Para las tareas de mañana, es decir, para la construcción de la Venezuela que queremos, el país está más preparado que para cumplir con la tarea de hoy. Nada podrá hacerse mañana sin resolver el drama de hoy. No hay soluciones parciales y menos totales, mientras la usurpación se mantenga. Todo el esfuerzo debe concentrarse en lograr la pronta salida de Nicolás Maduro y su combo para que mediante una transición bien dirigida alcancemos unas elecciones presidenciales y generales en libertad y plenas garantías para todos. Esto último es absolutamente imposible mientras el régimen conserve el poder que tiene. Por esto rechazamos la desviación electoralista que se desarrolla dese el centro del poder. Insólito, pero cuesta trabajo entender que desde el sector oposicionista auténtico existan quienes se están prestando al desarrollo de esta clara estrategia madurista.
Ni durante la guerra de independencia, ni los tiempos de la guerra federal, ni en todo el siglo pasado, el ciudadano común de Venezuela ha sufrido tanto como en esta época. Azotado, entre otras cosas, por el hambre, la insalubridad, la falta de seguridad de las personas y de los bienes y la incertidumbre con relación al futuro inmediato, espera con relativa esperanza por los líderes democráticos que unidos logren el objetivo de hoy.
Lo cierto es que hagan lo que hagan, repriman cuanto quieran o puedan, los derrotaremos. Entonces se arrepentirán aunque sea de mala gana. En ese momento verán al pueblo en general convertido en su peor enemigo. No para pasar facturas a diestra y siniestra, sino para que la Justicia se haga presente en circunstancias distintas a las actuales.
Nuestro pueblo entiende que ser un disidente, un opositor serio a esta barbarie, puede generar riesgos e imponer sacrificios adicionales. Este sentimiento no puede existir en la dirigencia porque la esperanza en el cambio tendería a disminuir. El futuro de Venezuela depende del desenlace del conflicto existente entre la gente, los ciudadanos en general y quienes detentan el poder. Tengo mucha fe. No hay dictaduras eternas. La nuestra merece ser abolida sin trámites. Está integrada por los bárbaros más caros de nuestra historia. Ha sido dicho que lo primero es entender, pero una vez que se ha entendido hay que actuar sin vacilaciones. Es incierto que algún régimen pueda garantizar la felicidad total, pero lo inaceptable es la existencia de los que la quitan.
Pensamos mucho en los problemas políticos de Venezuela sin disimularlos ni darlos por resueltos. Quienes hemos dedicado nuestra vida a la acción política en distintos planos y escenarios, debemos ser fieles con nuestro pasado, pero lo que importa es la fidelidad con el compromiso de seguir luchando por lo hemos querido hacer y aún no hemos podido.
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