Estrépito de tambores en el salón Elíptico y reventón en paralelo de ditirambos oficialistas y repudio opositor en las redes sociales marcaron la despedida de Aristóbulo Istúriz, de quien puede decirse que en los últimos 33 años no salió del primer plano de la política nacional.
Aunque Maduro dijera en sus condolencias por Twitter que lo admiraba desde niño, fue realmente en 1988, época en la que ya Nicolás tenía 26 años, cuando Istúriz se da a conocer nacionalmente al ser electo por primera vez como diputado al Congreso de la República.
Desde su curul de diputado, al lado de Andrés Velásquez y Pablo Medina —el trío que integró la primera fracción parlamentaria de La Causa R—, Istúriz destacó desde un principio por su habilidad argumentativa, sus ataques incisivos y demoledores contra el sindicalismo adeco de Guayana. Más adelante, por las acciones estridentes de LCR contra el paquete de medidas económicas de Carlos Andrés Pérez.
Desde la tribuna de oradores, su elocuencia lo hacía lucir a sus anchas. Decía en esos años, por ejemplo, que el problema que tenían los sindicalistas adecos y en general los dirigentes de ese partido era que para entrar a un barrio tenían que despojarse del reloj, de la cadena y la esclava de oro. No imaginaba el antiguo dirigente sindical del magisterio que iba a terminar su tránsito político y vital rodeado de copartidarios que sin ningún pudor hacen ostentación de un enriquecimiento tan súbito como obsceno.
Fue el impacto político de la intentona golpista de 1992, su alineación con Caldera en la sesión bicameral del 4F, lo que lo alejó del hemiciclo de la Cámara de Diputados para optar por la alcaldía de Caracas. Una campaña a la que se iba a lanzar, «pero sin ponerle mucho, no vaya a ser que nos echemos esa vaina», según no refirió en una de las muchas veces que se acercó a la redacción del diario provinciano donde laborábamos, siempre con la invitación para un café. Los acontecimientos políticos en curso determinaron su victoria.
Ya fuera de LCR y en las filas del PPT, Aristóbulo estrechó sus relaciones con Chávez, que muy pronto entraron en crisis. Fueron los tiempos en que le espetó que «se fumó una lumpia». Tras un encuentro fortuito con Aristóbulo y las anécdotas que nos refirió alrededor de un hervido de gallina, llegamos a creer que el rompimiento era inevitable.
Según Aristóbulo, el antisemita argentino Norberto Ceresole era una fascista. Le hicimos ver que Chávez recitaba el recetario de Ceresole y le emplazamos: «Si Chávez sigue sus tesis al pie de la letra, ¿no es un fascista?». Y Aristóbulo sin vacilar: «¡Es un fascista!».
La misma noche, la última vez que conversamos personalmente, también se quejaba: «Es que con loco no se puede negociar». Había ocurrido que Chávez arengando en un mitin en Coro de repente preguntó: «¿Dónde están las banderas del PPT?». Y él mismo se contestó: «Se fijan, no hay nadie… y después dicen que están conmigo». Luego, Chávez fue a Guárico, donde el PPT, liderado por Eduardo Manuit, se había preparado con afiches, banderolas y pompones. Cuando hizo la misma pregunta que en Coro, la respuesta fue masiva: «¡Chávez…Chávez..!». Y la respuesta del caudillo: «¡Se me van de aquí porque este es un mitin del MVR!».
Pero, Aristóbulo no solo no rompió con Chávez, sino que terminó emigrando del PPT hacia el PSUV, donde lo esperaban muchas posiciones de poder, vicepresidente y ministro de varias carteras, más otros cargos de elección. Pero también un uniforme de miliciano y el rechazo rotundo del gremio magisterial del cual fue fundador de sindicatos. Ha partido cuando ejercía el cargo de ministro de Educación y sus colegas le reclamaban las condiciones paupérrimas en que el gremio está sumido, como el resto de los trabajadores venezolanos. No han faltado las acusaciones por corrupción.
Istúriz, imaginamos, no se veía futuro político fuera de las filas del chavismo. ¿Cómo girar en redondo y cerrar filas a lado de los adversarios políticos que siempre había combatido? La revolución era popular, auténtica y además permanente. Con Chávez mandaba el pueblo y él mucho más todavía. Una pirueta política que lo dejara fuera de esa órbita estuvo vedada para él.
Aunque carismático e incansable, le tocó saborear más de una vez la amargura de las derrotas. No ganó su reelección a la alcaldía de Caracas. Perdió su aspiración a la presidencia de la CTV. Ledezma lo superó en un intento por la Alcaldía Mayor y también fracasó en una segunda aspiración a la gobernación de Anzoátegui. Es que el poder no significa siempre conexión con lo popular y en el caso de Aristóbulo esto terminó siendo más que evidente.
Gregorio Salazar es Periodista. Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar