Gustavo Coronel: Tenemos más de 200 años pensando en crear buenos ciudadanos

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¿Lo lograremos algún día?

Pioneros del siglo IXX

Ya en 1797, hace más de 200 años,  circulaba clandestinamente en Caracas un documento llamado “Derechos del Hombre y del Ciudadano con varias Máximas republicanas”. Su posesión había sido prohibida por la Real Audiencia de Caracas en Diciembre de ese año, so pena de muerte. En ese documento se decía que la monarquía debía terminar pero, más importante, se decía que la población debía experimentar un cambio de mentalidad, no solo material sino moral. Era necesario, decían: “regenerar las costumbres”. El documento abogaba por la instalación de una república ya que “en las monarquías el poder residía en una sola persona y el progreso se debía a la adulación, mientras que una república sería manejada por  ciudadanos virtuosos”.

El documento hablaba de lo que hoy llamaríamos meritocracia. El concepto de virtud cívica era fundamental.  Sin embargo, 200 años después vemos como en el llamado socialismo del siglo XXI sus adherentes consideran este concepto de la meritocracia como una mala palabra.

Agregaba el documento: “en la tradición republicana la noción de virtud cívica va ir emparejada a la disposición del ciudadano de anteponer el interés público antes que el individual….  La ignorancia es el mayor mal de un pueblo: ella es la que le hace crédulo, supersticioso, incapaz de conocer las verdades esenciales, y la que le somete a la astucia de los gobiernos opresivos. Cuando un pueblo ha llegado a este punto de estupidez, es muy fácil inspirarle cualquiera pasión y hacer que él mismo se imponga el yugo de la esclavitud por principios: por esto los déspotas y los ambiciosos, se aplican singularmente a eternizar esta impericia, tanto más funesta, cuando se opone a los progresos del entendimiento, por el fanatismo que fomenta, y por la ceguedad que perpetúa”. Estos párrafos están hoy más  vigentes que nunca.

La rebelión de Gual y España se inspiró en este y  otros documentos para justificar su acción, la cual los condujo al cadalso, no sin antes sembrar el anhelo por la creación de ciudadanos en el alma de otros venezolanos.  Entre quienes recogen las banderas de la ciudadanía está  un hombre excéntrico, difícil de carácter y poco comprendido llamado Simón Rodríguez. Este hombre, quien fue tutor de Bolívar a pesar de tener edad parecida, fue un enamorado de la educación popular, de la igualdad para todos y de la creación de ciudadanos activos para poblar los nuevos países independientes de las Américas. En 1824 Bolívar lo llamó para que fuera al Alto Perú como Director de Educación Pública, donde desarrolló algunas de sus ideas novedosas sobre educación. Sin embargo, Sucre no pudo trabajar con él. Dijo: “Rodríguez es de cabeza alborotada con ideas extravagantes…. diferentes veces le he pedido que me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar, para que me sirva de regla, y en ocho meses no lo ha podido presentar”. Ese desencuentro con Sucre le hace renunciar y, desde ese momento hasta su muerte, ocurrida en Perú en la mayor miseria,  trabajará en solitario, exponiendo sus ideas, escribiendo de una manera muy particular, por ejemplo:

Como se podrá ver, Rodríguez decía acertadamente que la educación genera “costumbres”, las cuales  -a su vez – forman una educación social generadora de una autoridad pública (república)  y no de una autoridad personal, lo cual sería dictadura. Agregaba Rodríguez en 1849: “Sólo la EDUCACIÓN! impone OBLIGACIONES a la VOLUNTAD. Estas OBLIGACIONES son las que llamamos HÁBITOS” (Rodríguez 1849; el uso de mayúsculas es de él).

En esos mismos años Andrés Bello desarrolló sus conceptos sobre educación de manera más clásica y menos controversial que Rodríguez pero no menos orientada a la creación de ciudadanos. Sobre su labor se ha dicho que más que un buen maestro que enseñaba Bello fue un gran maestro que inspiraba. Decía: “La educación, este ensayo de la primera edad, que prepara a los hombres para desempeñaren el gran teatro del mundo el papel que la suerte les ha destinado, es la que enseña los deberes que tenemos para con la sociedad como miembros de ella, y la que tenemos para con nosotros mismos, si queremos llegar al mayor grado de bienestar de que nuestra condición es susceptible. Procurar bienes y evitar males al individuo y a sus semejantes es el objeto que nos proponemos al formar el corazón y el espíritu de un hombre, y, por consiguiente, podremos considerar la educación como el empleo de las facultades más a propósito para promover la felicidad humana.” Y agregaba: “El carácter distintivo del hombre es la susceptibilidad de mejora progresiva”, idea que veremos después repetida por Augusto Mijares.

Bello atribuía a la educación un papel fundamental para “la moralidad y la prosperidad, esto es, para la civilización de las naciones…en la cual  ocupen un primer lugar las grandes verdades morales, el homenaje del corazón, y el ejercicio habitual de la justicia y de la beneficencia.”

