Maurice Papon fue ciudadano francés a quien le tocó ejercer distintos e importantes cargos en su país. Fue alcalde de Burdeos en el llamado gobierno colaboracionista de Vichi durante la ocupación nazi, y como destacado miembro de la Resistencia, el gobierno de Charles De Gaulle lo premia con el cargo de prefecto de París. Posteriormente, fue diputado en varios períodos y en el mandato del presidente Valery Giscard D’ Estaing, miembro de su gabinete, como ministro de Presupuesto. Como diría el escritor Stefan Zweig, «los hados del destino lo favorecieron», hasta que la ineluctable y justiciera historia, que nunca olvida, hizo aparecer a una anciana judía que lo reconoció como el funcionario que, en su cargo de alcalde, había autorizado (firmado) su extradición para los campos de exterminio nazis, por lo que fue excluida de su condición de ciudadana francesa de Burdeos.
Ante lo poco creíble de su acusación, acudió a un bufete de abogados en Nueva York que se ocupaba de los juicios contra criminales de guerra y al periódico galo Le Carnard Encheine, los que entablaron el juicio contra el único (increíble) francés juzgado por delitos de guerra (asesinato y crimen contra la humanidad).
Después de 17 años de perseverancia, la sentencia por parte del juez de la causa, fue: «El señor Maurice Papon fue un dedicado funcionario de nuestra república, hombre de familia y asiduo cristiano-católico, acreedor a las dos más grandes condecoraciones francesas, como la de la Legión de Honor (1948) y Oficial de dicha Legión (1956), pero nunca debió autorizar (firmar) el envío de 1.645 judíos a la muerte o prisión en campos de concentración nazis, incluyendo a niños, por lo que es condenado por su avanzada edad a solo diez años de prisión.
El señor Maurice Papon apeló la condena, sin resultado. A los 96 años falleció de causas naturales.
En una invitación científica a Polonia, como católico, quise conocer Cracovia, la ciudad donde nació el Papa del amor, Juan Pablo II, bastante cerca (el contraste de la condición humana) del campo de concentración de Auschwitz.
Fue impactante visualizar los utensilios que habían dejado los condenados a los hornos crematorios: cubículos llenos de férulas de niños que habían sufrido de poliomielitis, de gafas, depósitos de pelo de las mujeres trasquiladas para hacer calzado y las maletas donde transportaban sus escasas pertenencias. Salí indignado, pero me satisfizo entender el porqué de este museo del terror al público, cuando releí el mensaje que estaba en la puerta de entrada: «PARA QUE NO OLVIDES».
No debemos olvidar a nuestra querida ascensorista de pacientes o a nuestro insigne abogado laboral que ayer fallecieron en la institución donde trabajaban ( Hospital de Clínicas Caracas) por covid-19, después de una estancia en terapia intensiva; y nos preguntamos: ¿quién sería el funcionario que negó la vacunación por considerarlos personal no sanitario?, cuando mundialmente los extraordinarios obreros, empleados y profesionales sin distingo y que ejercen diariamente en el área de salud tienen, sin ninguna exclusión, esta denominación.
Igualmente, preocupa que a los mayores de edad en algunas instituciones públicas se les pida recientemente el Carnet de la Patria para vacunarlos, seguramente, muchos de ellos por no tenerlos no la recibirán. Algún día se analizarán estos errores y de haber aplicación de justicia podremos seguir diciendo PARA NO OLVIDAR.
Amadeo Leyba Ferrer es médico cirujano (UCV), especializado en Pediatría. Exdirector del Hospital de Clínicas Caracas, expresidente de la Federación Médica Venezolana, exconcejal por Caracas.