Si la salud es un derecho humano no debemos aceptar un futuro dominado por un poder que le pone precio a la salud, a la vida, regula la oferta y la demanda y acepta la dominación del mercado impuesta por el capital. Este cotidianamente la convierte en un negocio y todo sentimiento altruista desaparece. Así, la oferta y la demanda se transforman en fuerzas peligrosas. El acceso asequible y equitativo, deja la decisión en manos de quien tiene el control. ¿Quién decide lo asequible y equitativo? Él que suma la ganancia que le conviene, maximizándola.
La salud, a pesar del dominio del capital, es la vida y no podemos aceptar que el capital le ponga un precio como a cualquier mercancía. La oferta y la demanda debe controlarlas el pueblo, como ocurre en las comunas que he ido conociendo, lo que determinará que, en el largo plazo, en la medida que la conciencia y las relaciones de producción se estén revolucionando, estas sociedades vayan tendiendo hacia procesos altruistas con mayores beneficios para la sociedad y que nadie tenga derecho a reclamar por el costo de esfuerzos privados. Es un proceso largo, profundamente democrático, en el cual se vayan materializando seres humanos haciendo cambios esenciales como:
“a) la realización del derecho universal a la salud, con justicia, b) la salvaguarda de la salud como bien público mundial y c) la solidaridad y fraternidad mundial efectiva entre todos los habitantes de la Tierra. En el contexto actual de rivalidad económica, de monopolización de las vacunas por los más ricos, de injusticia y de guerra, no hay salud en el mundo” (Unión Sanitaria Europea por el Derecho Universal, el Bien Público Común, la Justicia y la Fraternidad).
En sentido opuesto: Los 15 países más ricos del mundo (alrededor del 14% de la población mundial) compraron las vacunas, el 60% de las dosis de 2021, dejando el 40% para el 86% restante de la población mundial. No es infundada la reserva del presidente de la Organización Mundial de la Salud, quien teme que se esté dejando de lado a la población más pobre.
Mientras no logremos romper con la relación de fuerzas que esa realidad determina, el capital la impondrá. Nuestra tarea es modificar dicha relación, construir otro futuro dominado por la potestad del pueblo en la medida que este se vaya haciendo poder revolucionario y las comunas sean vanguardia.