El “fusilamiento” de Javier Cercas

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A la izquierda, Manuel Mena, el tío abuelo falangista de Javier Cercas. A la derecha, el propio escritor. E.E.

 

El fusilamiento de Javier Cercas como en su ‘Soldados de Salamina’ por “guerracivilistas” de ahora.

El día que lo iban a fusilar (civilmente, en las redes) el escritor vestía americana y se sentó en un plató de televisión a hablar de su obra. Así podría arrancar la crónica de la última semana de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962). Casi como el libro que, mezclando ficción con realidad, le catapultó a la fama: Soldados de Salamina.  En él, el autor extremeño-catalán narra ya en la primera página el fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, escritor, poeta e ideólogo y fundador de la Falange Española. Vestido con una zamarra gastada, su fusilamiento fue fallido. Como lo ha sido el intento de silenciar a Cercas.

Hasta aquí las coincidencias con este personaje: como siempre se encarga de decir el propio escritor, él vota a la izquierda. Comparte más con el protagonista del libro. Al menos, el nombre: lo llamó Javier Cercas. Y es un periodista que bucea en la historia del fusilamiento del falangista, que pondrá en cuarentena lo que escuche hasta confirmarlo y que terminará preguntándose cómo se construye un héroe.

Al Cercas ficticio lo había dejado su mujer, su padre acababa de morir y no le iba bien en la escritura. Sólo la última afirmación podía ser medio cierta en 2001 cuando se publicó. E iba a cambiar por completo. La novela fue uno de los fenómenos literarios españoles del s. XXI: sólo ese año vendió más de un millón de ejemplares y se tradujo a 22 idiomas. Fue llevada al cine en 2002 por David Trueba. Y Javier Cercas, profesor de Filología, casado desde hace más de 30 años con Mercè y padre de un hijo, empezó a vivir de la escritura. De mezclar ficción y realidad.

Precisamente es lo que han hecho sus detractores en las redes sociales. Montar un bulo cortando unos minutos de un discurso de más de media hora. El que dio en el Teatro de Mérida en 2019, con motivo de la entrega de las Medallas del día de Extremadura. Utilizaron el corte para acusarle de pedir la intervención militar de Cataluña y lo lanzaron a la redes mientras él estaba en directo en la televisión.

“Soy un partidario feroz del aburrimiento en política. De un aburrimiento escandinavo, o como mínimo, suizo. Las aventuras me encantan, me apasionan, me vuelven loco, pero en los libros, en el cine y en general en la vida privada. En la vida pública, vade retro, satanás. Ahí, tedio total. Cuando la vida pública, la política, se llena de pasión, aventuras, emociones, como nos ha ocurrido a los catalanes en los últimos años, échate a temblar o llama a la unidad del general”, dijo Cercas.

Sonaban los aplausos mientras el escritor señalaba al general Miguel Alcañiz Comas, jefe entre 2015 y 2019 de la UME -la Unidad Militar de Emergencias-, creada en 2005 para luchar contra catástrofes naturales. Alcañiz, sentado en esos momentos en el sublime Teatro romano, acababa de recibir la Medalla de Extremadura recordando que su unidad luchaba en esos momentos contra unos “terribles incendios en Galicia”.

Y así, como un incendio, el bulo sobre Cercas se expandió por las redes. “Es un bulo con pretensiones intimidatorias, me han llamado criminal de guerra”, denuncia él mismo, mientras acusa a sus atacantes de buscar su “muerte civil”. Llegaron a compararle con político y escritor yugoslavo Radovan Karadzic, condenado por crímenes de guerra y genocidio.

    

La casa familiar de Cercas en Ibahernando.

 

En latín, mintiri se traduce como mentir y como inventar. Cercas lo explica en sus conferencias, a la hora de hablar de cómo trabaja un escritor. Así lo hizo ese día en Mérida, con uno de sus versos preferidos. Es de Horacio y se refiere a Homero: “Y así miente o inventa, mezclando lo verdadero con lo cierto”. He ahí la Odisea y la Ilíada. Y Soldados de Salamina, con su Javier Cercas ficticio.

