Carlos Ñañez: Libertad de expresión, un derecho humano

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Las computadoras sin un sistema operativo, son un conjunto de elementos asociados sin sentido, acotados por su espacio, una inutilidad. Los seres humanos sin lenguaje somos solo un conjunto de códigos de índole biológico sin capacidad de interrelacionarnos, sin lenguaje estamos acotados al marco estrictamente biológico, del lenguaje se desprende la capacidad de pensar, de dotar al mundo de significado, de conferirle creatividad al pensamiento y tornarlo en abstracción y por ende, de decodificar la realidad, así el lenguaje es el germen de la construcción de los paradigmas que posteriormente nos permitirán construir la verdad, una construcción sólida, inamovible y en donde estén fresadas las virtudes para el ejercicio ciudadano.

La expresión del habla es inherente al hombre y contraria a los procesos de copamiento y establecimiento de un discurso único, o de un génesis de la dialéctica gansteril, termino este acuñado por el buen amigo, colega y columnista del diario El Nacional, José Rafael Herrera: la dialéctica del gansterato, que es a mi juicio una aproximación a la tesis de Jean Baudillard, esas que establecía que el mal es un sentimiento preeminente al bien, que imprime desorden, entropía y control social.

Sobre la libertad es la obra en la cual John Stuart Mill nos advierte sobre todas las formas que pudieran amenazar a la libertad como fin esencial de lo humano y para lo humano, en este texto se ahonda sobre la necesidad y el deber de defender la libertad de expresión como logro de la libertad, como expresión genuina de la búsqueda de la verdad y la consecución de los fines más elevados del toda sociedad, expresarnos va más allá de unir frases y construir discursos, expresarnos es inherente al ser social, es propio al pensamiento y por ende se encuentra vinculado con la razón de ser del hombre; es un derecho natural, en el contexto del ser humano sí se prohíbe expresarnos se nos niega el ejercicio de nuestra humanidad.

De tal suerte que la defensa de la libertad de expresión es un hecho ontológico y deontológico, asociado al ser y a la moralidad de este, se expresa para denunciar un estado incompatible con la dignidad, aquel que está cualificado con los códigos y el cemento de estos códigos, es decir aquel que tiene palabras y goza de la sintaxis para establecer cadenas de causabilidad que impriman validez a su denuncia, pero aquel quien calla o cae en omisiones, ejerce un flaco favor a este derecho humano y para lo humano, estos sujetos, quienes por cercanía con el régimen, sostienen falacias, callan o denuncian, caen en una falla moral, es más son amorales, no conocen la escala de la moralidad de sus actos.

La defensa de la libertad de expresión no es un monopolio del cuarto poder o del periodismo, ya que este es un derecho inherente a la sociedad, a la colectividad. Si bien es cierto que los comunicadores sociales son quienes mayormente hacen uso de este derecho, toda la sociedad tiene acceso al mismo, desde la colectividad agobiada, hasta los grupos de intelectuales, artistas, académicos, estudiantes e incluso los políticos que hagan uso de esta profesión para generar bienestar colectivo y no peculio personal, he allí la necesidad del vínculo entre ética y política eso que los alemanes llaman “Bildung”

Grises nubes se apoyan sobe la capacidad de ejercer el derecho de expresión, al no poderlo ejercer no tendremos mecanismos para denunciar el aparato represivo del régimen y las condiciones absolutamente abyectas a las cuales nos somete. De sus vínculos con regímenes irrespetuosos de los derechos humanos y con grupos violentos, quedará el régimen en poder del relato y de cada periódico, que dicho sea de paso, ya no circula en papel, haciéndonos parecer cada vez más a la demente Corea de los Kim; cada emisora de radio o de televisión que es cerrada o tutelada bajo censura, conforma un estado flagrante de violación a los derechos humanos.

Cada medio cerrado coopera con el discurso único y con la posverdad oficial, los desmanes no serán denunciados, solo un aparato publicitario robusto modelaría las formas de un ciudadano abandonado por el naufragio de la escuela y sin más referentes que el discurso falente de referencias ciudadanas de la tiranía.

