Alfredo Michelena: La Era de los Castro ¿era o sigue siendo?

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Que la realidad de Cuba cambie porque no esté un Castro al frente del control del Estado es mucho pedir. Raúl sale de escena, pero el castrismo sigue.

Nada que no se esperara. Raúl Castro a sus 90 años deja el poder formal en la estructura burocrática cubana que integra la burocracia estatal con el Partido Comunista de Cuba (PCC). Así se había anunciado.

Raúl sustituyó a su hermano Fidel en 2006 de forma provisional, mientras este se recuperaba de una intervención quirúrgica; pero esto nunca sucedió. En 2008 es elegido formalmente como Presidente del Consejo de Estado y de Ministros previa renuncia de su hermano. Estos cargos los ejerció hasta 2018, cuando asumió Miguel Díaz-Canel. Sin embargo, Raúl mantuvo la dirección del PCC, la cual acaba de dejar en el VIII Congreso del ese partido celebrado en estos días.

Los milicianos de la Sierra Maestra que tomaron el poder en 1959 están saliendo de él, más por biología que por cambios en la concepción política frente a una nueva realidad. La gerontocracia que gobierna Cuba está dando paso a nuevas generaciones, no de muchachos sino de sesentones formados por los vetustos líderes comunistas.

Hablar de cambios en Cuba es como hablar de la gota que horada un hueco en una piedra, aunque cada vez se hable más de la necesidad de un cambio en la isla –así siempre ha sido.

La ubre que mantenía el tinglado que había pasado de la Unión Soviética (URSS) a Venezuela se está secando. Y Cuba está en graves problemas económicos para no hablar de los problemas sociales y políticos.

Díaz-Canel y su grupo anunciaron la llamada “Tarea Ordenamiento”, cuyo objetivo es la creación de una economía mixta que permita integrar el elefante blanco de las empresas estatales (la mayoría en manos de los militares) con el sector privado.

Un sector privado que en lo interno es la vuelta al “cuentapropismo” del “periodo especial”, que sucedió cuando se dio el primer destete de Cuba, es decir el de la URSS. Y en lo internacional es la búsqueda de capital privado dispuesto a invertir en la isla.

Para esto se ha hablado del modelo chino, pero este parece ser muy liberal para la anquilosada dirigencia comunista de la isla.

Como siempre, el problema es “evitar que las grandes empresas con capital extranjero lleguen a adquirir más poder y relevancia que las estatales”. En el fondo es la gatopardiana idea de “cambiar las cosas para que las cosas no cambien”. Un capitalismo de Estado más uno privado controlado por el Estado.

Es la vetusta idea lenilista de la (vieja) “Nueva Política Económica” de 1922, la cual se puede resumir en promover un sistema económico con “un mercado libre y un capitalismo, ambos sujetos al control estatal”. Nada nuevo bajo el sol.

El castrismo no es más que otro mecanismo de control social desde el Estado, ideológicamente orientado por el marxismo leninismo que postula, sobre la base de una lucha de clases –al menos en la teoría–, que una élite política “ilustrada” es capaz de entender las necesidades de la población y de promover planes económicos para satisfacerlas, de una manera justa y equitativa. Nada más lejos de la realidad. Cientos de millones de muertos así lo demuestran.

En realidad son un grupo de individuos que han tomado el control total del Estado y lo usan para jugar a la economía y a la política. Juego perverso que lo justifican en nombre de la justicia y la libertad, que en últimas ha esclavizado a medio mundo. Mientras ellos, esa élite, la llamada nomenclatura, viven a sus anchas, el pueblo sufre sus fallidos experimentos. Que esto cambie porque no esté un Castro al timón es mucho pedir. Raúl se va y el castrismo sigue.

 

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