De Ibahernando a Gerona

Pero si el periodista no es real, sí lo es el escritor que estos días afirma sentirse “abatido” -en el término que trasladan desde la editorial- por lo que le está sucediendo. El sentimiento es similar en Ibahernando, el pueblo que le vio nacer. Lo cuenta a EL ESPAÑOL la alcaldesa, del PSOE, Isabel de la Jara Muñoz. “No se lo merece, ¿por qué tienen que hacer esto?”. Asegura que Cercas, muy querido en el pueblo, es de los que vuelve en verano. Mantiene allí familia y casa y en las verbenas del verano, por San Lorenzo, la alcaldesa suele coincidir con su madre, Blanca Mena.

Ibahernando ronda hoy los 500 habitantes y el centro Cultural lleva el nombre de su escritor más famoso. Al acabar la Guerra Civil eran unos 3.000. Pero mucha gente tuvo que emigrar, como la familia Cercas. El padre, veterinario, aprobó una oposición y la familia hizo las maletas. A Gerona. El escritor, segundo de cinco hermanos, tenía entonces cuatro años. Fue, dice, su primer desarraigo: el geográfico. “Perdí mi tierra”. De entonces no olvida los viajes de 1.000 kilómetros con todos los hermanos en el coche.

Después aún se marcharía más lejos: tras doctorarse en Filología Hispánica en la Autónoma de Barcelona, trabajó dos años en la Universidad de Illinois, en Estados Unidos. Allí escribió su primera novela.

El escritor Javier Cercas, en Sevilla. 

 

Su segundo desarraigo fue la pérdida de la fe por leer de forma “prematura y masiva” a Unamuno de adolescente. No le quita de admirar a cardenales. Ambas pérdidas confluyen en esta historia que él mismo cuenta: “Viajo mucho y cuando vuelvo a casa de mi madre, desde París, de Londres, de Nueva York… mi madre que suele estar en Gerona, pero pasa tiempo en Ibahernando, no me pregunta por el Brexit. La pregunta que me hace siempre indefectiblemente es ‘¿Qué, Javi, a quién has visto de Ibahernando?’ La pregunta es totalmente pertinente. Es muy difícil viajar por el mundo, por remoto que sea, y no encontrarte con un viveño”.

Y así el escritor nos lleva al Vaticano, donde un día en unas conferencias sobre Literatura y Religión, “un acto francamente interesante sobre todo para mí, que soy un ateo peligroso”, una monja se le acercó para decirle que su padre era de su mismo pueblo.

Manuel Mena, el tío abuelo falangista de Javier Cercas.

 

“Al acabar la guerra éramos más de 3.000, hoy son unos 500. El resto hemos invado el mundo y esa es la realidad de Extremadura, el hecho fundacional de su historia reciente, la masiva emigración que la vació”, concluye Cercas.

La alcaldesa confirma las cifras. Entre los residentes, José Antonio Cercas, uno de los primos con el que jugaba al tenis de adolescente y que le recuerda enganchado a la filosofía ya por entonces. Los primos son de familia de agricultores y ganaderos, pero con algo de tierras. Lo que se consideraba rico en el pueblo. Fuera, decía Cercas, ya era otra cosa. Cuando se ven, a veces, hablan de política. “Es un hombre muy abierto de mente”, dice José Antonio. Por el lado de su madre, Javier Cercas tenía un tío abuelo falangista, Manuel Mena (en la foto de apertura), sobre el que escribió en El monarca de las sombras, 2017.

Cercas se declara de izquierdas. Lo explicó aquel día en el Teatro de Mérida. “Soy votante de partidos de izquierdas, pero el hecho de votar a la izquierda no me hace moralmente superior a nadie, ni mejor, ni más listo que nadie”. Se apoya en la historia, dice, como sus libros, para tomar sus decisiones políticas: “Sólo voto a la izquierda por una cosa que todo el mundo sabe o debería saber: porque la socialdemocracia, tan aburrida, tan denostada, ha creado las sociedades más prósperas, más libres e igualitarias del mundo. Probablemente de toda la historia”.