Se fomenta un discurso pobre, rígido, mecánico, cuartelario y lleno de procacidades y giros regionales, que suponga la máxima pobreza del espíritu y del alma. Estas líneas las escribo en el diario más antiguo del estado Carabobo, cuyo tiraje fuera detenido por el capricho de un régimen que se alimenta de la mentira y el desorden, ahora la amenaza es contra el diario El Nacional, un medio con 77 años de historia a quien se le obliga a pagar la cifra de 13 millones de dólares a Diosdado Cabello, por orden del tribunal de Maduro, en el cual se practica la verdadera justicia del horror.

Resulta paradójico que el monto solicitado por el tribunal supremo de justicia —minúscula intencional— sea superior en 3 millones de dólares al monto que ofrece la DEA por el segundo a bordo de esta andanada de asaltos a la dignidad que se resumen en revolución bolivariana del siglo XXI. La saña contra El Nacional obedece a su postura firme desde 1943, para denunciar a cualquier gobierno, claro es menester aclarar que esto no es un gobierno, es un régimen gansteril y fallido, porque además odia a muerte a la libertad, a la ilustración y a la belleza de la sintaxis para explicar o construir caminos hacia la verdad.

Podrán imponer el silencio pero hasta las piedras gritarán los desmanes ocurridos contra el género humano, los crímenes de lesa humanidad que residen en cada informe de la comisión de observación de los derechos humanos, los guijarros exclamarán como las bandas del Coquí y el Wilexis se disputan los territorios de la atomizada Caracas, de cristalizarse este zarpazo continuado contra la libertad de expresión quedará más que claro el talente de malignidad del régimen y sus acólitos, que simulan ser fervientes defensores de la libertad cuando en realidad son esbirros de un Estado Total e irrespetuoso del ser humano, igualmente los magistrados -minúscula intencional-, pasarán a la historia como los juristas del horror tropicales, quienes a diferencia de sus pares del III Reich, exhiben prontuarios criminales y son fervorosos enemigos de la justicia, pues en los títulos de “doctores” exprés no vino embridada la capacidad de entender la justicia como virtud ciudadana y equilibradora de la sociedad, y ni siquiera deben saber quién es John Rawls y su “Teoría de la justicia”.

Juristas del horror para una justicia horrorosa, un título muy pesado de llevar, para alguien que decidió estudiar Derecho y extraviarse en los lodos de la miseria moral, humana y espiritual, que hoy les permite vivir como sultanes y mañana los calificará con el poder de la lengua como los enemigos jurados de la humanidad y sus derechos, deformadores de la ley, mutantes de la justicia.

Preocupa este nuevo atropello, pero no sorprende, estamos secuestrados, pero jamás callará el pensamiento, el Estado está abordado dialógica e ideológicamente, para ello se han valido de sombríos lotófagos, marionetas sin moral que juegan al ritmo impuesto por la mano tembleque que está detrás de la mordaza. Finalmente, como el poeta Benedetti, dejo a la custodia del trapo sucio de la mordaza mis labios, mis molares e incisivos, pero jamás mi garganta.

Esta tropelía contra El Nacional se justifica en el daño que desde su línea editorial infringe a los cada vez más inverosímiles relatos de esta kakistocracia, este desastre sideral del socialismo del siglo XXI que ha encontrado en este medio de comunicación un contradiscurso válido, que jamás será perdonado por estos juristas del horror.

Finalmente es una obligación moral defender la libertad de expresión, defender la lengua y el espíritu, y defender la dignidad, es mandamiento no dejarse comprar por dineros provenientes del erario público, es un lema de vida no imitar al chavismo en su iracundia como política de Estado, ni en sus formas de atropello, calumnia y cleptocracia. Estas líneas son una advertencia a los tiempos más brutales que se nos enciman cual bestia sobre la civilidad. Nada justifica estos atropellos y estoy seguro de que muchos lectores de esta mi columna de El Carabobeño y de mi columna en El Nacional sabrán defender y denunciar estas tropelías. Espero en Dios no solo contar con medios impresos y de radiodifusión, sino con libertad, decencia, civilidad y virtudes para rehacer algo semejante al país que nos arrebataron.

“No creo en vos

mordaza

pero voy a decirte

por qué no creo

sos muchísimo más que un trapo sucio

sos la mano tembleque que te ayuda

sos el dueño flamante de esa mano

Y hasta el dueño canalla de tu dueño”

Mario Benedetti. “Oda a la mordaza”.

 

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