Se ha efectuado la XX edición del Foro Boao para Asia, durante los días 18 al 21 de abril, sin mayor trascendencia, toda vez que con el tiempo, tal institución ha resultado una copia deficiente del Foro Económico Mundial, que desde 1971 se celebra, al inicio del año, en la cuidad de Davos en Suiza. En todo caso, Boao ha cumplido su objetivo: servir de propaganda política y manipulación ideológica, como una tribuna al discurso oficial del Partido Comunista chino, en esta oportunidad cargado de mayores contradicciones.
El Foro Boao fue inaugurado formalmente en el 2001 y realizó su primera conferencia en abril del 2002. Un proyecto que inicialmente generó expectativas, por la importancia estratégica que fue logrando Asia en el mundo global, empero, en la medida que el gobierno chino ha controlado su organización, la capacidad creativa del Foro se ha limitado a los intereses y conveniencias de la potencia emergente.
La influencia del gobierno chino se puede apreciar, entre otros, por el hecho de que las conferencias anuales se efectúan en Boao, Hainan China y las oficinas técnicas del Foro están ubicadas en Pekín. Pero lo más relevante es que los presidentes chinos han utilizado el foro para exponer su exitosa política de cooperación internacional; es decir, de expansión geopolítica a escala mundial, frente a un importante número de participantes, particularmente empresarios y, en esta vigésima edición, según los organizadores, se han conectado 2.600 participantes procedentes de unos 60 países.
La conferencia de este año ha sido definida como «Futuro compartido, acción concertada y desarrollo». Entre los temas de la agenda destacan la importancia del multilateralismo, la cooperación internacional, los riesgos del unilateralismo y el medio ambiente. En la instalación del evento, el presidente Xi Jinping desarrolló ampliamente la agenda cooperativa del gobierno chino, fortalecida en apoyo a los efectos de la pandemia y, en el marco de la llamada ruta de la seda, el gran proyecto de dominación a escala mundial.
Naturalmente que el discurso oficial enfatizó en la cara amable, que por varios años caracterizó la política expansiva china, el llamado soft power que, desde la llegada de Xi Jinping al poder, está cambiando y la actuación internacional se ha radicalizado; incluso, luego de la pandemia del covid-19, se ha tornado más agresiva, incluyendo posturas coercitivas y manifestaciones de carácter militar en varios frentes.
Tradicionalmente, el foro ha resaltado las bondades de la cooperación china, en particular con los países en desarrollo; pero, ante el rigor del autoritarismo, no se aprecia en el Foro expresiones de reflexión crítica sobre sus debilidades, contradicciones y efectos negativos.
No son tema de discusión, entre otros, la asimétrica estructura del comercio con esos países que exportan materias primas e importan productos manufacturados y, progresivamente, alta tecnología. Tampoco se debate sobre la dinámica de inversión china, caracterizada por contratos llave en mano que, en la mayoría de los casos, se acompañan de la mano de obra china, sin mayores beneficios para los países receptores.
Otro tema que se está agudizando, pero no entra en la agenda, tiene que ver con los procesos de refinación de las deudas. China se ha transformado en uno de los principales acreedores de los países en desarrollo y, en su cuestionamiento a las instituciones del orden liberal, rechaza el esquema del Club de París; en consecuencia, el proceso de renegociación resulta discrecional y, en algunos casos, arbitrario, como lo ha experimentado recientemente el gobierno de Kenia.
En su discurso, el presidente chino resaltó las bondades de la diplomacia de las mascarillas y de las vacunas que privilegian a los países en desarrollo, pero el foro no debatió sobre las posturas agresivas que viene desarrollando el gobierno chino. Por ejemplo, la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional, orientada a destruir las libertades internas en Hong Kong; las amenazas militares a los países costeros en el mar del Sur de China, que reclaman sus legítimos derechos; el constante hostigamiento a Taiwán «la isla rebelde» o los choques militares en la frontera con la India.
Si los participantes en el Foro, originarios de diversos países, hacen silencio ante los conflictos internacionales de China, mucho menos se atreven a debatir sobre los problemas que se presentan al interior del imperio, como por ejemplo la persecución de las minorías étnicas y religiosas, como los casos de los uigur y del Tíbet.
Otro tema de alta sensibilidad vetado en las discusiones tiene que ver con las recientes sanciones aplicadas por el gobierno chino contra el emporio económico Alibaba, en particular, contra su propietario Jack Ma, con una multa que sobrepasa los 2.800 millones de dólares. Esto llega luego de una tímida crítica del empresario a la situación financiera del país. China ha dejado muy claro que el juego económico y la seguridad jurídica llegan al punto que el partido comunista lo permita.
En el Foro, el gobierno chino se presentó como el gran ganador de la pandemia del covid-19. Según los voceros oficiales, la economía ha crecido en los primeros meses de este año; al respecto, ha debido reinar el silencio, pues es público el profundo cuestionamiento que está enfrentando China por la opacidad en el manejo de los orígenes del virus, y la actitud desafiante que ha asumido ante la investigación que fue aprobada en la Asamblea de la Organización Mundial de Salud (OMS); en particular, la amenaza de sanciones contra Australia por promover tal investigación.
Podría resultar exagerado, pero se aprecian factores disruptivos que, por su diversidad e intensidad, podrían interpretarse como el inicio del declive de la exitosa expansión geopolítica de China en el mundo. Son muchos los factores de conflicto que se presentan y que están erosionando su liderazgo y capacidad de acción.
fgap1749@gmail.com