No se quedó ahí: “Dicho esto, si alguien me convenciese de que estoy equivocado, de que es la derecha la que puede crear una sociedad mejor, no les quepa la menor duda votaría a la derecha. Ya lo he dicho, un auténtico tocapelotas”.

Javier Cercas.

‘No seré un catalán de segunda’

Este viernes, en Sevilla, en plena promoción de su de su última novela Independencia, -en la que vuelve el mosso de Terra Alta y enjuicia la Cataluña post Procés- en recordaba que no va a convertirse “en un catalán de segunda”. Ya había avisado de que ha puesto el asunto en manos de un abogado y que denunciará si es posible a los instigadores del bulo –“vivimos en una democracia y hay libertad de expresión, por eso hay que estudiarlo bien”- y “el diluvio de insultos”.

Le cayó, asegura él mismo, por decir tres verdades en TV3. “Que España es una democracia plena, que el Rey Juan Carlos I no instigó el golpe del 23F sino que lo paró -su libro sobre el tema, Anatomía de un instante, se lleva ahora al teatro- y que las élites económicas catalanas, y no digamos las políticas se pusieron al frente del Procés y son responsables fundamentalmente de la situación en la que nos hallamos en Cataluña”.

Lo dijo, y lo ha recordado Sergio del Molino esta semana, en un impoluto catalán. Él mismo lo reconoce: “Perdón por la vanidad, pero hablo muy buen catalán”. El escritor, ganador del Planeta en 2019 con Terra Alta, hace gala de sus identidades: “Soy catalán, a mucha honra, pero también soy extremeño y a mucha honra también”. Concluyendo que es “esa mezcla de extremeño y catalán que sólo se puede llamar español”.

Y con la historia en la mano, aviso a navegantes: “Si por casualidad oyen a algún insensato despotricar, a bulto, de los catalanes, díganle de mi parte que también está despotricando de los extremeños, de los andaluces de los murcianos… que hemos contribuido a crear la Cataluña moderna y que somos tan catalanes como el que más”.

Cercas, durante su comentado discurso de 2019 en Extremadura.

Aunque el verdadero aviso de quién es lo daba, premonitoriamente, al comienzo de su discurso de Mérida, ese que se ha recuperado esta semana: “Tratar de ser el mejor escritor y un buen escritor es básicamente un rompe pelotas, como diría un argentino, un grano en el culo como diría un norteamericano, una mosca cojonera como diría un español cabreado o un aguafiestas como diría un español sin cabrear”. Y seguía: “Un buen escritor, que es lo que yo intento humildemente, es un individuo que dice lo contrario a lo que la gente no quiere escuchar”. Algo que, asegura, es lo contrario de lo que hacen los políticos.

Pero aquel día no descargaba toda la responsabilidad en los políticos, sino que ahondaba también en la de los ciudadanos a la hora de conformar la sociedad. “Es verdad que hoy algunos de los políticos más poderosos del mundo inventan más que el novelista de fantasía más desatado. Pero a sus electores poco parece importarles. En Cataluña también sabemos mucho de esto”. “Una desgracia”, concluía, “que debería preocuparnos, porque sabemos desde el Evangelio que la verdad crea mujeres hombres libres y la mentira sólo crea esclavos”. La invención de la historia, como ya analizaba en Soldados de Salamina.

“Esto ocurre desde hace 10 años”, ha asegurado esta semana, en referencia al intento de desacreditarle y vetarle. “Pero se queda confinado en el ámbito de Cataluña”, explica. Lo suyo, considera, es “una anécdota” dentro de “un clima guerracivilista”. Por eso insiste en la posible denuncia, en el “hasta aquí hemos llegado” para que su historia no se convierta en la Crónica de una muerte (civil) anunciada.

Texto María José Fuenteálamo

 

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