José Ospina Valencia: Reforma tributaria en Colombia protestas y polarización

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La derrota no llega con el tardío retiro de una reforma tributaria verdaderamente lesiva. Desde un comienzo fue concebida sin la participación de los partidos en el Congreso, sin un verdadero debate público, sin los gremios de los trabajadores, sin escuchar a la gente que ha perdido su trabajo y que hoy tiene que izar una bandera roja para indicar que en su casa ya no queda qué comer.

No basta con argumentar con que uno de los objetivos de dicha reforma era el de asegurar fondos para el Ingreso Solidario, un subsidio de 166.000 pesos mensuales (41 dólares) que tres millones de familias han recibido durante seis meses de la pandemia. Solo 41 (!), cuando el salario mínimo en Colombia apenas llega a los 250 dólares. No son dádivas, es renta básica lo que millones de pobres requieren.

Esto explica la causa de la desesperación de muchas familias en Colombia que han salido a las calles a protestar, y no porque se los diga algún opositor. Es la pobreza de los colombianos que ha aumentado en la pandemia en un 50% lo que los ha empujado a rechazar los planes de gravar hasta el uso de Internet.

Marchar o no marchar: El dilema era fácil de resolver porque el miedo al hambre supera al miedo al coronavirus, así la pandemia golpee a Colombia. Y aunque muchos portaban mascarilla, los expertos en salud temen una tragedia en dos semanas, justo cuando la mayoría de las UCI en Colombia se encuentra al tope, el país está a punto de llegar a los tres millones de contagios y los 80 mil muertos. He aquí en cifras los resultados del manejo de la pandemia del Gobierno central en Colombia.

Pierde además el Gobierno de Iván Duque, que intentó imponer una reforma aún sabiendo muy temprano que no iba a ser aprobada en el Congreso y que iba a causar un gran rechazo popular. No en vano, su plan sacó de sus casas a millones de colombianos a protestar en medio de la tercera ola de la pandemia en casi todos los 1.122 municipios del país. Nunca antes la protesta contra un gobierno había sido tan amplia, a pesar de la violencia de criminales que buscan desacreditarla.

Las autoridades sabían además con antelación que células de profesionales de la destrucción estaban listas a infiltrar las marchas. ¿Por qué entonces no retirar la indefendible reforma antes de que los radicales dañaran la protesta y 17 personas fueran asesinadas?

Álvaro Uribe, mentor de Iván Duque y líder de su partido de gobierno, vuelve a jugar su siniestro doble juego: cuando percibe el rechazo general a la reforma tributaria, se muestra como amigo del pueblo mandando a un hijo al Palacio de Nariño como emisario con la petición de que la retire. Pero cuando se presentan los primeros disturbios en las marchas populares vuelve a pedir la militarización de Colombia, como ya lo había hecho en 2019. Esta vez, “glorificó tanto la violencia” en términos violatorios de las reglas de Twitter que este medio eliminó su trino “para prevenir que terceros se sientan inspirados a cometer actos de violencia”. Como en efecto ha sucedido en estos días, incluso en Soacha, un populoso barrio de Bogotá, en donde desde autos en marcha “desconocidos” dispararon contra los manifestantes.

Lo peor de todo es que en Colombia urge una tercera reforma tributaria, porque las dos anteriores de Duque se basaron en concesiones a la banca. Dinero que ahora hace falta para todos. La reducción del recaudo y un mayor gasto por cuenta de la pandemia dispararán en 2021 el déficit fiscal a los 90 billones de pesos, un 8,3% del PIB. Con la fallida reforma, el Gobierno aspiraba a recaudar 23,4 billones de pesos (6.302 millones de dólares).

Pero querer subir los impuestos – a como dé lugar – en medio de la pandemia enfureció a muchos que no olvidan que la Procuraduría General – solo en los primeros ocho meses de la pandemia, hasta octubre de 2020 – había abierto 837 investigaciones por corrupción en 417 alcaldías, 26 gobernaciones y 32 concejos municipales.

¿Por qué querer imponer una reforma tan mal hecha a poco más de un año de terminar su mandato? Quienes han perdido toda confianza en el Gobierno de Duque creen que el único objetivo de todo esto es echarle más gasolina a la polarización, justo cuando se están decantando los precandidatos a las elecciones de 2022.

Lo paradójico es que Duque llegó a la presidencia gracias a la campaña de miedo de que Colombia no debía convertirse en otra Venezuela: Hoy, en Colombia, el Ejecutivo, el Legislativo y el poder judicial están en manos del partido de Gobierno; Duque tiene un programa diario en la televisión en el que solo habla él y que asemeja al “Aló Presidente” del extinto Hugo Chávez, y su mentor, Álvaro Uribe, no desaprovecha oportunidad para pedir la militarización del país. Con Iván Duque, todos van perdiendo. Hasta el día de hoy.

Tanto como una reforma equitativa, lo que más urge es que los colombianos se desprendan de los agitadores de derecha e izquierda, cuyos programas siguen siendo solo el miedo, y repitan con su voto lo que hicieron en las últimas elecciones regionales: optar por el centro, que aunque puede parecer más aburrido es el único que ofrece futuro. Y en Colombia ya hay más de una docena de mujeres y hombres aspirantes a la presidencia, muy capaces de dirigir el país y con verdaderos programas, no de televisión, sino de Gobierno. Así, todos ganarían.

 

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