Un poco más tarde aparece un tercer campeón de la educación ciudadana en Venezuela, Cecilio Acosta. Para este hombre sencillo, de costumbres monásticas y austeras, la educación “es fundamental si el pueblo ha de intervenir con su autoridad y consejo en la discusión de los intereses públicos, en la difusión y afianzamiento de la opinión general, en la marcha y progreso del Gobierno, en la ilustración de las cuestiones nacionales, en la formación y reforma de las leyes, en el movimiento eleccionario, en la renovación de los empleados, y en todo cuanto sea de provecho del común; es preciso que sea compuesto, no solo de ciudadanos, para que resulten excluidos los que no lo son, sino también de ciudadanos que sean y puedan llamarse «buenos»; calificación que se hace necesaria agregar, a lo menos mientras los hombres no sean más ilustrados y virtuosos que lo que son hoy ….. ¿Quiénes son los buenos ciudadanos? Lo son, sin duda: los labradores, trajinantes, mercaderes, artesanos, hombres ocupados, en fin. Buenos ciudadanos que tienen propiedades resultado de su esfuerzo y trabajo”. Para Cecilio Acosta el buen ciudadano  es aquel que trabaja, el hombre ocupado. Su énfasis es en la educación primaria, la de los primeros años y, en este énfasis sobre los primeros años del ser humano, ya intuye lo que la neurociencia diría sobre las edades en las cuales el ser humano está más abierto al aprendizaje. Dice Acosta: “Una nación no puede existir sin principios de sociabilidad…  mucho menos puede existir sin buenas costumbres” y es en los primeros años en  los cuáles esas buenas costumbres pueden ser mejor inculcadas.

Maestros del siglo XX

En el siglo XX hay ilustres venezolanos para quienes la educación en valores es esencial y luchan por implantarla, entre ellos: Luis Beltrán Prieto Figueroa, Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Augusto Mijares. Mijares en especial, fue un gran campeón de la educación ciudadana, con un enfoque optimista sobre las posibilidades del venezolano. Propone la educación en valores, basada en los ejemplos de los ciudadanos venezolanos virtuosos, de manera que ellos y ellas puedan ser imitados. Escribe estas bellas palabras: “Lo verdaderamente característico del hombre y de las sociedades humanas es que en él y en ellas lo que es y lo que debe ser forman un complejo indestructible. Todo hombre es su yo y las posibilidades de su yo, a un mismo tiempo; toda sociedad humana es, simultáneamente, lo que existe y lo que debe venir, un conjunto de limitaciones concretas y un emerger de fuerzas que pugnan por romper esas limitaciones; una realidad y una utopía. (Mijares, 1971).

Mijares cree ver en la riqueza no ganada del petróleo la razón de nuestras carencias como buenos ciudadanos. Dice: “Y aquí está el punto central de la cuestión: no puede esperarse mucha altura moral de quienes se rigen por la ley del mínimo esfuerzo… La confirmación más clara de que se rehúye por principio, ejercer la voluntad la tenemos en la pedagogía moderna. Si analizamos los profusos programas de educación del niño, encontraremos una cantidad inmensa de objetivos y de técnicas, pero apenas se hace referencia alguna a la formación de la voluntad. Palabras tan elementales como “disciplina”, “virtud” o “deber” han desaparecido por completo en el vocabulario pedagógico moderno: ocupan su lugar los términos “estímulo”, “motivación”, “realización” u otros parecidos… El mundo en el que hoy vivimos favorece muy poco el ejercicio de la razón y de la voluntad: es el reino de las sensaciones que nos arrastra a todos en su dinámica. Como es bien sabido, vivimos hoy en la cultura de la imagen cuyo fin no es ejercer la reflexión y el discernimiento, sino suscitar reacciones más o menos instintivas… El hombre de hoy tiende a comportarse como un mecanismo de deseos que se puede tentar, dirigir y manipular a través del mundo de sensaciones y de imágenes en que vive sumergido. (Mijares, 1998c).

En el siglo XXI todavía soñamos con la buena ciudadanía

A pesar del brillo y los esfuerzos de muchos venezolanos en el campo de la educación las violentas oscilaciones políticas, tanto en tiempos de dictadura como en tiempos de democracia, han atomizado los esfuerzos por educar a los venezolanos en valores. El  liderazgo político venezolano, con contadas excepciones a lo Gallegos, Betancourt, Leoni, Caldera I y los fugaces destellos de estadista de Carlos Andrés Pérez, ha sido mediocre. El populismo y la riqueza fácil que ha promovido un “mínimo esfuerzo” entre los venezolanos  ha llevado al país a su situación actual,  a la cola de la región latinoamericana. Hasta ahora, el siglo XXI se perfila como el peor de los tres siglos que hemos mencionado en materia de calidad ciudadana, sobre todo al comparar la realidad con lo que hubiera y debido ser, un siglo en el cual el ejemplo de otros países es bien conocido.

Por ello, es necesario luchar con redoblado empeño para revertir esta carrera al fracaso y considerar la educación ciudadana como la base fundamental de una nueva Venezuela.  A eso apunta nuestro proyecto llamado Fábrica de Ciudadanos, el cual puede verse en detalle en:  http://petroleumag.com/cinco-aseveraciones-y-un-plan-de-accion/

 

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