mediante sobornos para la compra de sus voluntades, a los fines de cuadrar el tablero con el que juega el gobierno de Nicolás Maduro con una oposición fabricada a su medida.
Por supuesto, sobre esto se escribió mucho en su momento, sobre todo, porque se trató de un verdadero arrebato partidista, tomando en cuenta que ese TSJ se tomaba el derecho de decidir el nombramiento de una dirección nacional de la organización, que sólo le correspondía a una convención nacional o a un proceso electoral interno, de acuerdo a sus estatutos; algo que ocurría por primera vez en Venezuela, y en donde se puso de manifiesto una vez más el carácter totalitario del régimen de gobierno que hoy tenemos en Venezuela.
Que no está demás recordar este hecho, si se parte de la circunstancia que Enríquez sí fue electo presidente de su partido en un proceso electoral interno, y que vendría a ser la primera arbitrariedad que se comete contra sus derechos políticos; de modo que vino a quedar desmantelado, como el Copei que lo apoyaba quedaba también despojado de sus símbolos, como de su sede partidista, y así que aquel Copei, favorecido por el TSJ venía a quedar como una especie de franquicia.
Por lo demás, el Copei, que lo apoyaba a éste, mantenía intacta lo que sería la dirigencia histórica, como se vino a demostrar, recientemente, en ocasión del nuevo aniversario de su fundación, cuando se hizo presente en los actos de celebración, y en donde se aprovechó para rendirle un homenaje a Oswaldo Alvarez Paz, uno de sus dirigentes más irreductibles, y cuyas posturas le han valido hasta su temporada en la cárcel. Incluso, la presentación de su figura en el acto corrió a cargo de Andrés Caldera, mientras se hacía presente, asimismo, el presidente interino Juan Guaidó, para darle más trascendencia a la situación allí planteada. He allí el Copei que marcó toda una época republicana con esa dirigencia formada en los más nobles principios de la democracia cristiana con sus errores y aciertos, siendo gobierno, como oposición; por supuesto, a la par de esa otra gran maquinaria que representó Acción Democrática; ambos partidos nacidos en la primera década del siglo XX; coincidiendo con esa ola de procesos de democratización, como la conoce Samuel Huntington, y la que arranca luego de finalizada la II Guerra Mundial, a la cabeza, precisamente, de Rafael Caldera y de Rómulo Betancourt; momentos en los que se forja el destino de lo que será la República civil, y la que se consolidará a partir de 1958, para permanecer por 40 años, y con el perdón de la digresión.
Sobrino, por cierto, de ese gran dirigente socialista Miguel Enríquez, máximo líder del Movimiento de Izquierda Revolucionario de Chile durante la época de Salvador Allende; según lo confesaba a sus amigos, desde muy niño este Enríquez venezolano se sintió atraído por la política, y su trayectoria en Copei, como se puede deducir, fue intachable, al hacerse acreedor en un cargo, por el que compitió, y que ganó indiscutiblemente.
Ahora, ¿por qué se le persigue? Se podría decir que una de las razones sería el hecho de quitarlo de en medio, con motivo de la existencia del otro Copei, ya que su figura estorba; como el marido celoso que vende el sofá, para que la esposa le deje de ser infiel, teniendo presente que en el Copei del TSJ no hay una figura relevante que le dé la talla en las presentes circunstancias; pues para cualquier dirigente político, que se respete sería una vergüenza que se le concediera una investidura partidista por la vía de facto; como ocurrió con la dirigencia de ese Copei, a quien favoreció el TSJ, y de allí que la dirigencia histórica se plegara hacia su facción; aun cuando hay que reconocer que a raíz de la llegada de Hugo Chávez al poder dicha maquinaria partidista pareció como darse a la desbandada; precisamente, cuando Chávez decía que, al igual que AD, había quedado pulverizado; aunque hoy en día un Rafael Poleo reconoce que la democracia legítima, la aceptada por la ODCA, y presidida por Roberto Enríquez, está retoñando como hongos en la humedad de la montaña.
Luego está el hecho de que Enríquez le investigó los bolsillos a la camarilla que nos gobierna, de acuerdo a las informaciones que recabó en los organismos financieros multilaterales, y entonces descubrió que ésta ostentaba hasta unos 350 mil millones de dólares en cuentas bancarias en paraísos fiscales; aun cuando llega al poder enarbolando la bandera de la lucha anticorrupción; trampa en la que cae el venezolano en un momento en que se ha impuesto la conducta de la antipolítica; en vista de que se había desatado un desmadre en nuestros medios de comunicación contra la clase política de ese entonces, a la que se le consideraba, además de iletrada, muy codiciosa.
Más aún: fue el único dirigente de la oposición que le ladró en la cueva del oso en el marco del encuentro, que sostuvieron ambos sectores en Miraflores, y que se las cantó bien claras a Nicolás Maduro, cuando le hizo ver el fracaso que ha tenido como mandatario, y que ha hecho huir a más de cinco millones de venezolanos, que hoy en día están como arrimados en los distintos continentes del mundo; mientras que los que nos quedamos aquí nos debatimos entre el hambre y las iniquidades.
melendezo.enrique@gmail.com